viernes, 27 de noviembre de 2009

Me acosté el miércoles a la noche con una extraña sensación en el cuerpo: no sentía nada. Literalmente, no estaba triste, ni contenta, ni melancólica ni aburrida. Nada. Supongo que debería haber estado triste, algunas horas antes me habían avisado que había muerto mi abuela (mamá dijo "falleció la abuela", y yo odio la expresión "fallecer" porque le imprime a la muerte una elegancia que no merece), y sin embargo no lo estaba. No estaba nada. Hacía calor y había una humedad insoportable, el aire estaba pesado, casi no podía respirar. Sentí la presión que me bajaba, siempre me baja la presión cuando hay humedad y hace calor. Me levanté de la cama y me lavé la cara, me miré al espejo, y no entendí por qué no sentía nada. Me preocupé. ¿Puedo ser tan insensible? ¿Puede ocurrir que una muerte previa, una repentina, como la de mi hermana, me haya convertido en esto? ¿Puede suceder que nunca vaya a sentirme triste nuevamente por la ausencia de alguien? ¿Cómo funciona la cabeza con respecto a la muerte? ¿Hay una jerarquía? Natural me parecía no haber sentido nada frente a la muerte de personajes famosos que me acompañaron muchos años, como Fernando Peña. Pero con alguien cercano es diferente. No sentir nada frente a la muerte de un pariente se siente raro. ¿Hay muertes y muertes? ¿Unas en negrita que te cambian la vida, la perspectiva de la vida, que te enseñan cosas? ¿Y otras en cursiva? ¿Que pasan por delante tuyo y ni siquiera notás su presencia (ausencia)? ¿Hay que ponerse triste? ¿Siempre? ¿Es normal este estado en el que estoy, la nada misma, el saber que no vas a ver a alguien nunca mas en tu vida y que no te pasa nada? ¿Nada de nada? ¿Ni siquiera tener la necesidad de contarlo? ¿Se puede ser políticamente incorrecto con la muerte de un familiar cercano? ¿Se pueden hacer chistes de mal gusto?

Cuando volví a la cama empecé a leer. El aire seguía pesado, y los vecinos habían empezado a cantar algunas cumbias. Se reían, disfrutaban, gritaban. En general me enojo cuando pasa eso. Pero esta vez, nada. Dejé el libro en la cama, y miré al patio. Ese patio era de mi abuela, esta habitación era de mi abuela, esa cocina también, el baño también, el living, el cuartito, el placard. Ese placard que ahora tiene mis polleras y musculosas tenía batones y trajes de antaño, con muchas bolitas de naftalina. La isla, que ahora es isla, antes era taller. Tenía una máquina de coser, que había sido de mi abuela, y cantidad de bolsas llenas de retazos de telas, las telas mas lindas que uno pueda imaginar, con unos estampados preciosos. ¿Y mi abuela? Yo no tengo recuerdos de mi abuela, tal vez por eso esté sintiendo esta nada que me pone tan incómoda. La mesita de luz era de mi papá, la hizo mi papá, cuando era chico. Tiene algunas marcas y anotaciones que todavía no puedo descifrar. ¿Te acordás de la casa de Arribeños? Antes, a la tarde, cuando volvía del trabajo, pasé por Barrancas. Se largó a llover. Se me ocurrieron dos posibilidades: Belgrano está triste porque se murió mi abuela o mi abuela llegó al cielo y los cagó tanto a pedos a todos que se pusieron a llorar. Apenas pensé en esas dos posibilidades revoleé los ojitos como cuando algo no me convence, porque yo no creo en el cielo, ni creo en Dios, ni creo en nada. ¿Qué pasa cuando uno se muere? Cuando se murió mi hermana, por ejemplo, una de mis primas dijo: "Es que ella era tan organizada que se fue temprano al cielo para que todo esté perfecto para cuando nos toque ir a los demás". Ahí también, revoleé los ojitos. Y una tía dijo: "Ojalá llegue al cielo". Ahí no, no revoleé un carajo.

Volví a agarrar el libro y seguí. Los cementerios son una mierda. Ir a llorarle a una piedra me parece horrible, nunca lo hice. Miento. Sí, lo hice. El día del entierro de mi hermana fue un martes de junio de 2004. Ya se van a cumplir seis años. Seis. Es un montón. A ver, para que se entienda: una de las únicas veces que fui a la psicóloga le dije: "Me impresiona saber que de acá a 8 o 9 años voy a superar en edad a mi hermana, voy a haber vivido mas tiempo que ella". Y es eso, estoy llegando a la edad en la que mi hermana se murió. Se terminó su vida, de un momento a otro, en un segundo, en un abrir y cerrar de ojos. ¿Cómo habrán sido esos últimos segundos antes del impacto? ¿De qué estaría hablando? Era martes, era junio, era soleado. Yo estaba mal vestida y mal peinada. Antes de subir al auto para ir al cementerio, papá vio el nombre de mi hermana en una plaquita, en un cajón. Y ahí lloró. Antes había llorado un poco, pero ahí entendió, ahí cayó. Fuimos en el auto, despacio, esas caravanas fúnebres son de lo mas atemporales y deprimentes, pero en ese momento no me importaba. Conmigo viajaba mi madrina, me dormí apoyando la cabeza en su falda, y mi novio me acariciaba la pierna. Cuando llegamos al cementerio vimos un micro escolar.

Apoyé de nuevo el libro en la cama y quise prenderme un cigarrillo. No llegué a hacerlo. Cuando me di vuelta hacia la mesita de luz, la vi: una cucaracha inmensa, a centímetros de mi nariz. Pegué un salto y corrí. Salí al patio con esa sensación de asco que queda en el cuerpo, en la garganta, después de haber visto algo desagradable. Tenía espasmos, saltaba en el lugar como si hubiera tocado a la cucaracha, como si la hubiera pisado, como si la hubiera masticado. Pero sólo la había visto. Volví a la habitación y empecé a buscarla. Naturalmente, no estaba. Me senté en la cama a esperar que apareciera. No iba a poder dormirme sabiendo que una cucaracha compartía conmigo el espacio. No iba a poder, de ninguna manera. Sin embargo lo intenté. Dejé la luz prendida, cerré los ojos y me tapé enteramente. Había ruidos de cucarachas caminando por todos lados. Me levanté, furiosa, y saqué de un tirón la sábana.

Cuando entramos al cementerio estaban ellos: una selección de alumnitos de mi hermana, con una flor en la mano cada uno, parados derechitos, uno al lado del otro, con cara triste. La gente decía cosas que ahora, a la distancia, leo como estupideces: "El lugar es hermoso", "Mirá la cantidad de árboles que hay", "Es justo para ella, que le encantaba la naturaleza", "Le hubiera gustado mucho, acá". Y yo pensaba "es un cementerio, nadie quiere vivir en un cementerio". La gente me saludaba, yo estaba mareada, no entendía del todo qué estaba pasando. O sí, lo entendía pero no lo creía: estábamos por enterrar a mi hermana, a la mejor hermana que cualquiera hubiera podido tener, a mi hermana, esa que había visto dos días antes y con la que me había despedido enojada por una estupidez. A esa hermana, una mujer de veintunueve. Estábamos a punto de enterrarla. Estaba muerta, nunca mas en la vida iba a poder escuchar su voz. Es tan triste saber que no vas a poder volver a hablar con alguien que no encuentro palabras exactas para expresarlo. Supongo que no hay palabras para eso. Había un cura, que habló, y dijo cosas que ni siquiera me esforcé en escuchar. Y después, sí, empezaron a bajar el cajón. Una prima se acercó a los gritos, a mi me pareció que estaba fuera de lugar. Y listo. Terminó. No había mas hermana, ni amiga, ni hija ni profe. Tres días mas tarde me reincoporé al trabajo. Trabajábamos en el mismo colegio, con mi hermana, asi que tuve que soportar saludos de todos los que la conocían a ella, y ahora a mi. Me puse el pinafore y saludé a los chicos. Al rato fui al baño y lloré. Cuando salí del baño una de las nenas se acercó corriendo a mi y me abrazó, en el oído me dijo "Miss M. I´m so sad", y yo le pregunté, en castellano, por qué. Y me dijo "Porque se murió tu hermana". "Todos estamos tristes", y me callé, le di un beso y le dije que fuera al patio a jugar.

