lunes, 31 de mayo de 2010

Viernes en soledad no es lo mismo que sentirse solo el viernes

Un omelette que empezó como omelette pero terminó como huevo revuelto. Qué elegante, el huevo revuelto, si le tirás un par de semillas tostadas encima y lo rodeás con unas papas al natural con un hilo de aceite de oliva y pimentón. El plato coqueto, tragado, devorado, acompañado por dos vasitos de vino, porque dicen que el vino hace bien al corazón. En el cuaderno, quince minutos diarios de escritura es la nueva imposición, dice, entre otras cosas: acaba de ligarse el teléfono mientras hablaba con G. En vez de cortar me quedé escuchando y me moví por el departamento para captar bien el sonido, sin interferencia ni ruido blanco de por medio. La señora indignada, escandalizada, totalmente sacada, hablaba con el señor, indiferente, hastiado, cansado. La señora le decía "porque imaginate, harta me tiene. HARTA" (nota mental: era un "harta" con muchas erres: harrrrrta). "Todo el día cuidándola y cuando vuelvo a casa me llama para que le vaya a comprar un remedio. Yo no voy a ir ni loca" (nota mental ii: era "shama, vasha, sho").

Sentada desde la computadora veo la calle. Algunas hojas se vuelan, amarronadas y crujientes, y entran a mi departamento. Las miro y pienso mañana debería limpiar. Hay silencio. El silencio en mi casa es raro: no existe. Con tres líneas de colectivo pasando por la puerta y mi afán de abrir las ventanas aunque sea invierno porque me ahogo y no puedo respirar (y ni hablemos de la calefacción que me resulta asquerosamente sofocante) es imposible el silencio en el departamento y sin embargo hoy, viernes en soledad, hay silencio. Hasta pareciera que está arreglado: no están el rengo y sus amigos gritando como monos, comunicándose con un lenguaje extraño, en la casa de al lado, los autos pasan despacio y nadie toca bocina, el señor que todos los días llama a Graciela a los gritos hoy está callado (es literal: grita "Gracielaaaaa" y nunca recibe respuesta), el bar/ boliche de al lado está ¿cerrado? ¿insonorizado? ¿clausurado?. No hay adolescentes gritando, no hay escándalos en la vía pública. Hay silencio.

La combinación es rara: piyama, vino y gelatina. Como gelatina todos los días, la gelatina me hace feliz. Papá, por ejemplo, dice la gelatina es comida de hospital. Mis sobrinos miran la gelatina y el movimiento, creo que es el movimiento, les da impresión y le tienen miedo. Una amiga me dice que mientras no sea verde no es tan grave. Como gelatina roja, de frutilla, de frutos rojos, de cereza. Todas las gelatinas rojas en realidad tienen un mismo sabor, que no es frutilla ni frutos rojos ni cereza. Es gelatina sabor rojo. La gelatina con el vino tinto no combinan. El vino con el piyama sí. El piyama con la gelatina también. El piyama termina siendo el punto de contacto, lo que permite comer gelatina y tomar vino al mismo tiempo.

En el silencio de la noche, se me da por escribir. Escribo rápido y sin pensar. Escribo el final de un cuento, el comienzo de otro, miro uno que tenía empezado, lo borro. No termino uno, ni el otro ni el otro. En cero de nuevo. Las luces amarillentas de la calle iluminan el pavimento. Empezó a lloviznar. Me quedo mirando las gotitas finitas, pensando qué desagradable sería tener que salir en este momento hacia algún lugar. Desde mi ventana, en piyama y con vino, la llovizna se ve bien. Se siente bien: no se siente en el pelo, ni va humedeciendo la ropa. Me siento de nuevo en la computadora y sigo escribiendo. Escribo y borro, escribo y borro, escribo y borro. Escribo sobre la gente que podría suicidarse un viernes. No estoy de ánimos para hablar de suicidios. Hablaría mas de gelatinas rojas y gentes felices.

