martes, 30 de noviembre de 2010

Chicos, NO ENTIENDO

Si un señor te dijera "vos para mi sos un ocho", ¿se supone que es un piropo? ¿las chicas ocho son un "superó los objetivos, pero tampoco para tanto"? ¿es un "te faltó cinco pa´l peso"? ¿o es una puñalada total? ¿un "conocí chicas diez, no les llegás a los talones"? ¿un "seguí participando, má"?

¿Qué es? Por el amor de la virgen santa, ¿¿QUÉ ES??

Devuélvanme mi feminidad

Estoy feísima. Dejada. Despeinada. Sin depilar. Tengo ojeras.
En época de parciales sólo hablo de cosas de la facultad y me pongo así, horrible.
Hay chicas que van a rendir con las uñas impecables y el pelo divino.

¿Cómo carajo hacen, hijas de puta?

Ojo, con los parciales sueño lindo

Anoche, por ejemplo, no sé qué soñé. Lo que sí sé es que hoy, que rendía estética, me desperté habiendo entendido el movimiento dialéctico de Hegel. Fue así de milagroso: abrí los ojos y dije "¡Claro! La vuelta al espíritu" (eso fue lo que dije en voz alta: adentro de mi cabeza había algo bastante mas elaborado que, estoy segura, también se contruyó entre sueños).

Y esa sensación tan linda de haber entendido algo, de leer y saber que ahora sí, podés explicarlo si te lo preguntan, podés pensarlo sin entrar en corto circuito, por esa sensación todo esto vale la pena.

Aunque después, en el parcial, te pregunten cualquier cosa.

Pero después tenés pesadillas

Cuando me duermo sabiendo que dejé algo sin hacer no porque no tenía ganas de hacerlo sino porque no tenía la capacidad intelectual para hacerlo, duermo mal. Me despierto transpirada, acelerada, como si hubiera dormido cinco minutos y me despertaran de un grito o como si me hubiera quedado dormida cuarenta y ocho horas seguidas y se me hubiera pasado el horario de entrega. Duermo y sueño que me va mal, que no logro escribir nunca mas nada sobre los objetos y la iluminación y la música y las secuencias y la puesta en escena. Al día siguiente, ese día "no te preocupes, todavía te queda un día", se convierte en el día de las ojeras, el mal humor, y la incapacidad absoluta.

Y entonces te vas a dormir

En el momento cumbre de la desesperación, en medio de ese estado entre lacrimógeno y colmado de mal humor, aparecen esas ideas que son cualquier cosa menos grandiosas, esas palabras que caen en la cabeza como si fueran una solución mágica, cuando en realidad son solamente un placebo. En el medio de la vista fuera de foco por las lágrimas y la desesperación extrema, vienen, disfrazadas de medicamento milagroso, y te susurran al oído "no te preocupes, todavía te queda un día".

Desesperada (¡como el tema de Marta Sanchez!)

A mi me desespera, por ejemplo, no poder hacer algo que se supone debería poder hacer tranquilamente. Me desespera al punto de largarme a llorar en medio de la noche, gritar incoherencias mientras camino por el departamento, o de mirar el cursor titilando, no en una hoja en blanco (no quisiera caer en el cliché), sino titilando entre seis, o siete hojas, con párrafos desordenados, empezados y nunca terminados, copiados, mal pegados, mal escritos. Eso me desespera. No poder escribir un párrafo de corrido me hace mierda la vida. Se llama sobreexigencia, la sufrí toda la vida y cuanto mas crezco se vuelve peor. No puedo dejar que las cosas sigan su curso, no puedo darles el tiempo de maduración que necesitan. Simplemente no puedo, y eso desespera. Desespera estar acá, a las doce y media de la noche, escribiendo esto, que es una pavada, pero escribiéndolo al fin, sin trabas, sin pausas ni dudas, y pasar al documento de texto y el cursor titilando entre decenas de párrafos sueltos. Párrafos que hasta hace media hora me parecían geniales y ahora miro y me parecen pobrísimos. Desespera. Desespera no saber por dónde empezar, si empezar por el final y no por el principio o por algo del medio. Desespera empezar, por dónde sea, y no poder terminar. Que la fecha de entrega sea ya y yo siga con párrafos a medio hacer, medio escritos medio borrados, desespera no encontrar una coherencia, un orden, algo que guíe, algo que ayuda. Desespera. Y se siente horrible.

sábado, 27 de noviembre de 2010

¡Pero qué lindo sueño!

