A veces, cuando estoy a punto de colapsar, me desespero. Dejo de lado mi racionalidad y actúo impulsivamente. Son momentos fugaces, que no duran mas de un par de horas. Porque en general, cuando estoy a punto de colapsar, espero señales. Por ejemplo, la última vez que descubrí que el señor que vivía conmigo me estaba cagando por, a ver... digamos enésima vez, me reí. Y esa fue mi señal. Ya no me importaba que me estuviera mintiendo en la cara, me causaba gracia. Ese domingo llegó a casa y le pregunté qué había hecho durante el día. Me dijo, mirándome a los ojos (porque los mentirosos saben mentir mirando a los ojos) que había estado en lo de no sé quién mirando unas películas. Ese no sé quién había llamado un rato antes, preguntando por él. Y yo me reí. En su cara me reí, y a carcajadas. No le dije nada, lejos habían quedado todas esas noches que yo sufría en silencio y todos esos reproches de madrugada. Esta vez, frente a esa mentira, yo me había reído. Y eso era una señal. La señal que demostraba, de buenas a primeras, que este muchacho me había hinchado las bolas. Muy poquito tiempo después nos separamos.
3 comentarios:
Bien ahí.
Igual, más que señales es darle finalmente lugar a lo inevitable.
Muy bueno el blog.
muchas gracias!
Qué situaciones de mierda debés haber pasado... tantas veces te cagó?
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