Sentada, ahí, la lluviecita esa que casi no hace ruido y un viento que mueve las hojas y anticipa una tormenta que venimos esperando hace varios días. Ladridos. El silencio inusual interrumpido por ladridos. Ladridos de perro grande. Algunas voces. Muchachita ansiosa de fácil intriga, me avalanzo contra la ventana y espío. Entonces no entiendo: hay gente, seis o siete personas. Cada una de esas gentes lleva un perro con correa. Todas las gentes hablan. Todos los perros ladran. Llovizna, y enfrente de mi casa hay seis o siete personas hablando y seis o siete perros que, supongo, también están hablando entre sí. Las correas de los perros, inquietos y ruidosos los perros, se enredan entre sí, mientras se gritan y se tapan unos con otros y las gentes felices, como si nada pasara, como si no percibieran los tironeos de las correas, ni esos ladridos que perturban el silencio. Como si los perros no estuvieran ahí. Los miro y espero. Digo espero porque, realmente, estoy esperando a ver qué sucede. No entiendo: ¿se juntaron a pasear perros? ¿son paseadores? ¿son amigos? ¿es una especie de mecanismo de defensa contra la inseguridad? ¿se conocen de antes? ¿o justo se cruzaron?. Pasa un rato, siguen los ladridos, siguen las voces, no pasa nada. Cierro la ventana. El vino me dio sueño y me quedé sin gelatina.

Pongo un capítulo de Lost. Inconcientemente retraso el final. No quiero que termine. Y eso hago. Retraso. Le doy play a un capítulo sabiendo que voy a quedarme dormida. Y aun sabiendo que voy a quedarme dormida no me acuesto. Me siento.

Me despierto de golpe. Son las cinco de la mañana. El televisor tiene la pantalla azul. Yo estoy sentada, con el cuello duro. Apago todo. Me acuesto. Me duele la espalda. La espalda y el cuello. Cierro los ojos. Se largó una lluvia torrencial.

viernes, 28 de mayo de 2010

Quién no lo ha hecho alguna vez

-Qué linda estás vestida.

-Gracias. Lo que pasa es que después tengo que ver a un cliente por un trabajo.


Mentira.
Me había vestido porque sabía que me lo iba a encontrar.

Cuando estoy llegando tarde a algún lugar, y el colectivo viene pronto, los semáforos están a mi favor o las barreras levantadas, pienso que sí, seguro, no hay dudas: Dios existe.

Al ratito se me pasa.

No es lo mismo (para nada lo mismo) que diga: "Estoy con una amiga", a que diga "Estoy con Maru".

jueves, 27 de mayo de 2010

Por un mundo mejor

Hagamos *algo* para que en el mundo deje de usarse la expresión "pololo".

La reina del melodrama

Como dice un commenteador en el post anterior: mucha telenovela. A veces pasa: me olvido que Montaña Rusa era de mentira y juego al dramón. Y en general, mi juego es conciente. Exagero, hablo de la traición amorosa de ese que salió conmigo una vez y (carencia mutua de onda entre los dos) no volvió a llamarme. Me convierto en el centro del universo. Todos ahí juegan a mis secundarios. Son los amigos fieles, el burrito de Shrek, la abuela incondicional, la amiga confesora, el perro siempre compañero. La reina del melodrama chilla. "Por qué a mi". La reina del melodrama se tira en la cama a llorar dándole la cara a la almohada, hundiéndose en el acolchado, o bien mirando al horizonte pensando "siempre voy a perder". La reina del melodrama se toma todo personal. Se siente desdichada. Perdida. Enamorada no correspondida. La reina del melodrama es empalagosa, atolondrada y pasional. No entiende el no y vuelve a llamar para decirle "maldito hijo de puta, cómo pudiste desenamorarte de mi". La reina del melodrama enloquece. Enloquece ella, enloquece a los demás. A la reina del melodrama hay que tratarla con cuidado: sus mecanismos ilógicos hacen que siempre vos seas el forro de mierda y la puta que te parió.