Soñe que estaba de novia con un chico y me llamaba y me contaba que estaba muy nervioso no me acuerdo por qué. Yo le decía que se tranquilizara, que no iba a pasar nada, y todas esas cosas que se dicen para calmar al estado de desesperación del otro.

Cinco minutos mas tarde recibí un mensaje de texto:

"Me hice una paja en el baño del trabajo y ya estoy mas tranquilo"

Y yo respondía:

"Buenísimo :)"

viernes, 26 de noviembre de 2010

Perdón, te juro que era mas fuerte que yo

Estoy un 99% segura que el chico que estaba sentado al lado mio en el colectivo dejó de chatear con su novia con su telefonito super inteligente porque se dio cuenta que yo cogoteaba como una loca chismosa.

Llegó el verano, má

Desde mi ventana puedo ver, circulando por mi cuadra, numerosos señores en cuero.

Saquémonos las caretas

Dejá de hacerte la que "yo no voy a decir nada" porque esa cara de orto que tenés está diciendo mucho mas de lo que pensás.

Y yo que no tengo arbolito

Creo que está de moda ser medio grinch, asi que tal vez los decepione un poco saber el otro día salí del trabajo, y vi locales decorados con cositas de navidad y papas noeles y guirnaldas de colores, sonreí, me puse loca de contenta y estuve cantando "we wish you a merry christmas and a happy new year" hasta que me quedé sin voz.

(mientras escribo esta boludez está la Rampolla contestando a un señor que pregunta "¿Cómo sé si la mujer está gozando en la cama?")

No sé si la vieron, pero hay una publicidad que muestra a una chica muy cosmopolita y empresaria ella, y se escucha el off de una locutora diciendo: ¿Cuántas veces la picazón en tu cuero cabelludo interrumpe tu día?, mientras la cosmopolita se rasca la cabeza en una conferencia, en una cita y no me acuerdo dónde mas.

¿Cómo?
¿Eso pasa?

Para mi que eso es mugre, sucia.
Andá a bañarte y vas ver como se te va la picazón. ¡Asco!

Los mosquitos me están morfando

Hace calor y te están morfando los mosquitos que no encontrás por ningún lado, solamente sus picadura y rascarse y el cansancio, los ojos que pesan, están colorados y no por llorar. Y los auriculares con una música de mierda que por ser tan de mierda desconcentra, y tener que estudiar y estar atrasada y saber que si no leés no llegás al parcial y te va a ir mal y nada en la vida te molesta tanto como comprobar que de nuevo, como siempre, dejaste todo para último momento. Y los mosquitos, horribles los mosquitos, vienen, te morfan y se van (como esos señores que vienen, te conquistan, todo lo otro, y se van) y vos te quedás con esa sensación horrible en el cuerpo y esa pulsión por rascarte hasta lastimarte y cuando los buscás con la ojota en la mano para matarlos, posta boluda, los hijos de puta no están. Y para colmo en tu cuadra, que siempre es ruidosa, hoy hay mas ruido: una fiesta de egresados, adolescentes disfrazados cantando temas que ya ni conocés porque hace un tiempo te volviste como tu vieja, que no entiende la "música moderna". Y están ahí, tan contentos y tan divertidos y vos tan aburrida puteando contra los mosquitos y escuchando música de mierda que por ser de mierda te desconcentra y no estudiás y te ponés de mal humor y empieza todo de nuevo, los mosquitos, la picadura, rascarse, la música de mierda, no llegar con nada, y decís en voz alta "se va todo al ocote" y te vas, qué se yo, mañana ves. Pero antes de dormirte, porque mujer precavida vale por dos (hace un tiempo empezaste a hablar con refranes y frasesitas hechas y por cada una que decís nace un niño nuevo y a vos te sale una cana) pensás "mañana me pongo el vestidito azul", para que el "mañana veo" empiece con el pie derecho. Como para que todo no sea tan al pedo.

