miércoles, 29 de junio de 2011

Las tardonas de pilates

Todas, pero todas las clases, hay alguna que cae media hora tarde a una clase que dura cincuenta minutos. ¿No es demasiado?

Zapping de la vida cotidiana

Mirar la televisión me produce muchísima incomodidad. Alguno programas son tan berretas que me estremecen, me dan escalofríos y ganas de taparme la cara con la almohada hasta dejar de respirar. Realities imposibles de niñas que compiten por ser mini reinitas de belleza, concursos de bailes con rutinas graciosas guionadas, cocineros afilando cuchillos para matarse entre ellos, todas esas cosas que son vergonzosas, que son imposibles de ver. Pero la televisión tiene una grandísima ventaja: control remoto. Apretando un botón puedo salir del estado de vergüenza ajena que me genera una nena con una tanga diminuta que se presta a las barbaridades que le dicen o programas periodísticos con conductores que regalan angelitos. El control remoto es mi salvación, el zapping mi religión.

Me encantaría poder inventar un control remoto para la vida cotidiana. Ir en el colectivo y escuchar cómo una madre maltrata al hijo y poder cambiar de canal o poner pausa o hacer algo así. Salirme de la incomodidad que me genera ver a una vieja chota maltratando a un mozo, cambiar de canal cuando un tipo en el colectivo ronca al lado mio y me produce asco. Sería un método completamente autoritario y dictatorial, todo lo que no me gusta desaparecería y habría un mundo lindo sin gente maltratadora y conchuda porque sí. Un mundo más feliz.

Inapetente

Estoy transitando un período de semi anorexia involuntaria que por un lado me da muchísimo temor y por otro me da muchísimo mal humor. Yo no sé qué le anda pasando a mi cuerpo que no acepta las comidas. Todo me cae mal, todo me cae pesado, nunca tengo hambre, tengo que obligarme a comer. No me gusta porque hasta hace poco era todo risas: el jean que no usaba hace tres años volvió a entrarme, conformarme con un yogur y no con media docena de medialunas estaba bueno y era saludable, pero ésto se está transformando en algo que no me copa para nada. A mi me copa comer.

A la mañana me levanto sin hambre y desayuno poquito y como me levanto casi al mediodía, me salteo el almuerzo y paso a la merienda, que consiste en un yogur que parece no terminar nunca. El otro día me obligué a almorzar y a la hora vomité lo poco que había comido. Me bajó la presión dos veces en una semana, una de las cuales tuve que tirarme en la cama porque estaba blanca como una hoja y temblaba y transpiraba y tenía frío y tenía calor, todo al mismo tiempo. Llego a casa a las doce y media de la noche y no tengo tanta hambre como para cocinar pero cocino igual porque sé que tengo que comer aunque no tenga fuerzas ni ganas ni voluntad. Tengo que comer porque no puedo estar sin comer, porque no es sano no comer. Pero como dos bocados y me lleno y me obligo a terminar el plato porque tengo la cara chupada y se me está yendo el culo y tengo unas ojeras que, mamita querida, parezco un zombie.

Estoy desordenada y no me copa. No me gusta tener que obligarme a comer porque comer es una de las cosas que más me gustan en la vida. No me gusta y me da miedo.

lunes, 27 de junio de 2011

Diferencias

Las chicas con onda combinan jean con jean y les queda brutal.
Yo combino jean con jean y parezco salida de La Banda del Golden Rocket.

Y lo peor es que estoy citando exactamente lo que me dijeron cuando me vieron vestida así.

martes, 21 de junio de 2011

Me preocupa de verdad

No sé bien en qué momento me convertí en esta personita horrible que cuando tiene hambre se conforma con un yogur o una fruta en lugar de media docena de medialunas de grasa.

sábado, 18 de junio de 2011

Afuera está lloviendo una barbaridad

La tormenta empieza tímida pero apenas escucho esas primeras gotas apago las luces de mi casa y cierro la computadora porque me gusta ver la lluvia desde mi ventana. Las luces de afuera recién están prendiéndose y el cielo y la calle se iluminan por milésimas de segundos con relampágos que me dan un poco de miedo porque siempre tuve miedo de que un relámpago impactara sobre mi cabeza. Sin embargo me quedo colgada un rato viendo cómo se ilumina y apaga el cielo y cómo la vereda empieza a inundarse y pienso que se supone que yo en un rato salgo al teatro y pienso que con esta lluvia ni loca salgo a la calle. Hay toda una locura alrededor de las tormentas, desde hace ratos que llueve de manera furiosa y los pocos que caminaban por la calle ahora están protegiéndose en algún techito de un negocio o de un edificio. Otros siguen caminando como si nada, como si no hubiera lluvia, desde acá los veo empapados y con la boca abierta porque pareciera que si uno camina bajo la lluvia tiene que abrir la boca para no ahogarse con los casi baldazos que caen del cielo. Pero también hay gritos. Escucho gente que se grita entre sí dándose aliento para caminar más rápido o para correr, como si corriendo uno se mojara menos. Algunos autos pasan rápido y hacen ola con el río que se armó en la vereda y a mi me divierte porque no tengo que estar afuera y puedo sentir, por un ratito, que estoy en medio de un mar un poco revuelto: mi imaginación se da panzadas con las tormentas. La gente que viaja en colectivo mira por las ventanillas y el espectáculo que hay afuera los hace pensar, de ésto estoy prácticamente segura: "por favor que pare de llover cuando tenga que bajarme". Pasan varios personajes en bicicleta e imagino que debe ser muy difícil tener que pedalear con todo ese agua cayendo encima de uno y con todo ese viento en contra golpeando con violencia en la cara.