Me tiré en el sillón, dejé la luz del pasillo prendida, y me tapé con la sábana. Y no sé bien por qué, no sé si por mi abuela, o por el miedo a volverme insensible para siempre, o por mi hermana, o el miedo a la vejez, por saber que la gente, toda, se muere, no sé por qué, empecé a llorar, y seguí por un buen rato, creo que lo último que escuché fue a los pajaritos empezando a cantar. De la cucaracha inmunda, ni noticias.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

guau

LeO dijo...

Dudo que alguien sin sensibilidad pueda conmover así con unas cuantas palabras... no siempre el que más llora, al que más le cuesta recuperarse o el que primero sufre es el más sensible.

Ni la menor idea de la relación que tenías con tu abuela, ni con Fernando Peña ni con tu hermana, pero esforzarse por reaccionar como lo hacen los demás y como los demás esperan que lo hagas, suele ser más pesado que la misma pérdida.

Anónimo dijo...

Es uan forma diferente de reaccionar ante una perdida. creo yo. pero bueno no es que seas insensible. eso pienso.

saludos

maría font dijo...

M: creo que nunca te comenté, pero hace rato que leo éste y tu otro blog, generalmente me hacés reír mucho. pero cada vez que escribís sobre tu hermana, es inexlicable cuánto me conmueve leerte. no pasé por una situación ni apenas cercana, pero cada una de tus palabras me toca inmensamente.
como dicen acá arriba, eso expresa más sensibilidad de tu parte que tooodas las lágrimas y las florcitas y los pésames.

Marian dijo...

Marian, nadie reacciona igual ante la muerte.
Pasé por algo parecido, es decir, no la muerte de un hermano, sí la de un familiar muy cercano. Fue mi primer experiencia de muerte y a los 26 años. No lloré. No la enterraron ni le hicieron velorio. Por suerte, porque los velorios son lo más parecido a un circo que vi en mi vida y a mi los circos no me gustan y los payasos me dan miedo.
Solo contuve a los que sí lloraban y hoy, la extraño más que a nadie, a mi manera, en mis sueños y en mis silencios.
No somos insensibles, solo reaccionamos diferente y esta muy bien así.

No me voy a cansar de decirte lo bien que escribis y como transportás a tus lectores, a cada uno de los escenarios que planteas en los relatos.
Es más, hasta me sentí cucaracha por un momento...:P

Besos gigantes!

Muerte a las cucarachas. Puaj.

Anónimo dijo...

Me gusta tu blog. Especialmente este posteo.
Solamente te lo digo porque cuando alguien tiene talento, a pesar de que lo sepa o no, es siempre bueno recordárselo (obviamente, desde mi ignorante subjetividad).
Saludos :)

lali balbi dijo...

este post es pura sensibilidad
ya se que no te gusta m, pero si te veo te daría un abrazo enorme y no me vas a poder detener

lalala dijo...

cada uno reacciona como le sale a veces el efecto es tardío pero nunca deja de ser. yo sigo pensando que la muerte es rara todo lo que la rodea se vuelve extraño.

p.d me paseo por los blogs como una adicta pero creo que al final son totalmente catarticos

Dolo dijo...

M me hiciste llorar. En tu relato me sentí acompañarte y entenderte, si nombrabas a tu hermana, pienso en la mia, con la que vivo. SI nombras a tu abuela, pienso en la mia que se murió y por la cual tampoco lloré. Creo que depende de los vínculos que tenemos con las personas. Mi otra abuela vive y es nimaginable la vida sin ella. me lo escribo y lloro.
Insensible no sos seguro!
comparto el mismo asc por las cucarachas.
beso!

Laura dijo...

Sí que hay muertes y muertes. Y hay muertes que te preparan distinto para las otras muertes. Igual, al igual que otras personas que te han comentado, cada vez que hablás de tu hermana es emocionante. Pero de la emoción "bien", no de la pedorra.
Un abrazo gigante.

Toro dijo...

Cuanto silencio cabe en una palabra.
Abrazo

Anónimo dijo...

Hay veces que me pasan cosas mágicas que se graban para siempre y esta es una de esas veces…