martes, 23 de noviembre de 2010

Las minitas muchas veces preguntamos a los señores que frecuentamos, mientras caminamos por la calle y señalamos a una que camina unos metros mas adelante que nosotros: "¿Yo soy gorda como esa?"

La respuesta, siempre siempre siempre, es NO.

Nunca sabremos si es la verdad.

No me humanices o atenete a las consecuencias

Te doy lo que sea, te lo juro, no me importa, pedímelo y ya está, ahí lo tenés, no ofrezco resistencia, no te pregunto los por qué, vos pedime, yo te doy. Hagamos eso, juguemos a eso, copate querido, sé buena onda, hagamos cualquier cosa, pedime lo que sea, pero por favor, te pido, te ruego, te imploro: no me humanices.

Manteneme ahí, en el terreno divino, perfecto, inhumano. Manteneme ahí, hagamos pausa en ese lugar, y no descubras mis defectos. No sepas que soy celosa y mucho menos que soy insoportablemente insegura. Que cualquier cosa que digas "voy a lo de mi mamá" "salgo con mi hermano" "me voy a quedar en casa" voy a escucharlo como otra cosa, horrrible, tan pero tan fea que ni siquiera voy a escribírtela acá. Me da miedo que se cumpla.

Manteneme ahí, en el terreno divino, perfecto, inhumano, y no te enteres que cada vez que me llamás para salir a último momento mi vida se convierte en una batalla en la que limpio, ordeno, me depilo y cocino a la vez. Ni se te ocurra darte cuenta de eso, quedate pensando "qué organizada, una barbaridad".

Manteneme ahí, en el terreno divino, y fijate, concentrate, memorizá, cómo te hago reir. Fijate qué buenos chistes, qué comentarios tan irónicos, qué lindo todo lo que digo. Lo demás no lo escuches, tapate los oídos y andate, date vuelta. No me veas angustiada ni triste ni llorando porque cuando me angustio y estoy triste y lloro no hago reir a nadie y mis comentarios parecen el pésame del velatorio de alguien que nunca conocí.

Y no, no mires la televisión conmigo, porque vas a saber que a veces miro Tinelli, y que cualquier reality show me engancha y que siempre lloro en las películas de marginales con talentos extraordinarios, que las películas con juicios me-pue-den y que los dibujitos son mi programa preferido. Y no, ya que estamos, manteneme también en el terreno divino musical y no te fijes, no, por favor, sacá la mano de ahí, no veas mis listas llenas de cumbia y no abras esa carpeta, no, dale, esa carpeta dejala cerrada, no te va a gustar lo que hay ahí, no lo vas a entender. Dejá, mis libros no los toques, están escritos, como esos cuadernos rivadavia de tapa dura, pero no podés mirar lo que dicen, porque si los mirás te vas a dar cuenta de mis imperfecciones, de mi insoportable sensibilidad rosa, de mis miedos y mis tristezas y de todo eso que tan alejado está de ese terreno divino, perfecto, inhumano, donde me tenés ahora.

Pero si de verdad querés ver todo eso, si de verdad querés humanizarme, imperfeccionarme y mandarme de una patada del cielo a la tierra, hacelo. Conoceme, sentate a mirar la televisión conmigo, fijate la grasada que escribí en ese cuaderno, bancate diez minutos de Tinelli porque lo único que quiero ver es quién baila y qué baila, dale, miremos dibujitos, y el reality de los peluqueros, el de los cocineros, el de las inmobiliarias y el de los diseñadores (sí, los de indumentaria y los de interiores), vení, si te animás vení, yo te hago un lugarcito y te digo al oído que anoche te llamé a tu casa y no estabas y me habías dicho que ibas a quedarte y exijo una explicación.

Está bien, hagámoslo, si te animás, pero con una condición, una solita y te juro que ya está, no me importa: yo te muestro todo, mis defectos y mis virtudes, y mis pelitos un poco crecidos y mis listas de cumbia y los programas pedorros de televisión, pero vos me prometés, con una mano en el corazón, que después de ver todo eso, después de humanizarme e imperfeccionarme e instalarme en la tierra mas terrenas, me querés menos, y me amás mas.

¿Qué hacemos?

lunes, 22 de noviembre de 2010

viernes, 19 de noviembre de 2010

jueves, 18 de noviembre de 2010

La aparata careta

Hoy mandé un mail re careta a alguien que conozco e incluí la palabra "apoyatura". Desde que lo mandé, hasta ahora, me acuerdo cada quince minutos, y me rio de mi misma.

Basta por favor

Dije que hay que terminarla con los puntos suspensivos porque esta cosita de que vengo, no vengo, voy, no voy, lo vamos viendo, hablamos, te llamo, y el sinfín de sinónimos que ya sabés, me están secando el alma a una velocidad que no se puede creer.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Demencia

El viernes pasado me cambiaron de planes a último momento y me agarró tanto mal humor que me puse a vaciar el placard para reorganizarlo.

Eran las once de la noche.

Tren fantasma

Eran mas tenebrosos los tirones que daba el carrito que los monstruos que se aparecían. Había una mano, una cabeza, un fantasma informe que parecía se iba a caer encima tuyo, un drácula, un frankenstein que besaba al cadáver de su novia, telas de araña hecha con algodón, arañas de plástico, olor a encierro, paredes negras. Desde el primer tirón (repito: los tirones daban miedo y era violentos y si yo hubiera tenido un hijito seguro que salía partido en dos) me largué a reir. No podía parar. Me reía con cada tirón y me reía mas con cada aparición monstruosa. Me reía porque no entraba bien en el carrito y me reía porque, man, ¡estaba en un tren fantasma!. Fueron dos minutos, como mucho. El recorrido terminaba con un último tirón y un choque contra las puertas que te llevaban afuera: las puertas tenían pintado un micro, o algo similar. Me bajé del carrito y me reí, no podía parar, no podía hablar bien porque quería que comentáramos la experiencia pero solamente me salían balbuceos entrecortados.
El título del último capítulo de esta temporada de Weeds se llama Theoretical Love Is Not Dead.

A mi y a mi corazón agujereado,
nos encantó

Ojalá fuera joda

Soy tan tilinga que veo la palabra "descuento" (no importa el rubro ni el producto ni la marca) y me hago pis de la emoción y no hago absolutamente nada para disimularlo.

Parque de diversiones

Cuando era chica estaba completamente enamorada de los parques de diversiones. Me gustaban los juegos, las lucecitas, los sonidos, montañas rusas, tren fantasma, autitos chocadores y tacitas. No la vuelta al mundo. La vuelta al mundo, cruel ella, me daba un miedo tremendo. Me daba todo el miedo que ningún otro juego. Me subía, sí, pero la pasaba mal, en esas frenadas y hamacadas que me daban la sensación de estar a punto de morir. Estaba enamorada de los parques de diversiones, no por el parque en sí, sino por el concepto que encierra el "parque de diversiones". Desde el nombre se manifiesta como el lugar de la felicidad, de la alegría, de la diversión. En el parque de diversiones todo es risas, es lucecita de color, es música de sintetizador que jamás incomodaría al alma. El parque de diversiones es la infancia perfecta, es el cuento que escuchamos mil veces, pero hecho realidad. Es la fantasía ahí, hecha juego, color, textura. Es la fantasía palpable. Se la puede sentir, se puede jugar con ella, se puede disfrutar. Es la ficción ahí: no en un libro, no en una película. Está ahí, en el parque de diversiones.

Hace algunas semanas fui a un lugar casi detenido en el tiempo. Un lugar maravilloso, en el que el parque de diversiones se me apareció en su máxima expresión: un domingo caluroso. Las músicas de los juegos se mezclaban. Había una vuelta al mundo que de verla me daban ganas de llorar, había una montaña rusa mecánica, de esas que suenan como si estuvieran por destartalarse, una mezcla de chirrido metálico y madera podrida, autitos chocadores (los vi y recordé: me daba impresión la chispita de la antena del autito contra el techo, para mi que podía incendiarse), había un samba y un barco pirata y tacitas y un gusanito. Miré los juegos y las lucecitas y los sonidos, pero ya no sentía amor, aunque me hubiera encantado sentirlo. Me hubiera encantado tener que hacer colas interminables para el samba, me hubiera encantado sentir la adrenalina que se siente cuando se sabe que el carrito de la montaña está subiendo hasta la cima y que, desde ahí, es todo vértigo y emoción.

Pero estaba insolada, y el sol me había secado todo el amor por el parque de diversiones. Tenía toda la cara colorada y los hombros también y los brazos también. Me picaba y me ardía al mismo tiempo y mi mejor amiga era esa crema de aloe de vera que me dejaba todo pegoteado pero al menos me dejaba cinco minutos tranquila. No podía estar al sol, y eran las tres de la tarde, y hacía treinta y dos grados. Era un infierno: ver esos juegos ahí, y yo sin amor por ellos, sin energía para ellos. Esperamos hasta que bajara el sol. Caminamos no mas de una cuadra, y entonces lo vi: un tren fantasma. "¡Un tren fantasma!" dije con los ojitos llenos de emoción.

El lunes estaba nublado y hacía frío. Los treinta y dos grados del domingo se habían esfumado, como si el calor se hubiera concentrado todo en un solo día, como si no hubiera podido repartirse. Fuimos donde estaban los juegos. Nada, absolutamente nada quedaba de toda la alegría del domingo. Los juegos tapados con lonas, callados, apagados, sin luces. No había ruidos, ni siquiera el eco de alguna cancioncita lejana. No había colas ni salían gritos aterradores desde el tren fantasma. Estaba todo muerto. Era todo tristeza y melancolía. Y pensé en lo efímero que puede resultar todo, en lo chiquita que es en realidad la felicidad, la diversión, la alegría. Y agradecí, profundamente, haberme subido, el día anterior, al tren fantasma.



lunes, 15 de noviembre de 2010

Fuertísimo

Recibí un mail y no sé bien qué contestar:

1) Forro, descarado, pelotudo de mierda.

o

2) Andate a la concha de tu madre.

Algunas cosas son demasiado injustas.

(eso es todo lo que voy a decir por ahora)

viernes, 12 de noviembre de 2010

Advertencia

Chicas, mucho cuidado con el señor que dice tener un lado femenino bastante desarrollado. No significa para nada que sea gay, pero hay un 90% de posibilidades de histeria desmedida y egocentrismo galopante.

Una consultita

¿Todas hacemos eso de publicar pavadas en Facebook para que el chico que nos gusta vaya y comente?

Trastornos alimentarios

A mi me gusta mucho comer, y odio profundamente vomitar. Creo que por esas dos razones nunca padecí bulimia o anorexia. Pero sí tuve trastornos alimentarios.

Cuando era chiquita era un alfiler de flaquita. Se me notaban las costillas, los huesos de la pelvis, las clavículas. Y no me gustaba comer nada: no me gustaban las verduras, no me gustaba la carne, no me gustaban los fideos recalentados ni me entusiasmaban las achuras. Me tenían que obligar a terminar el plato y el postre (el maldito "postre" al que mi madre llamaba "postre" no era mas que una manzana arenosa partida al medio. Eso no es postre señores padres, las cosas por su nombre). Era flaquita. Tenía los brazos angostos, no podía usar pulseras porque se me caían. Tampoco cinturones porque el agujero mas chiquito a mi me quedaba gigante. Tenía la cara medio chupada, y el pelo largo, rubio, por la cintura, con un corte recto (en mi época las chiquitas íbamos a la peluquería sólo a cortarnos las puntas, nunca un rebajado, nunca un corte diferente, siempre largo hasta la cintura, jamás las puntas florecidas). Pero un día, "me hice señorita".

No recuerdo cómo se sucedieron los cambios, tengo la imagen mental del antes y el después, no sé si fue de golpe o paulatino, pero de repente, a la edad en que empezamos a gustar concientemente de chicos del grado, que nos queremos ver lindas, yo tenía granos horribles, había engordado diez kilos, me habían crecido unas tetas que para el grupo de amigas eran despampanantes, la espalda se me había ensanchado, y tenía panza. Y ahí empezó la lucha.

Pasé muchos años peleada con mi cuerpo. Y cuando digo muchos no exagero: siempre me veía gorda, horrible, grandota, fofa. Yo quería tener ese cuerpecito que había tenido alguna vez. Quería los brazos angostos, la panza chata y las clavículas salidas para afuera. Y tuve señores alrededor que no colaboraron: el apodo mas amoroso y repetido que escuchaba era "gordita". El chiste era venir, agarrar un rollo de mi panza y moverlo, y como si eso no hubiera sido ya suficiente humillación, agregar "qué rollitos, gordi". O darme una palmada en la cola y decir "¿Comemos flan hoy?". Esos chistecitos chiquitos, esos comentarios que hasta podrían verse inocentes, a mi me partían al medio el cuarto de ego que todavía conservaba, eran una puñalada que me destruía cada vez mas. Esos comentarios me volvían mas gorda, mas fofa, mas fea.

En esos años de pelea con mi cuerpo hice dietas crueles, fui al nutricionista, me obsesioné con el gimnasio, dejé de ir al nutricionista, comí galletitas de cartón, almorcé lechuga sola (o lechuga con sal), dejé de lado los verdaderos postres y me hice mejor amiga de las frutas. Pero a mi seguía gustándome demasiado la comida. Almorzaba una milanesa de soja, sí, pero a media tarde me atragantaba con un paquete entero de galletitas de chocolate. Me sentía culpable por la cantidad que había comido y juraba, repetía, con una mano en el corazón: "Mañana dejo de comer como un cerdo". Iba y venía. De dieta cruel que me hacía poner de mal humor a correr varios kilómetros por semana a decirle sí a tres kilos de helado. Era frustrante. Era espantoso. Sentir que la pasaba como el orto porque comía cosas sin sabor y encima seguir fea, gorda, fofa. Me daba vergüenza ir a una pileta porque sabía que todos iban a pensar "qué hace la gorda esa acá".

Hace algunos días caminaba con un amigo por la calle. Me dijo que estaba linda y yo me miré y le dije: "Hace algunos años yo ni loca usaba calzas. Ahora sí, porque me reconcilié con mi cuerpo". Y no es mas que eso. Yo me amigué con mi cuerpo, acepté que nunca voy a tener el cuerpecito frágil que tenía a los nueve años. Acepté que siempre voy a tener una pancita, que naturalmente las tetas se me van a caer un poco.

No sé bien cómo pasó. Sí sé que desde hace algún tiempo, yo me miro y me veo cada vez mas linda. Y tal vez sea una cuestión de felicidad, de bienestar: me veo linda porque estoy bien, estoy contenta, se podría decir que estoy feliz. Me veo bien y me veo la panza y me río de mi panza, y si alguien me dice "gordi" le digo "sí, claro, a mucha honra, pasame un poquito de crema para las frutillas". Ya no puedo ni considerar la idea de hacer una de esas dietas inhumanas que hacen mis amigas, ya no me detengo a leer cuántas calorías tiene el paquete de galletitas, ni hago cuentas mentales ni repaso lo que comí ni me doy un "permitido". Ojo, tampoco nos confundamos: no me fui al otro lado, para el terreno del descontrol, para nada, sigo cuidándome, pero a otro nivel: ya no es querer alcanzar la flacura de una modelo, es no atragantarme con cualquier cosa y después no poder moverme. Ya no es hacer tres kilómetros corriendo para tener las piernas duras, sino para poder respirar mejor. Ya no es comer ensalada porque "la lechuga no engorda y llena", es comer ensalada porque no podés decirle que no a una ensalada de palta y tomate o de chauchas y espárragos. Es comer rico y sano porque quiero, porque me gusta, porque me hace feliz, y no porque tengo que adelgazar. No como carne mas de una vez por semana porque no me gusta la carne. No como un paquete de galletitas entero porque con dos o tres ya estoy bien. No cuento calorías, no me veo fofa, no me veo gorda, no me veo mal. Todo lo contrario: me veo espléndida.

jueves, 11 de noviembre de 2010

El evento del año


Mi amigo mas acuariano, delirante y enano friendly, el grandioso Mariano, cumple dos años de blog. Dice en su blog que agradece a todos los que entran bla bla y se pone medio melancólico. Yo doy fe: sé todo lo que quiere a su blog y a todos los que entramos en él. Para festejar dos añitos de locura virtual, el mas acuariano de los acuarianos se manda un fiestón, y me pide tímidamente que se la promocione en el blog. Pregunta, además, cuánto le cobro. "Nada, papá" fue mi respuesta, aunque ahora que lo pienso, mi lindo amigo, éstos zapatos me vienen maravillosamente bien.

Mariano hace una fiesta, en el soundtrack ya tenemos confirmados a Alcides, Rafaga y La Pura. No se asusten, también haremos trencito con Las Primas y pogo con Vilma Palma. Habrá de todo, para todos los gustos. La fiesta es el sábado 20 de noviembre, yo voy a vestir elegante vestido floreado. Encabezaré trencito y llevaré cotillón.

Los que quieran venir, requisito indispensable: "por las dudas traigan documento y traje de baño. Uno nunca sabe cómo, ni dónde, pueden llegar a terminar este tipo de quilombos."

Por las dudas, de vuelta pongo el link. Ahí entran, leen el post, le dicen a Mariano "Feliz cumpleaños de blog te amamos sos lo mas y toda la bola" y se me descargan el soundtrack de la fiesta del año, para ir ensayando. Después, cuando ya sepan que no quieren ni pueden ni deben perderse el evento del año, mandan mail a esloquehayblog@yahoo.com.ar y quedan registrados para una noche a pura conga.

Mariano, cualquier pavada que haya puesto mal me corregís?

martes, 9 de noviembre de 2010

No se equivoque

No se equivoque: no estoy triste ni estoy bajoneada ni tengo angustia ni melancolía ni ganas de morir. Tengo ganas de silencio. Tengo ganas de soledad. No sólo ganas de no hablar de mas, sino directamente ganas de no hablar. Ni ganas de hablar, ni ganas de escuchar. No quiero escuchar anécdotas graciosas ni quiero contarlas. Aunque están, las tuyas y las mias, y merecen ser contadas, merecen ser escuchadas. No tengo ganas. No quiero. Quiero limpiar mi casa, ordenar y poner sábanas limpias en la cama. Quiero escuchar música, yo sola, y no compartirla con nadie. Quiero mi soledad y mi acolchado que ahora me da calor, pero que sigue siendo de lo más cómodo y por eso me resisto a sacarlo y poner la mantita de verano. Quiero ser egoísta, hoy quiero ser solo yo. Hoy no quiero hablar con vos, ni con el, ni ella ni nadie. No quiero palabras graciosas. Tampoco puteadas. No quiero palabras. De nadie. Quiero mi casa, y mi soledad, mi música y mi acolchado. Y tirarme y llorar, tranquila, silenciosa y tímida, dándole la cara a mi almohada, sufriendo tímida, sufriendo en silencio, solita, que nadie me vea, que nadie me escuche, que no me pregunten. Pero no se equivoque, y de verdad se lo digo: no estoy triste ni estoy bajoneada ni tengo angustia ni melancolía ni ganas de morir. Tengo ganas de silencio. Tengo ganas de soledad.

Señoritas que juegan a MAFALDA para camuflar su SUSANISMO crónico:

NO - LAS - BAN - CO

Bienvenida

Te necesitaba muchísimo, mi queridísima (aunque veces vapuleada y odiada) soledad.

Y acá ando, poniéndome cremita verde y pegajosa cada cinco minutos en la cara y los hombros y los brazos porque como buena víctima del entusiasmo cabeza, llegué al destino de *findesemana*, me alquilé una bici con canastito y anduve como si el sol fuera un amigo y no mi peor y mas despiadado enemigo, desde las doce horas hasta las dieciocho.

Qué pintoresco

Qué pintoresco, decimos, mientras caminamos con la cámara en la mano y miramos para uno y otro lado. Para uno y otro lado hay edificios antiguos, conventillo destruidos. Hay balcones incompletos, pedazos de maderas que sostienen techos. Hay baldosas flojas, o directamente no hay baldosas. Hay tierra, hay barro. Hay olor a pis que emana de algunas puertas abiertas. Escaleras angostas que no se sabe hacia dónde van. Hay viento, después hay quietud. Hay ropas rotas, colgando de sogas improvisadas que atraviesas los balcones incompletos, esos balcones que seguramente son la culminación de esas escaleras angostas. Hay señoras, descalzas, escribiendo, concentradas, en la puerta de uno de esos edificios destruidos. Hay frentes recién pintados, hay frentes que se caen a pedazos, hay algunos lugares que son sólo frente. Adentro, nada. Pasto. Pasto hasta la rodilla y en el fondo, la medianera. Una medianera pintada, "Virgen milagrosa" dice en la parte superior de la medianera. Y en la inferior, hay un triángulo, pintado, sin nada dentro. Ahí no hay virgen. Ahí no puede haber milagros. Milagro es otra cosa. Hay viento, y cuando hay viento bailan las ropas colgadas, y el olor a pis que sale de las casas circula por las veredas con mayor velocidad. En una entrada, en un edificio, hay caca. La palabra caca es poco elegante, pero se entiende. Es contundente e irremplazable. Hay caca, y está medio tapada con una chombra roja. Qué pintoresco, repetimos. Y nos vamos.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

martes, 2 de noviembre de 2010

(¿cómo puede ser que estando tan de buen humor me esté haciendo tanto la mala?)

Una de las cosas mas tristes que escuché en mi vida

"Yo todavía recuerdo cuando la vi ao vivo y me dio cosita verla tan pero tan pero tan sumisa (por no decir arrastrada)".

Y si encima te cuento que eso lo dijo un hombre (o sea: si le quitamos la posible carga envidiosa conchuda u odio femenino), creo que suena mucho peor.

El día que agarrás, y te hacés la mala

Lo que pasa, boluda, es que vos pensaste que yo iba a saltar como una imbécil a gritarte en la cara quiero re truco y quiero vale cuatro. Que iba a tirar las cartas sobre la mesa y te iba a dar un poco de pelea. Y lo que pensaste, boluda, es que tenías material para ganarme, que tus cartas eran mejores, que podés pegarte sobre la frente una carta y burlarte de mi, de mi soledad, de mi tristeza, de mi corazón roto, de mi condición de eterna segundona.

Pero no, boluda, porque cuando me atacás con tu tonito adolescente, me dan ganas de abrazarte, de decirte que no, que ese cuatro de copas que te pegaste en la frente no es la mejor carta, que si querés hacerme mierda esta vez no te va a salir, que ya me ganaste demasiado, boluda, que ahora me toca a mi, que esta vez, la que gana el juego, soy yo.
De actividades podemos llenarnos todos. De alegría, muchos menos.