De este tema me gusta

-La pandereta

-Todo

Uno se va dando cuenta

Uno se va dando cuenta cuando el otro empieza a alejarse. No es algo tan explícito como el dejar de hablar o de contestar llamados o de contestar mails. Tal vez sean esas respuestas, esas palabras, las que de alguna manera dejan en evidencia que el otro se está yendo. Las miradas esquivas, las pausas en la charla, algún silencio tapado por el ruido frenético e inarmónico que escupe el televisor. La ausencia o la presencia, que te escuchen o escuchar, hablar o no hablar. La distancia expresada en esto: que te de lo mismo. Y cuando el otro se aleja la distancia aumenta tanto que ni siquiera a los gritos existe comunicación. Las palabras, aunque estén presentes, están como vacías, ya no hay sorpresas. La llegada de la confianza deja un lugar inmenso para que las parrafadas hirientes tengan su espacio y caminen cómodas, esa distancia aterra y es imposible de achicar. Uno se va dando cuenta de la automatización y de la rutina, del te quiero por costumbre y del beso chiquito casi por obligación. Uno se va dando cuenta de que las palabras se vuelven difusas y pierden tanto poder que decirlas, hablarlas, nombrarlas, puede, incluso, volverse doloroso. Uno se va dando cuenta y trata de caminar por esa distancia cada vez mayor pero del otro lado el otro se aleja tanto y tan rápido que es imposible alcanzarlo y cuando uno se va dando cuenta de todo esto se entristece y los pasos son cada vez más lentos y espaciados y se vuelve todo pesado, cuesta arriba. Uno empieza a quedarse sin aire.

viernes, 17 de junio de 2011

La pareja que viajaba atrás mio hoy por la tarde

-¿Ésta es Cordoba?
-¿Qué dice el cartel?

***

-Entonces la profesora..
-No me interesa.
-Bueno, pero ¿sabés lo que dijo?
-No me interesa.

***

-Gor, no me hablés más.
-No, pero escuchame.
-Te dije que me duele la cabeza, no seas estúpida.
-Entonces abrazame.
-...
-Más fuerte abrazame.

***

-¿Te llamaron los putos?
-Gorda, no hablés así.
-Bueno, los gays...
-Hablá bien pelotuda, no sos una negra de mierda.
-Bueno, ¿te llamaron esas buenas personas?
-Sos una estúpida.

***

-Me estás haciendo doler.
-...
-Me estás haciendo doler, boluda.
-...
-Pelotuda, basta, ¿no entendés?
-Ay, bueno, qué carácter de mierda.
-Ahora vas a ver como dolía.
-Basta.
-No. Vas a ver cómo dolía.

Y evidentemente a ella le dolió mucho, porque se levantó y se quedó parada al lado de él.

***

-Sentate, pelotuda, sentate que me bajo yo.
-Vos no te bajás y yo no me siento.
-Vos no vas a decirme qué hacer.
-No me voy a sentar.
-Te dije que te sentaras.
-...
-Sentate.

Y ella se sentó.

-Abrazame gor.
-Por qué.
-Porque me gusta que me abraces.
-Bueno.
-Más fuerte.

Pantalonuda

Mi novio me reta vía mensaje de texto porque hace varios días que estoy dando vueltas para mandar un mail para un taller que quiero hacer.

Recibo el mensaje.
Mando el mail.

Recontra pantalonuda.

Nada interesante

Se suponía que ahora que iba a tener las mañanas libres iba a hacer todo lo posible para levantarme medianamente temprano y aprovechar para hacer las cosas que con un horario de nueve a dieciocho no podía hacer. Lo único que estoy haciendo es dormir. Hace unos días dormí tanto y me levanté tan tarde que estuve con dolor de cabeza hasta las cinco de la tarde. Esta semana fue casi una pérdida de tiempo absoluta y eso por un lado me enoja muchísimo y por otro me indica que estaba muy cansada o que soy lo más vago que puede existir en el universo. Me inclino por la primera porque la segunda me vuelve a enojar, y enojo + enojo es una combinación de la que hay que huir. Tengo proyectos y cosas por hacer y pensaba que las mañanas me iban a servir para avanzar con eso porque antes, cuando llegaba del trabajo a las siete, me justificaba con el cansancio de todo el día, y me bañaba, cocinaba, comía y ya eran las once de la noche y a las once de la noche lo que se hace es mirar películas o series y no ponerse a investigar sobre una banda para la que prometí un post para el blog colectivo.

jueves, 16 de junio de 2011

La felicidad de la cena simple

Hoy no importa tanto la hora demencial en que llegaré a casa, porque sé que me espera en la heladera una milanesa de ayer que será acompañada por fideos con manteca. Eso me hace sentir feliz anticipadamente.

