jueves, 24 de septiembre de 2009

Irse por las ramas

Me cuenta mi amiga G que su chongo (qué evidia boluda, yo más sola que la mierda, encima me confundo los días, ya fue, estoy viejísima mal) le regaló un vino. Le pregunto ¿cómo un vino?, ella se ríe, porque sabe por dónde estoy yendo. Sí, un vino, qué se yo. Me dio un vino, medio raro, ¿no? Rarísimo. Porque partamos de la base de que se encontraron en una plaza. O sea: decídanse. O van a jugar a una pareja de adolescentes que se junta a franelear en la plaza o son una pareja adulta que toma vinito. Pero además ¿con qué excusa te lo dio? Quiero decir, amiga, ¿vos sos conciente que él trabaja para un supermercado? Ella se queda callada, pero nos conocemos. Entonces larga una carcajada asesina. ¿Lo habrá robado? me dice, mientras se sigue riendo. Le pregunto si era blanco. Blanco, responde ella. Pienso, pero no se lo digo, eso mejor se lo digo cuando la vea, sólo porque quiero ver su expresión "Quiere tomar por colectora, mami". Yo tengo ese tipo de máximas extrañas.

Ya sé, le digo tranquila, te da un vino porque sabe que te vas a ir a vivir sola. Te quiere llenar la alacena. La próxima se te aparece con un paquete de fideos. Y empezamos. Unas latas de conserva, arvejas, dos kilos de tomate, medio de pan, fiambre, salchichón primavera. Y nos reímos como estúpidas, pasamos diez minutos haciendo listas de supermercado, pensando qué puede ser lo mas delirante que le regale el del vino blanco, que obvio, quiere tomar por colectora. Y me dice lee tu blog. No, le digo yo. No, que no lo lea. Quiero escribir sobre él. Ya escribiste, boluda. Y me río como Cruela de Vil, porque si supieras lo que escribí sobre él, lo hice quedar como un pelotudo. ¿Te preguntó algo? Y ella: No, pero le dije que siempre exagerás.

No seas mentirosa, yo no exagero nada. ¿Yo exagerada? Ay, plis, no digas boludeces.

No hay comentarios: