miércoles, 18 de marzo de 2009

Confesión

Siento que de a poco las cosas empiezan a desmoronarse y no hay manera de reconstruir nada. La paciencia se va acabando y no se puede hacer mucho mas que eso.

jueves, 12 de marzo de 2009

Para no olvidar

Entonces lo que disfruto es hacer como si estuviera continuando algo y no empezándolo. Hacer como si esto que publico acá es en realidad un pedacito de algo que escribí en otro lado, o que le dije a alguien, o una porción de pensamiento. Sea uno, o lo otro, o lo último, lo único que estoy haciendo (y que me divierte, por una cuestión de inmediatez, de continuidad, de eliminar el principio y el final) es enfatizar que esto es una porción de algo un poco mas grande.

Al fin y al cabo, jugarla de completitud, de totalidad y de cosas por el estilo me resultaría mentiroso y falso. Poner un pedacito acá, y que el lector se imagine de dónde venía este fragmento, de qué estaba hablando, en qué estaba pensando, o por qué este pedacito, este fragmento, esta porción, y no aquella anterior a lo publicado o la parte posterior -la de atrás-. O por qué plantarse a pensar de dónde venía esto exactamente (de dónde venía yo, quiero decir). Tal vez es plantarse a pensar de dónde viene el que lee esto, que le dispara, qué lo hace pensar, en qué situación diría o pensaría estas cosas, por qué no las dijo, por qué le estoy robando las palabras.

No me gusta pensar o actuar a modo de comienzo y final. Así no entiendo las cosas, porque la vida es una línea larga que empezó hace un montón. Y todo lo que vaya pasando en el medio es eso, pedacitos de esa línea. Pero bueno, también es cierto que en relación al final no puedo decir que falte mucho o poco, porque sencillamente no lo sé. Me concentro entonces en el comienzo, y sigo jugando a que esto es un fragmento, un pedacito, la continuación de lo que venía pensando, lo que venía hablando.

Y este fragmento, a su vez, es un pedacito de un discurso mayor que tal vez mañana cambie. Nunca digas nunca. Y la puta madre, nunca digas nunca es una de las verdades mas grandes que escuché en mi vida, tal vez una de las únicas. Porque cuál es otra cosa a la que puedas aferrarte tanto, con qué otra cosa podés identificar tanto tu vida, como con el cambio permanente, con la apertura mental, con el saber que lo que hoy no, tal vez mañana sí. Y por qué, entonces, establecer cualquier cosa que uno piense como si fuera una verdad absoluta cuando es solamente MI verdad. Y es mi verdad HOY. Mañana, no sé.

Por eso, un fragmento, de un discurso mayor, que tal vez mañana cambie. ¿Y entonces? ¿Para qué escribir algo que mañana puede no resultar mas verdadero?

Para no olvidar lo que uno fue. Para no olvidar lo que uno es.

Para no olvidar.

domingo, 8 de marzo de 2009

En líneas generales

Trabaja, creo yo, desde que tiene uso de razón.
Una vez, su padrastro se le insinuó.
Sabe decir algunas cosas en francés.
Se vino a los diecisiete años, de Posadas, sola.
Se casó aun estando amenazada de muerte.
Trajo a sus seis hermanos acá.
También trajo a su mamá.
Buscó a su papá.
Lo encontró.
Lo conoció cuando tenía treinta (o treinta y pico).
Ahí conoció, además, a sus nueve hermanos por parte de papá.
Tuvo tres hijos.
Le mataron a un hermano.
Tiene un hermano preso.
Terminó la secundaria a los cuarenta.
Fue abanderada y mejor compañera.
Una de sus hermanas se suicidó.
Otra hermana tuvo lepra.
Varios hermanos son alcohólicos.
Fue rubia, tuvo rulos, y ahora una melena corta.
Es ordenada y limpia.
Una vez me dijo “reventada”.
Se le murió una hija.
Tiene dos nietos que le cambiaron la vida.

Es la persona más luchadora que conocí en mi vida.

Es mi mamá.

A ella especialmente, y a todas las mujeres del mundo, nos deseo feliz día.

La casa de Belgrano

“Entonces de Florida se vuelven a Belgrano”. “Sí, claro”.

Mamá responde con monosílabos mientras te pasa un mate lleno de café y edulcorante (que en cualquier circunstancia parecería apestoso, pero mamá te los da con tanto cariño que se vuelven deliciosos). Responde, decía, con monosílabos y respuestas claras y concisas del tipo sí, no, claro, eso, más o menos. Pero lo hace porque responde al mismo tiempo que va chequeando dentro de su cabeza algunos otros datos que después harán que la respuesta clara y concisa se convierta en un relato minucioso y extenso que empieza por la casa de Belgrano a la que se fueron después de Florida y termina vaya a saber dónde.

Pero mamá no habla de ella ni de sus padres ni de su familia. Habla de la infancia y adolescencia de papá, y de los abuelos y de los tíos. Papá asiente y confunde lugares, nombres, calles y profesiones. Mamá lo corrige, y él cae en la cuenta de que se está viniendo un poco viejo.

“Tendría, no sé, pero menos de treinta metros de largo no, el terreno digo. Al costado era toda una galería, le habían puesto faroles y toldos que se podían correr. Y la casa era una casa chorizo… una habitación, otra habitación, otra más, un tallercito, el living, el comedor, y una cocina gigante, que era lo ultimo de la casa, ahí terminaba la construcción, después tenía un parque. ¿Y tenía un subsuelo no?”

Papá la corrige, rápido, y se ríen varios minutos. “Subsuelo no. Sótano tenía.” Yo lo miro fijo, para que sepa que yo sé que no está viniendo tan viejo, y todavía le quedan cosas en la memoria. “A lo largo de casi toda la casa tenía sótano. Le habían cambiado los pisos, que estaban hechos pelota, por unos de madera nuevos”.

Cuando doblamos papá pregunta si es la primera o la segunda. Le respondo yo, con rapidez, porque ahora es algo así como mi barrio, entonces un poco lo voy conociendo (un poco y de a poco). Pasamos por el complejo de cine y a mamá se le cae la mandíbula y los ojos se le abren como nunca (de verdad, como nunca, porque es paraguaya, y tiene, como todos los paraguayos, los ojos achinados). “Acá es donde venimos al cine”. “Acá trabajaba tu abuelo”. A mi me recorre un escalofrío enorme por todo el cuerpo, pero no sé bien por qué: al fin y al cabo no tengo grandes recuerdos de mi abuelo, sólo que era parecido a Perón, que era sumamente peronista, y que tomaba como si fuera a acabarse el mundo todo el tiempo.

Seguimos por la calle y aminoramos la marcha, se escuchan algunos bocinazos de domingueros paseadores, pero no nos importa. Mamá y papá estiran sus respectivos cogotes tratando de ver qué hay dónde estaba antes la casa. Señalan un edificio bajito, y dicen sí, claro, obvio, era ahí, pusieron un edificio. Frenamos a un costado y nos quedamos mirando el edificio. Pero por una de esas putas casualidades de la vida, mamá gira el cuello y la ve. “Es esa”, nos dice. “Ahí está tu casa”.

La miramos unos segundos en silencio (andá a saber en qué estaría pensando cada uno: yo pensaba que me hubiera encantado conocerla), y emprendemos marcha. Se está haciendo de noche, ellos tienen que ir al grupo y a mi me espera una hoja en blanco donde trataré de no olvidarme de esa casa.

La casa es hermosa. Todavía suspiro cuando pienso en ella.

martes, 3 de marzo de 2009

Ganas

De estudiar, cocinar, limpiar, barrer, repasar, reacomodar, organizar, juntar, acomodar, desacomodar, comprar plantas lindas y coloridas, pintar de colorado una pared, colgar un cuadro, escucharlo hablar de su película, que me muestre todas las fotos del viaje, darle besos gordos a mis sobrinos, tomar mucho mate, comprar medialunas de grasa, acostarme a leer un libro y mamarrachearle los márgenes resaltando palabras y frases, esciribir cuentos y no escribir nada, mirar una película de Coppola y otra de un don nadie, mirar documentales, series, ficciones, comer chocolate. Ir a yoga, al gimnasio y a la facultad, empezar el taller de escritura y preparar ricos desayunos, tomarlos en la cama si hace fresco y en el patio si empieza a hacer calor.

(que dure que dure que dure que dure que dure)

Cuando brindé el 31 a la noche (o ya era primero) pedí constancia.

lunes, 2 de marzo de 2009

Sábado

Porque no es fácil salir en tu pueblo originario. Me calzo la pollera porque estoy depilada y hace calor, pero caemos en ese lugar entre tumba y felino, donde se respira olor a humedad y abundan los tacos agujas de acrílico, y las piernas largas, bronceadas y sin celulitits, que apenan a mis piernas, sólo depiladas y un poco más humanas, que de largas no tienen nada. La pollera me sienta bien. Aunque no muchos chicos me miren. Es que entre un felino de piernas largas y una paticorta de pollera a la rodilla, está claro dónde se va el goma.

De gomas me harté. Bananas, gomas, gansos, giles o salames. Digamos que cualquiera de eszas características les cierra y los describe a la perfección. Tal vez sea el exceso de gel, y ponele que el gel viene de un animal (supongamos de una ballena), está claro que hubo que matar una troupe de ballenas gigantes para que estos muchachos (gomas, giles, gansos) puedan salir de punta en blanco y con las chuzas duras y paradas por la noche ramera.

Siempre pasan cosas buenas. Te cruzás con uno, con otro, con uno mas. Y la noche se viene melancólica, aporque ¿te acordás cuando éramos pendejas y el único objetivo de nuestra vida era tranzar? Bueno, tranzar era un objetivo fácil para la mayoría de las chichis, menos para mi, que siempre fui tímida y me creía un cero a la izquierda y jamás me levantaba ni a la mañana.

No sé cómo, en qué momento ni por qué. Pero ya lo dije, no sé decir que no, y de repente me encuentro entrando a un BOLICHE. Hace como mil años que no iba a un boliche y todo me parece caluroso, transpirado y con niveles de audio estrambóticos ("Ya no estoy para estoy bailes, literalmente hablando"). Entonces, la puta madre, en qué puto momento accedí a venir acá. Porque si tan siquiera me pasaran una cumbia yo te juro que te bailo, mas un poquito entonada, mas sabiendo que a veces mover las caderas me sale un poco bien. Pero así no man, cómo carajo podés tolerar esta música electrónica del demonio. Y dios mio, no podés poner esa frecuencia tan aguda y darle con la manivela porque te juro que siento que me están por explotar los tímpanos. De verdad, me siento mal, no me gusta. Aparte, pará, porque estas niñas (niñas, niñas, niñas) pasadísimas, en qué momento se puso de moda estar TAN fucking pasado de todo un sábado a la noche y con catorce años de edad. Me dan ganas de abrazarte y llevarte a casa y acunarte hasta que te quedés dormida, pelotuda, calentona. Das feo, porque aun sin cartel, se nota a la legua que estás a la venta, o que directamente estás regalada. No sé si es un cerramiento cerebral mio, no sé si me estoy poniendo vieja, no sé si estoy equivocada, pero es lo que me pasa.

Ese sonido horrible sigue sonando cada vez mas fuerte, y hayt luces tipo láser y hay esa luz tipo flash que te marea y te sentís mal, y dale, vamos a casa que quiero dormir, te juro que le estoy poniendo toda la onda que tengo en la vida pero esto ya resulta infumable. Me fumo un cigarrillo y vamos, pero la puta che, te dioje que nos íbamos y ahora querés ir a la pista. Y el tercero del grupo insiste en ir a la pista, y se compra uno de esos tragos modernos y energéticos que a mi me resultan espantosos y desabridos, y dale, comprate el trago, y bueno, vamos a la pista. Guau, es tremendo cómo la gente se posesiona con estoas ritmos y estas frecuencias tan agudas. Y que si querés pedir fuego tenés que gritar, y andar con la manito levantada, porque los tarados ni miran por donde caminan, y se te tiran encima y los boludos se queman. Al fin y al cabo, levantás la manito para hacerles un favor. Y el chabón, dale chabón, terminate el trago. "Cuando me termino el trago nos vamos", había dicho media hora antes, el forro. Y todavía le queda medio vaso lleno de esa bebida espantosa y aburrida y desabrida y esa música, y esa gente, y el gel, las frecuencias agudas, el calor, acá ni siquiera hay aire, no puedo estar de mal humor, porque se supone que tendría que estar pasándola bomba, pero te juro, de verdad, no puedo mas, vamos, terminate el trago, le repito mentalmente como si pudiera acelerar el acto de tomar con sólo pensarlo. "Sos una amarga". Y sí hermano, yo soy una amarga pero vos demorás dos días en tomarte un trago de mierda.

Y no me queda otra. "¿Me convidás un poquito?". Y que sí, claro, pensé que no te gustaba. Traeme papi, dame eso. Fondo blanco, sin pensarlo mucho. Y tomá el vaso, te lo devuelvo, no tiene mas, qué pena. "¿Nos vamos?".