Eso y que hoy me avivé: antes de partir al trabajo tarde/noche ordené el departamento, guardé ropa, lavé platos, hice la cama y dejé cargando una película. Voy a entrar y va a estar todo impecable. Eso también me hace sentir la persona más dichosa del mundo.

Creo que me conformo con muy poco.

Nota a mi misma

Bueno, cortala.
Ya te estás poniendo pesadita.

martes, 14 de junio de 2011

Lo dejo a tu criterio

Mientras me bañaba pensaba que mi novio y yo no tenemos ningún apodo meloso. Quiero decir: eso no lo pensaba, eso ya lo sabía. Lo que pensaba, en realidad, era si no tener un apodo meloso, algún código interno medio vergonzoso, es en realidad una prueba de madurez o un evidente signo de desamor.

Me hicieron reir a mi también

Recién volvía de trabajar en el 168 y atrás mio dos chicos se reían mucho y se burlaban porque en su terciario/carrera universitaria/colegio nocturno le decían "break" al recreo.

domingo, 12 de junio de 2011

Me pregunto qué se le pasa por la cabeza a un pibe que sale con vos y al final de la cita te dice "te felicito" y cuando le preguntás por qué te contesta "Por haber salido conmigo".

Me gustan los nervios que se sienten antes de una primera vez.

Algo así

Domingo, ocho de la noche, primer momento de silencio del fin de semana. A veces me quejaba de la soledad y el aburrimiento, o de la soledad y la tristeza o de la soledad y el bajón dominguero. El bajón dominguero, ese que todos conocemos, que aparece sin motivos a las siete de la tarde del domingo y se instala y tiñe todo de un azul melancólico. El bajón dominguero, ese en el que el zapping se vuelve la actividad más activa. O ese en el que de repente estás viendo una película de juicios boludos o una de mujeres golpeadas doblada al español. Es bastante cruel el bajón dominguero.

Ayer a la tarde, casi noche, sentí que me pesaba muchísimo el cuerpo, no tenía ganas de hablar ni de moverme y llegué a la casa de Juan casi con mal humor. No había pasado nada raro, pero yo estaba cansada y hablaba con monosílabos o decía bien, muy bien, me voy a bañar. Después del baño la pesadez pasó, pero mientras me bañaba identifiqué qué me pasaba: estaba cansada de estar con gente, y todavía me quedaba una cena con amigos por delante y, tal vez, ping pong o bowling. Demoré más de lo habitual en el baño porque cuando lo único que escucho es el agua correr, mis pensamientos fluyen más tranquilos (fluyen, dije). Después se me pasó. Terminé de bañarme y ya no sentí el cuerpo tan pesado y pude contar las mil cosas que hablé la noche anterior con amigas y lo rica que me salió la comida (comida con la cual pude defenderme cada vez que mis amigas se quejaron de que no respondo el teléfono o me olvido de contestar mails: "vos sos una mierda", "¿cómo me van a decir mierda con todas las cosas ricas que les preparé?"). Después pude hablar con los amigos de la cena pero ya no tuve fuerza para salir. Hoy, de nuevo, me levanté liviana y acepté ir al asado donde estaba invitada pero después del asado que estaba increíble y las golosinas de postre y el mate de la tarde, mi cuerpo dije ya está. Y acá estoy, domingo, ocho de la noche, disfrutando un poco el bajón dominguero y el silencio, la tranquilidad, el no tener nada que hacer.

Creo que tengo un límite. Mi cuerpo y mi cabeza no están preparadas para la interacción social sin pausas. Cuando era más chica salía el viernes, el sábado durante el día me llenaba de actividades, a la noche salía y los domingos de nuevo hacía mil cosas. Todo con gente. Crecí y me volví un poco más solitaria, no sé si será sólo la edad, tal vez es una combinación de edad, clima, cansancio, nervios. Ya no estoy para interactuar viernes, sábado y domingo. Mi cabeza necesita esos momentos de silencio y soledad que son los que antes me daban miedo. Ya no me siento sola cuando estoy sola y el silencio no me parece algo temeroso. El silencio y la soledad son también mi compañía, y hago cualquier cosa o no hago nada, pero siempre los disfruto.

jueves, 9 de junio de 2011

Fans

Ayer, además de la excursión al centro, tuve que ir hasta Belgrano a hacer una cola en un banco para cobrar un cheque que finalmente no pude cobrar porque los cheques cruzados se tienen que depositar sí o sí y bueno, eso, una hora de cola al pedo porque no pude cobrar y ni siquiera pude depositar porque no tengo cuenta. No importa, cosas que pasan. Resulta que como estaba en Belgrano y tenía tiempo caminé un rato mirando algunas vidrieras y volví a espantarme porque los precios de la ropa son imposibles, casi exagerados, una remera de algodón mangas largas no puede estar $145 sólo porque sea de una marca conocida. Tampoco importa, me estoy yendo por las ramas. Llegando a Cabildo y Juramento vi que había mucha gente acampando en una vereda y me intrigó muchísimo, pensé que estaban esperando un micro, que eran esos contingentes que vienen del interior a comprar mercadería al por mayor para después revender en sus provincias y pueblos, pero estaban todos muy acomodados, hasta había gente con reposeras y frazadas, todos muy encorvados y ajustando el cuerpo para protegerse del frío. Algunas mujeres tejían, algunos hombres hablaban entre sí, algunas chicas dormían una placentera siesta. Me había olvidado del tema hasta que recién, haciendo zapping, me entero que Ricky Martin estaba por firmar ejemplares de un ¿libro? en el negocio cuya vereda estaba ocupada por lo que, ahora me doy cuenta, eran esas fanáticas y fanáticos empedernidos que por un autógrafo (justo vengo pensando en el valor simbólico del autógrafo hace varios días, no sé por qué) son capaces de acampar en la fría vereda de un local tristísimo de Belgrano.

De una excursión al centro a la extrema soledad

Le digo "el centro" a todo lo que quede pasando Corrientes y Callao. Antes, cuando vivía en Ramos, le decía "el centro" a todo lo que quedara pasando Liniers y ahora, aunque las distancias se hayan acortado muchísimo, el centro me sigue pareciendo un lugar lejano, casi como un universo paralelo. No estoy orgullosa de ésto, el centro ahora me queda cerca y me planto con la excusa de la larga distancia porque detesto salir de mi casa e ir para esos lados.

Ayer no me quedó otra y tuve que ir a Tribunales y aunque me parecía que iba a perder todo el día viajando y aunque estuve desde el día anterior maldiciendo porque no quería salir con el frío a un lugar tan hostil como "el centro", lo cierto es que Tribunales me quedaba a un subte de la reunión que tenía previamente, una reunión en la que una vez más mi incapacidad de expresiones salió a la luz: estaba contenta por todo lo que se hablaba pero a la vez estaba tímida y callada y solamente al final dije que me encantaba la idea. Me costó bastante exteriorizar esa sensación.

En Tribunales descubrí el submundo de los abogados, muchos señores mayores llevan el saco sin ponérselo completamente, más a modo de capita, y a la noche probé cómo sería llevar un saco a modo de capita y me pareció de lo más incómodo porque hay que levantar los hombros y convertirse un poco en Juan Sin Cuello para que no se caiga. Supongo que ellos estarán más entrenados y por eso no les cuesta y seguramente hasta les resulte cómodo. También vi en la puerta de Tribunales una subespecie de vendedores ambulantes que vociferaban que había salido la reglamentación (no creo que el nombre exacto fuera ese, pero es el que se me viene a la cabeza) y vendían entonces una fotocopias abrochadas. Me imaginé a chicos del centro de estudiantes de Puan vociferando "El apunte que te faltaba de Derrida, acá lo tenés, a Derrida, acá lo tenés" y me reí por dentro, tampoco es para andar haciendo papelones en la vía pública. Me llamaron muchísimo la atención las librerías especializadas que hay en la zona y lo feo que son los libros de derecho, pareciera que lo dicen adentro es tan importante que se quedan sin energía para diseñar una tapa con onda. Había de dos tipos: unas tapas blancas con franjas de un color donde se sobreimprimía el título, o los clásicos "de abogado", negros o bordó con letras doradas o plateadas. Había muchísima gente que iba y venía y por la vereda había que andar pidiendo permiso y rogando que no viniera uno de atrás medio apurado que te atropellara porque justo el de adelante tuyo se había parado en seco para ver lo que ofrecía el vendedor ambulante. Una locura. El centro es una locura y por eso prefiero seguir pensando que me queda lejos.

Hoy también tuve que salir de casa porque no siempre se puede trabajar desde casa y eso me apena muchísimo porque ya estaba acostumbrándome a andar en piyama con la cintura suelta y el buzo más grande del mundo. Es cómoda la vida del freelancer. Hoy tuve que salir a trabajar, fui a una productora donde estaba solamente yo. No tenía ni internet, así que pasé el día incomunicada y volví a la noche esperando tener mails divertidos pero de catorce sin leer, solamente tres eran específicamente para mi. Fue un contraste bastante llamativo, ayer estar en un lugar tan lleno de gente y hoy en un lugar completamente silencioso y en absoluta soledad. Extrañé un poco el movimiento de ayer pero sé que no podría soportarlo más de dos o tres horas seguidas. La vuelta en colectivo fue amena porque al estar en silencio todo el día, me propuse prestar atención a lo que pasaba alrededor para no perder de vista que sigo siendo un ser social o algo similar. En la parada del colectivo había varios chistadores anónimos, de esos que no soportan que el colectivo tarde y se ponen muy nerviosos y empiezan a murmurar cositas feas sobre el país, el mundo y la vida. Hay que tener cuidado con los chistadores anónimos porque siempre están en busca de alguien que haga contacto visual con ellos para decir "qué barbaridad" o despotricar contra algo. Durante el tiempo que esperé el colectivo me la pasé mirando al suelo o al horizonte lleno de edificios. Después, ya en el viaje, el señor que estaba sentado al lado mio roncaba mucho y despedía un olor como a pis. Al lado mio iba parada una parejita que cantaba temas de Sandro sin mucho conocimiento, cantaban "Rosa rosa tarararararara". La chica de la parejita le dijo al chico: "¿Viste El ladrón de orquídeas? Leí el otro día que todo es real, los personajes, la historia, todo. Es todo circular de la realidad".

"Circular de la realidad" repetí mentalmente, para no olvidarme.

miércoles, 8 de junio de 2011

Yo también fui una mujer-niña y por eso me repelen las mujeres-niñas

No me gustan las mujeres-niñas. No me refiero a las que hablan como bebés porque eso ya está más allá de toda mi comprensión, estoy hablando de las que se comportan como niñas con sus parejas. Que reclaman atenciones como si sus parejas fueran sus padres y no sus pares (¿será la diferencia de una letra la que trae la confusión?). No me gusta que las mujeres-niñas hagan caprichito por cualquier cosa y que pidan como si fueran un nene empacado que llora y grita "comprame comprame comprame". No me gustan las mujeres-niñas por varios motivos, pero especialmente porque se colocan en una posición en la que necesitan protección, en la que necesitan ser defendidas de algo que no sé si alguna puede identificar. No me gusta esa posición de hija víctima aplicada a una pareja (aplicada a la familia no sé, tendría que pensarlo un poco). No me gusta porque esa posición implica que el otro es quien tiene que protegerla y cuidarla, como si ella no fuera una mujer de equis cantidad de años que puede cuidarse y protegerse a sí misma. Y del otro lado, por supuesto, no me banco a las parejas de las mujeres-niñas que adoptan el rol paternal (o maternal) y las cuidan y defienden de algo que, repito, no saben ni ellos mismos qué es.

martes, 7 de junio de 2011

Las obligaciones esporádicas

Cuando empezás a no tener obligaciones, cada obligación esporádica que aparece se transforma en un camión de obligaciones y en dos caballeros que te dan latigazos en la espalda para que sigas trabajando y no pares ni para comer ni para dormir ni para vivir. Es fácil acostumbrarse a no tener obligaciones y por eso, cuando aparece un cumpleaños familiar o una reunión ineludible, las cosas se vuelven espantosas y el mal humor es la constante del día.

Cosas que me hacen muchísimo daño

Estar con la computadora en la cama, toda calentita y aclimatada, y tener que salir de ese microclima perfecto para dejar la computadora en el piso y dormir. Como que en todo ese proceso se me va el sueño y se me viene el frío.

Taras

Tengo una tara imposible de sanar con la palabra absorber. Siempre la escribo las dos veces con B pero me hace ruido y cambio la segunda B por una V y me sigue haciendo ruido y sí o sí tengo que chequear en un diccionario. Es una tara que me acompaña desde tercer grado.

También tengo una tara con las definiciones de bucólico y abúlico, las voy intercambiando y siempre termino preguntándole a alguien qué significa cada una porque se me confunden.

Y por último, tengo la tara del de que. Nunca termino de entender cuándo está bien usado y cuándo no. Me hago la preguntita como me enseñó El Perro. Por ejemplo: tengo miedo de que me ataquen las cucarachas es correcto porque la pregunta sería ¿de qué tenés miedo? (¿está bien, perro, lo que estoy diciendo?). Pero ni siquiera así estoy segura. Tengo miedo de que me ataquen las cucarachas me sigue sonando difícil y raro. Pero puede ser que sea porque estamos en tiempos de lucha contra el dequeísmo y en esa lucha muchas veces terminamos cayendo en el queísmo.

lunes, 6 de junio de 2011

Momentos lindos (III). Edición: Ama de casa se nace

-Acostarse en una cama con sábanas limpias.
-Que en la pileta del baño o en la bañadera no haya pelos ni propios ni ajenos.
-Abrir las ventana para ventilar aunque sea invierno.
-La heladera sin recipientes con contenido misterioso.
-Tener aspiradora.
-Que la rejilla esté curtida y realmente absorba líquidos.

Contradicciones

Ayer vi la biopic del Dr. Muerte (cuando empecé a verla me pareció medio plomazo y paré para mandarle un mail a mi novio donde le decía, entre otras cosas, que cuánta entereza, el Dr. Muerte, para aceptar ese sobrenombre sin chistar y hasta sentirse orgulloso de él, qué clara la tenía). Cuando se murió mi hermana todos dijimos, con muchísimo dolor, que hubiera sido mucho peor que quedara, por ejemplo, cuadripléjica, y que de un día para el otro ella, que era tan deportista y culo inquieto, de repente no pudiera hacer nada. Y resalto que lo decíamos con muchísimo dolor y hasta con un poco de miedo porque es medio una mierda decir: es preferible que haya muerto a que quedara muerta en vida. Yo no sé qué pasa después de que uno se muere. Algunos días me levanto medio creyente y pienso que los muertos están pasándola bomba en un paraíso donde están todas las cosas que amaron en su vida y que son capaces de hacer mil millones de cosas más, y otros días me levanto más pesimista y pienso que uno se muere y chau, fue, no hay nada más. De una u otra manera, los que quedamos vivos somos los que tenemos que afrontar y sufrir y aceptar la muerte de alguien que quisimos. Es doloroso y muy difícil, hay que ponerle muchísimo esfuerzo y seguir adelante, hay que aprender a aceptar la muerte. Anoche, entonces, miraba la película y pensaba no sólo en la gente que decidía suicidarse porque realmente no le quedaba más lugar para el sufrimiento, porque no podía más, porque los dolores eran peor que la muerte, y pensaba en las parejas y familiares de esa gente que decidía matarse y en esa aceptación: si quiere morirse porque no-puede-más, que se mate. Aceptar esa decisión (que tu marido de toda la vida, enfermo hace treinta años, diga "basta") es un acto de amor inmenso, es dejar de pensar en uno y pensar en el otro, en que realmente el otro ya no tiene ni un gramo de nada para seguir adelante. Y veía en una escena un viejito a punto de morir, agarrado de la mano de su esposa, diciéndole "gracias" y ella diciéndole "te amo" y me pareció un gesto desgarrador pero a la vez lleno de amor y alivio. Y me sentí un poco hija de puta.

domingo, 5 de junio de 2011

Momentos feos (III). Edición: Ama de casa desesperada

-Que la ropa se haya secado con un olor de raro tirando a feo.
-Tocar la ropa para ver si se secó y no poder identificar si está fría o húmeda.
-Planchar.
-Ver que alguien está por tirar cenizas de un cigarrillo sobre el plato donde recién se comió.
-Que la rejilla de la cocina tenga olor a vómito.
-Que se haya agujereado la bolsa de la basura.
-Acostarse y que la cama tenga migas.
-Mancharse con lavandina.

Felicidad

Me aterrorizan muchas cosas, algunas bobas como las cucarachas y la oscuridad o la muerte y la soledad, pero lo que más me aterroriza es ser infeliz. No sé si es una cuestión que uno pueda controlar demasiado, algunas cosas son dadas y no hay manera de evitarlas (algún trabajo feo, algún dolor que te deje tirada en la cama) pero hablo en otro nivel, ese nivel en el que no quiero que la infelicidad sea mi modo de vida. Vine pensando ésto durante toda la semana porque algunos conflictos familiares hicieron que mi cabeza explotara y que, a pesar de las condiciones preciosas en las que me encuentro ahora, yo anduviera medio cabizbaja o triste o introvertida o un poco de todo. Dormí unas siestas monumentales y cuando duermo ese tipo de siestas sé que hay algo que no está del todo bien y a veces puedo identificarlo y a veces no. Lo que decía de la infelicidad no tiene que ver con el pesimismo, soy pesimista y me gusta ser pesimista porque hay pesimistas oscuros y pesimistas radiantes y yo creo que ahora, a los veintisiete, me ubico en el segundo grupo. Por ejemplo hace dos años (y antes también) yo estaba en el primer grupo, el de los pesimistas oscuros que piensan que todo está mal y que todo va a estar peor, o que el amor no existe, o que la vida es una mierda. Ahora soy pesimista radiante y casi (enfatizo el casi) todo lo negativo de mi vida me da risa. Me quejo por cosas chiquitas como que mi casa está sucia o me quejo por cosas grandes como que no estoy en condiciones para bancarme los conflictos familiares y ponérmelos al hombro porque son demasiado pesados y yo estoy muy flaquita pero después me río porque los conflictos familiares son pasajeros algunos e inevitables los otros. ¿Y qué hacer con lo inevitable o inmutable o imposible de eliminar? Nada, no se puede hacer nada, y tampoco puedo dejar que ese pesimismo familiar me parta la felicidad que tanto me cuesta conseguir. No tengo bien en claro qué es la felicidad, no puedo dar una definición exacta porque la felicidad no está dada por una fórmula básica o por un listado al que le tildás todos los ítems y, listo, sos feliz. Sí puedo decir que hace unos años dejé de oscurecerme todo el tiempo, dejé de hacerme cargo de cosas que no me correspondían y dejé de acercarme a gente que me hacía mal (acá hay algo clave: hace un año me enamoré de un chico que es, además de la persona más graciosa e inteligente que conocí en mi vida, también el más bueno; o sea: dejé de enamorarme de boludos egocéntricos y eso me dio vuelta la cabeza). Me encantaría decir, también, que dejé de sentirme afectada por la mirada de los otros pero eso no, tampoco existen los milagros y si existen no sé si aplican a la personalidad de la gente y no creo que haya algo que de repente haga que mi autoestima suba. Hoy soy feliz y me gusta ser feliz y me gusta que ésta felicidad la haya logrado sola, con mucho trabajo introspectivo y con mucho esfuerzo, porque no es fácil identificar los defectos e intentar cambiarlos y siempre hay recaídas y momentos de mierda. Hoy soy feliz a pesar de las cosas que podrían hacerme infeliz, hoy puedo reírme de lo mucho que lloré ayer y puedo decir sin ningún problema que tuve una relación enfermiza que duró cuatro años y puedo no echarle toda la culpa a él porque hoy en día puedo identificar, también, todo lo que yo hice de mal (ser hinchapelotas y celosa en una primera instancia y, en una segunda, esperar milagrosamente que el otro cambiara). Puedo decirlo porque ya no me da miedo ni vergüenza decir que me equivoqué, y porque me di cuenta que puedo ser feliz sin tener la necesidad de alcanzar una perfección imposible, sin tener que satisfacer todo el tiempo al otro (ser buena hija, ser buena estudiante, ser buena trabajadora, ser buena y nada más), porque me di cuenta que la felicidad es posible y que si yo, con todas las cosas buenas que me pasan en la vida, no soy capaz de ser feliz, entonces estaría completamente jodida.

sábado, 4 de junio de 2011

Medida

Toda mi ropa equivale a dos cargas de lavarropa: una de ropa clara y una de oscura.
Y nada más.

viernes, 3 de junio de 2011

El tiempo libre

No estoy acostumbrada a tanta cantidad de tiempo libre. Tiempo para mi, para hacer lo que tenga ganas de hacer o para no hacer nada. Tiempo para mirar películas todo el día, leer todo el día, escuchar música todo el día, dormir todo el día o limpiar todo el día. No entiende, mi cabecita de oficina, tener esta cantidad de tiempo y se atolondra con tantas cosas por hacer que algunos días termina por hacer nada. Estas mini vacaciones en un invierno que se está poniendo demasiado denso para mis pies que siempre están fríos, me gustan tanto que no quiero que se terminen. Me puse al día con cosas familiares y pude escuchar, sin dormirme, todas las tristezas que tiene mamá y también todas sus alegrías: acá no conté que mamá ganó dos medallas por dos primeros puestos en carreras de natación. Tampoco conté que mi papá lloró cuando ella se subió al podio para recibir las medallas. Tampoco conté que yo no estuve y eso me estruja el corazón. Tengo muchos filtros, acá, y cada vez que vengo a postear y escribo, borro, escribo, borro, se hacen evidentes.

Estaba con lo del tiempo libre y mi cabeza que no se acostumbra a este ritmo desparejo de levantarme un día temprano y al siguiente quedarme en la cama hasta el mediodía. Me lleno de posibilidades que raras veces se concretan: ir a Once lo tengo pendiente desde el mes pasado y todos los días encuentro una excusa perfecta para no salir de acá. No tener obligaciones es, para una persona rutinaria, como si te depositaran en un laberinto que no tiene salida: por un lado es entretenido y desafiante, pero al rato cansa y desespera. Tengo que acostumbrarme a no tener obligaciones y tengo que obligarme a no quedarme en la cama todo el día, porque después ando con dolores de cabeza interminables, que aturden, que golpean, y no es porque no duermo sino porque duermo demasiado y demasiado caliente. Tengo esa teoría rarísima y para nada comprobada de que dormir muy calentito abomba la cabeza y por eso después estos dolores. Seguro que nada que ver.

No sé cuánto durará la fiebre de pilates

Grandes avances se sucedieron esta semana: empecé pilates.

Después de los dos puntos había empezado a redactar una lista de cosas preciosas que hice esta semana pero después me di cuenta que toda esta alegría que tengo encima se debe al ejercicio físico. Es una mierda, en general, el ejercicio físico, y es poca la gente que lo hace porque realmente le gusta. La otra gran mayoría vamos porque empezamos a notarnos oxidados, no podemos correr el colectivo y cada vez que andamos en bicicleta las rodillas hacen más ruido que una puerta sin aceite.

Pilates. Llego tardísimo a la moda del pilates. Las chicas adeptas al ejercicio físico hicieron pilates en el 2008/2009 (incluso antes). El año pasado hicieron power plate, pero antes, ponele en 2006 el furor era fight-do y antes, bastante antes, se curtía mucho el step. Yo tengo mucha teoría de gimnasio porque fui muchísimos años pocas veces. O sea: en el 2006 hice dos meses de fight do, en el 2007 nada, en el 2008 algunos meses de localizada y así, esporádico, de a chorros o goteras, dependiendo de cuán gorda me sintiera en el momento.

Pilates. Eso. Se hace en medias, ojo con eso las chicas y chicos que vayan a empezar, no sea cosa que terminen como yo, pasando papelones imposibles producto de mis medias rositas y feitas que al lado de las decoradas de mis compañeras o las específicas de la profesora (tienen una especie de antideslizante en la planta) daban ganas de llorar. La profesora te toca los pies, te toca la espalda, te toca la cintura. Es una disciplina muy toquetona y por ese lado hasta me resultó invasiva. No sé si alguna vez lo dije acá, pero a mi no me gusta que me abracen, que me toquen, que me demuestren cariño, me pone nerviosa y no sé bien cómo manejarlo. Me pongo como durita y espero que pase el mal momento del abrazo.

Decía que por el lado de la profesora tocándote los pies (por más que estén limpios y con unas medias preciosas, nunca dejarán de ser pies) me resultó un poco invasiva, pero por el lado del ejercicio en sí me pareció amigable con el cuerpo y hasta cariñoso: pilates es un mimo para el cuerpo. Me pareció todo lo contrario a las disciplinas como el fight do que, desde el nombre, me resultan violentas y llenas de ira. Y no lo digo porque sea un deporte en el que se tiren patadas al aire o piñas o similares: me parece violento porque es bruto, hosco, demasiado musculoso y transpirado, con piel brillosa y peinado con gel, y encima con patadas y piñas. Pilates, en cambio, me pareció suave, rosa, la camilla es cómoda aunque se parezca un poco a una camilla de rehabilitación, los movimientos son suaves, no hay que poner cara deforme cada vez que se hace fuerza (¿ves? pensá un poco en las caras que se ponen cuando se hacen aparatos y decime si esas caras no son violentas, esa cara tan ajustada, tan contracturada, eso no puede ser sano para el cuerpo), hay que pensar los movimientos y trabajar con lentitud y eso es una de las cosas que más me gustaron porque me hizo acordar a natación: en natación estirás el cuerpo y lo alargás con cada brazada y con cada patada, hay como un deslizamiento y no algo forzado, son movimientos naturales y cómodos, descontracturantes, que abren el cuerpo, que te obligan a ser consciente de las extremidades y de los músculos, movimientos cariñosos.

jueves, 2 de junio de 2011

Un cuentito sin desperdicios


Todo lo que puedan imaginar que hay detrás de este grupo rarísimo, es poco y no se compara en lo absoluto con lo que pasó realmente. Vayan y lean, prometo que les va a encantar.

Hace dos años era una persona muy triste

"Me enamoro de una casa que no tengo, de unos estantes que veo por ahí, del sol que entra por una ventana que no es la mía, de unas flores en un florero que no tengo, de un color de pared que jamás se me hubiera ocurrido. Me enamoro de una escena que tengo en la cabeza, la luz tenue, rico olor, un disco de Belle and Sebastian, un libro que nunca leí y una manta que no conozco. Una mesa ratona grande donde apoyo los pies. Me encanto con comidas que nunca probé y que nunca voy a cocinar. Me enamoro de mi viendo películas de equis director. Pienso en un perro que me hace fiesta cuando llego a mi casa o un gato que me abriga la panza en invierno, mientras yo duermo la siesta. Y mientras me enamoro de todas esas posibilidades, me lleno de trabajo y trato de no estar sólo conmigo porque si hay algo de lo que no me enamoro, soy yo." (Junio de 2009)

Ahora, no sé, me amo así como estoy.
Así como soy.

miércoles, 1 de junio de 2011

Abandono

Son tres puertas a lo largo de un pasillo. Abro la primera y encuentro cuentas sin pagar, folletos de lugares de delivery, un panfleto de una inmobiliaria con nombre gracioso, es como un cuadernito chiquito, parece un pasaporte, la última hoja tiene impresos unos sellos, como si fueran destinos turísticos, sólo que acá dicen: Coghlan, Colegiales, Villa Urquiza, Palermo. Me causa un poco de gracia y lo guardo en la cartera. Me encanta amontonar porquerías en la cartera. Más adelante, en el pasillo, el piso está cubierto de caca de palomas. Lo salto y miro rápido para arriba, las palomas vuelan sobre mi cabeza y no me causa nada de gracia. Corro a la segunda puerta, la abro. Hace frío. Nunca da el sol en ese tramo del pasillo. Está oscuro, y tanteo pero no encuentro el interruptor para prender las luces. Tengo miedo. Abro la tercera puerta. El patio al que da esa puerta está lleno de hojas secas de una enredadera que se está secando porque el dueño vecino, un gordo feo que siempre hace ruidos con máquinas de imposible reconocimiento, la cortó. Abro la puerta ventana y antes de meter un pie en la recepción desactivo la alarma: siempre que voy a desactivar una alarma pienso que voy a equivocarme de clave, que va a sonar, que va a venir la policía, que no voy a recordar la palabra secreta, que me van a llevar presa, que por suerte tengo un amigo abogado. La alarma se desactiva sin ningún inconveniente y la película de acción y suspenso de mi cabeza queda inconclusa: con el abogado nunca concretamos.

Adentro está todo igual. Lamparitas quemadas. Papeles en el piso. El depósito a medio desarmar. Cajas. Más papeles sobre los escritorios. El tacho de basura con una bolsa que explotó y escupe agua podrida, agua mezclada con café mezclada con yerba mezclada con el aceite de una ensalada. Hay olor. Prendo las pocas luces que todavía funcionan. Voy hasta la oficina y en la oficina las cosas están desacomodadas como si alguien hubiera querido acomodarlas y en la mitad de la tarea se cansó o se aburrió y dejó todo así, desacomodado.

Todo tiene tierra. Los muebles, el sillón, los monitores, el piso, las alfombras. Se me ocurre que falta muy poco para volver a ir y que los muebles estén cubiertos con una sábana blanca, como pasa en las películas de terror cada vez que los protagonistas entran a una casa embrujada o llena de fantasmas. ¿Habrá fantasmas acá? En el baño la tierra se multiplica y me da impresión bajarme los pantalones para hacer pis porque la tierra de ese baño no es la tierra normal que puede haber en un lugar sucio o en un lugar deshabitado: es la tierra de las hormigas, la tierra que las hormigas sacan cada vez que salen a pasear por esos agujeritos que hay en la pared. Salen, sacan tierra, toman aire, un paseo, una cita, y vuelven. Son montículos de tierra, tierra granulada, parece chocolatada, parece lindo, natural, salvaje. Pero es feo, no es chocolatada, es tierra, son hormigas negras y grandes, culonas, las veo caminar mientras hago pis y me apuro pero no hay manera de apurarse en el baño. ¿Debería pisar los montículos de tierra? ¿Confundir a las hormigas? ¿Que piensen en un huracán, en un terremoto, en alguna desgracia de esas que destruyen el mundo? Me da demasiado asco como para ponerme a pisar montículos y aparte, estas preguntas me las hago cuando ya salí del baño. Y ni loca vuelvo a entrar.

Flecuda

Vi una chica con bufanda con flecos, saco con flecos y botas con flecos. Me pareció un exceso, puero bueno, ustedes ya saben: yo de moda no entiendo nada.