Juguemos. Un ratito. La reina del melodrama aburre. Es un mecanismo de defensa obsoleto (ya nadie quiere ser Maria la del Barrio, todas soñamos con Soraya Montenegro). Pero después olvidémonos de jugar. Paremos la mano. No exageremos ni pidamos mas de los que puedan darnos. Apaguemos el televisor. Mucho drama, drama, drama, hacen el melodrama mas empalagoso del universo. Ese merengue que de tan dulce nadie (nadie) quiere comer. El melodrama es mentira. Men-ti-ra. La vida no es melodrama. No inventemos donde no hay. Tengamos una amiga que nos baje de un hondazo (una cachetada virtual, un "pelotuda callate la boca", un silencio incómodo). Juguemos a la reina del melodrama sin olvidarnos que es un juego. Después volvamos a lo interesante: la comedia. Eso sí es la realidad.

Crisis telefónica

Yo le decía algo como:

Tengo miedo. Nunca mas en la vida me voy a enamorar. (pausa dramática). NUNCA. Soy como un señor malo que nunca se enamora. Que sufrió una o dos o tres veces por amor y tiró la toalla. Masculinicé mis sentimientos. No tengo mariposas en la panza ni me late fuerte el corazón cuando tengo cerca a alguien que me gusta. Me hice macho. Pero de esos machos que no se enamoran. Que juguetean y la pasan bien. No quiero que me pase eso. Me voy a morir si me pasa eso. (pausa dramática). ES LA MUERTE. Estoy agonizando. Sin amor uno se muere, y yo creo que me quedé sin amor. Sino, no se explica. Sola voy a quedar. Y me voy a creer que sola estoy bien. Voy a "ser sola" y yo no quiero "ser sola". Yo quiero necesitar a alguien. Quiero decir "te quiero", quiero escuchar "te extraño". No me va a pasar. Estoy segura. Al macho en el que me convertí no le suceden esas cosas. El macho a lo sumo, como mucho, en un exceso de bondad, dice "yo también". No quiero ser del grupo del "yo también". ¿Entendés? ¿Vos entendés que me estoy muriendo?

Y ella, al otro lado del teléfono, me respondió:

Primero: cachetada virtual. Segundo: disfrutá y dejá de hablar pelotudeces. Tercero: No seas María la del Barrio. Cuarto: ¿No será que tenés miedo a enamorarte y no miedo a no enamorarte mas?

Y todo volvió a la normalidad.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Todo un logro

Y atenti que no fue un: "Hoy no puedo", "Mejor otro día", "Se me complica" o "¿Mañana?". No. No. No. Fue "no tengo ganas".

No tengo ganas.


Deberían felicitarme

Sent

Sincerémonos. No sos lo que estoy necesitando. O, mejor dicho, vos no podés darme lo que yo necesito, nunca pudiste hacerlo, nunca te interesó. Cuando te necesité, no estuviste. Cuando te pedí amor me diste cariño y cuando te di distancia me pediste separación. Nuestras necesidades y entregas siempre estuvieron fuera de sincro. Vos siempre para un lado pidiendo, yo para el otro entregando. Vos dando lo que tenías, yo esperando mucho mas. No te echo la culpa: parte de todo es haber esperado algo que vos no tenías para mi y enojarme no porque no lo tenías sino porque no me lo dabas. ¿Cómo podías darme algo que no conocías? Entonces, partiendo de eso: no sos vos lo que necesito y tampoco sos vos quien puede darme lo que sí necesito, repito una, dos, tres veces el mismo argumento, y redacto tranquila: "No, no tengo ganas de verte". Sent. La tormenta de ansiedad, paró.

Conversaciones con mamá

Mamá: ¿Dónde fuiste?
M: A un cumpleaños.
Mamá: ¿De quién?
M: Un amigo.
Mamá: ¿Cuál?
M: El gay.
Mamá: ¿Estuvo bueno?
M: Muy divertido. Toda gente linda.
Mamá: Y, sí, es lógico.
M: ¿Lógico qué?
Mamá: El puto es puro amor. Siempre.

Y además había resuelto empezar a fumar menos, resolución que se repite todos los días de mi vida, y venía bárbaro, aguantaba hasta pasado el almuerzo, un cigarrillo post almuerzo no se le niega a nadie, y justo me llega, justo que venía bien y sin ansiedad, ese mensaje que te deja culo pa´l norte, ese mensaje de ese que siempre tiene un radar y sabe cuando estás necesitándolo, esa maldita brújula que explicame de dónde la sacás porque no podés acertar siempre, y salgo desesperada y me fumo un cigarrillo y me siento una boluda increíble, fumando y pensando qué decirte, qué contestarte, cómo decirte que no cuando lo único que quiero es decirte que sí.

Pasajero y olvidable, el ímpetu de activación

Luego de diez días de vacaciones y ningún (pero ningún) ítem tachado de las inmensas listas de "cosas para hacer" en el apartado "no me puedo seguir durmiendo en los laureles" de mi vida, retomo la rutina diaria de quedarme dormida, levantarme puteando, llegar al trabajo, pensar en el almuerzo etcétera etcétera.

Al mismo tiempo -en paralelo, tipo Lost, que todavía NO vi-, diez días de vacaciones y ningún ítem tachado han provocado en mi un descanso y un relax particulares que se infiltran en mi acostumbrada y tan amada fatiga crónica y me hacen tomar resoluciones de lunes un miércoles soleado.

Entonces, hoy, mientras venía en el colectivo, qué lindos los pajaritos, qué divino el sol de la mañana, qué bueno haber conseguido asiento, resolví: empezar el gimnasio, retomar la facultad, arrancar con la dieta.

Por suerte (reitero: POR SUERTE) sé que todo esto es delirio. Locura transitoria. Pelotudez extrema. Y, por sobre todas las cosas, sé que este ímpetu de activación, éstas ganas de hacer cosas, de ponerme en movimiento, es producto de ese relax que tengo ahora, pero que en un par de horas desaparece. Es algo pasajero. Completamente olvidable.

jueves, 20 de mayo de 2010

Que un muchacho que te gusta se acuerde lo que tenías puesto la primera vez que te vio, NO significa que esté perdidamente enamorado de vos. Por eso, querida minita, te pido: JUICIO con ese tipo de novelitas que la cabeza tiende a armar cuando apenas hay un vestuarista en la sala.

Malparida

Algunas noches (por no decir todas), porque no me queda otro remedio (porque jamás voy a reconocer que me enganché), porque combina bien con mi tejido, miro Malparida. De la novela, básicamente, me sorprende lo extremadamente mal que actúan todos, absolutamente todos. No termino de entender si están haciendo un personaje malo que a la vez se hace el tonto que a la vez es un pajero que a la vez se hace el gracioso que a la vez no puede decir dos líneas de diálogo o si, simplemente, juntaron a toda la bosta actoral argentina y la metieron en el primer time para que las imbéciles como yo tengamos algo para putear todas las noches. Pero, además, me intriga cómo es el proceso por el cual termino enganchada con semejante basofia o por qué, al perderme un capítulo, tengo que llamar a mi madre para que me ponga al tanto (con mi madre nos une el amor por la telenovela, todas las mañanas recibo un mensaje que dice, cito textual: "¿Viste la nove?")

Lo único (único, dije) que rescato son esos segundos por capítulo en que me saco el gusto y me divierto sola diciéndole a la pantalla: Ah, pero vos sos una auténtica (insert voz de locutor) MALPARIDA.

A pesar de todo, seamos sinceros: el primer paso para superar un problema, es reconocerlo.

Querida Marta

Te lo pido por favor, sin importar la hora que sea, ponete los ruleros, llamame y contame cómo te fue en la cita. La intriga no me está dejando dormir.
Te ama,
Roberta.

lunes, 17 de mayo de 2010

miércoles, 12 de mayo de 2010

Angustia oral

Sentada en el escaloncito de una casa, una chica preciosa comía con desesperación una hamburguesa, dando mordiscos gigantes y atragantándose con los pedazos de pan que apenas masticaba antes de tragar. En la otra mano, otra hamburguesa, todavía con su envoltorio, esperaba que esa boca atolondrada la deglutiera de una vez. Miré a la chica algunos segundos, y me dieron ganas de abrazarla y prometerle, con una mano en el corazón, que esto también pasará.

El detalle

Remera negra, sacón negro hasta las rodillas, pollera hasta los tobillos negra, medias negras, zapatillas tenis blancas.

lunes, 10 de mayo de 2010

Proyección

-¿Podemos decir que ya estamos en el camino del histeriqueo?
-Sí, pero en la entrada. Nada más.
-Eso, nada más. Porque después nos ilusionamos...
-Y termina saliendo todo mal.
-Y nos tenemos que meter el vestido de novia en el orto.
-Y encima perdemos la seña del salón.

domingo, 9 de mayo de 2010

Cada vez que digo rap en lugar de hip-hop o marcha en vez de música electrónica, me siento mi vieja cuando dice disco, o pub.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Recién pasé con el colectivo por un comercio por el que debo pasar absolutamente todos los días, pero nunca me había llamado la atención. Se llama "Clínica del zapato", y me hizo recordar al "Hospital de muñecos". Ahora no puedo parar de cantar hacia el viejo hospital de los muñecos, llegó el pobre Pinocho mal herido, etc etc.

Apagué el televisor cuando apareció Jezabel vendiendo un aparato para adelgazar. sumarle al sueño del violador que estoy gorda y Jezabel me persigue con ese aparato, me parece un poco demasiado mucho.

martes, 4 de mayo de 2010

Pesadilla

Sueño que están a punto de violarme. Lo soñé, por primera vez, hace casi un mes. Y desde esa vez, volví a soñarlo tres veces mas. Es siempre el mismo sueño, siempre el mismo señor: grandote, de pelo largo, alto (muy alto). Toca el timbre de mi departamento y yo le abro. Le abro, pero con temor: es un ex que viene a recuperarme. Quiere recuperarme con fuerza y violencia. Tiene los ojos colorados y está transpirado. Yo corro y (no sé cómo) logro echarlo de mi casa. Me tranquilizo, pienso que lo peor ya pasó. Empiezo a escuchar golpes: es el señor, ese señor, rompiendo todo en el pasillo. Yo lo espío por la mirilla. Rompe puertas, golpea paredes con sus puños. Camina atolondrado. Los vecinos salen al pasillo, pienso que con los vecinos afuera no puede pasarme nada. Lo miran en silencio: ellos no hacen nada, y él ni siquiera nota que están ahí. Va de un lado del pasillo al otro. Corre y grita "abrime". No le abro, pero sigo espiando. Me hago pis encima. Y mientras me hago pis encima, empieza a golpear mi puerta. Me alejo de la puerta, toda mojada, llorando, y empiezo a gritar. Abre mi puerta y se tira encima mio. Me despierto.

Me despierto absolutamente transpirada y temblando. La última vez que lo soñé, incluso, me desperté llorando. No puedo destaparme, tengo miedo de que sea cierto. Tengo miedo de salir de abajo del acolchado blanco iluminado y que esté ahí esperándome con su mirada violenta y su puño cerrado. Asomo la mano y prendo el velador. Pienso que el velador tiene que ahuyentarlo. Salgo de abajo del acolchado. No hay nadie: nunca hay nadie. Prendo la televisión y hago un zapping vergonzoso que pretendo haga olvidarme lo que acabo de soñar. Tengo sed, siempre tengo sed, y nunca nada para tomar. Me levanto de la cama y abro la persiana. El aire fresco de la noche, la calle iluminada, el llamador de ángeles de la casa de al lado, y un colectivo que pasa como siempre, ajeno a mi perturbadora situación, me tranquilizan un poco. Sólo un poco. Vuelvo a la cama y me tapo, aunque siga empapada, creo que si me tapo no me ataca. Apago la televisión. Dejo el velador prendido. No sé cómo, pero me duermo.
No sé si sobrevivo a esta semana. Están avisados.