Estás desde el jueves con el ánimo por el piso. El mundo te parece una mierda, no entendés cómo la gente puede ser feliz con esta humedad, cómo pueden divertirse tomando una corona en un bar cool. Limpiás tu casa aunque sabés que va a llover y se va a inundar y se va a volver a ensuciar. La humedad colabora, pero siempre colabora con los demás: colabora con las cucarachas que deciden salir de las rejillas, colabora con la ropa que quiere permanecer mojada, colabora con el pegote que sentís aun estando quieta, colabora con el olor hediondo y putrefacto que sale de la pileta de la cocina y que no entendés de dónde carajo viene. Para colmo tu papá pasa a buscarte, y te lleva en auto a Ramos, donde te espera tu mamá. Y la mayor parte del tiempo no querés ser como tu papá, que habla boludeces y escupe por la ventanilla del auto unos gargajos dignos de un guanaco. No se lo decís, porque lo querés, pero no tolerás demasiado su compañía. Y no sólo eso, porque además se la pasa toda la General Paz preguntándote si tenés novio, por qué no tenés novio, si hay algo "en danza", si estás buscando novio, si querés ser mamá, si hablás con tu ex, si llama él o llamás vos. Vos no pensás en demasiado, el clima está lo suficientemente pesado como para que tu cabeza funcione. Decís, entonces, no, no sé, no, no, no, si. Y poco mas. Cuando llegás tu mamá te pregunta si tenés novio, si estás buscando, si querés ser mamá, si hablás con tu ex. Y empleás el mismo mecanismo: no, no, no, si. En tu habitación de soltera sentís que el tiempo no pasó, y esperás en vano que te llame aquel noviecito de la adolescencia con el que pasabas horas hablando de la nada misma. Pensás que quisieras volver a ser adolescente, no por los granos y la inexperiencia sexual, pero sí por lo fácil que eran las relaciones en ese entonces. Te cambiás, muy a tu pesar, te delineás los ojos de un negro pesado, y salís a las calles rameras. Te tomás unas coronas en un bar cool, y te sentís desdichada aunque largues carcajadas cuando tu amiga le dice todo que sí al mozo. Estás un poco alegre, pero sólo un poco, no demasiado, porque seguís con el ánimo por el piso, porque seguís pensando que el mundo es una mierda y porque no entendés cómo esa pibita de ahí, que conocés del barrio, ya tiene un crío de seis años. Volvés y te dormís.
En el taller sos un ente. Tenés un poco de resaca, el maquillaje corrido, y por los agujeritos de los zapatos te entró agua. Fumás, escuchás, te reís por inercia. Por dentro pensás que querés llegar a tu casa y meterte en la cama hasta el lunes. Tomás agua y vas al baño cinco o seis veces. No opinás, te retan porque no hiciste la tarea. Deberías decir la verdad: no hiciste la tarea porque tu mamá te vio durmiendo y le dio pena despertarte. La excusa es tan adolescente que preferís hacerte la boluda. Y, de hecho, quedás como una boluda. Casi no hablás, siempre hacés como que no tenés nada para decir, y seguís riéndote por inercia. Volviendo a tu casa un auto te salpica, puteás, odiás, malhumorás. Cuando llegás a tu casa llamás a tu amiga, se suponía que hoy salían de fiesta, pero no tenés ganas, ni ánimo, encima llueve, hay humedad, está pesado, te sentís como el orto, te querés morir. Tu amiga te dice que leíste su pensamiento, ella tampoco quiere salir, quiere gin tonics y comedias en tu casa.
Pero de repente, abrís tu mail no legal y encontrás algo que te alegra. No es un pibe, no es una amiga, no es nada de lo que te alegra siempre. Y de hecho lo que te alegra es la sorpresa, es encontrar delante tuyo un logro que es tuyo y nada mas que tuyo, una pequeñez que te hace sonreir, y te olvidás de la humedad, te preparás un gin tonic para ir arrancando bien arriba, y matás las cucarachas que aparecen saltando y haciendo poses de kung fu, el clima sigue pesado pero ya no lo sentís, y ponés uno, dos, tres temas, bailás en la isla, pisás los diarios que están tirados por ahí, das vueltas, te mareás, y como quien no quiere la cosa, te volvés a reir.
En el taller sos un ente. Tenés un poco de resaca, el maquillaje corrido, y por los agujeritos de los zapatos te entró agua. Fumás, escuchás, te reís por inercia. Por dentro pensás que querés llegar a tu casa y meterte en la cama hasta el lunes. Tomás agua y vas al baño cinco o seis veces. No opinás, te retan porque no hiciste la tarea. Deberías decir la verdad: no hiciste la tarea porque tu mamá te vio durmiendo y le dio pena despertarte. La excusa es tan adolescente que preferís hacerte la boluda. Y, de hecho, quedás como una boluda. Casi no hablás, siempre hacés como que no tenés nada para decir, y seguís riéndote por inercia. Volviendo a tu casa un auto te salpica, puteás, odiás, malhumorás. Cuando llegás a tu casa llamás a tu amiga, se suponía que hoy salían de fiesta, pero no tenés ganas, ni ánimo, encima llueve, hay humedad, está pesado, te sentís como el orto, te querés morir. Tu amiga te dice que leíste su pensamiento, ella tampoco quiere salir, quiere gin tonics y comedias en tu casa.
Pero de repente, abrís tu mail no legal y encontrás algo que te alegra. No es un pibe, no es una amiga, no es nada de lo que te alegra siempre. Y de hecho lo que te alegra es la sorpresa, es encontrar delante tuyo un logro que es tuyo y nada mas que tuyo, una pequeñez que te hace sonreir, y te olvidás de la humedad, te preparás un gin tonic para ir arrancando bien arriba, y matás las cucarachas que aparecen saltando y haciendo poses de kung fu, el clima sigue pesado pero ya no lo sentís, y ponés uno, dos, tres temas, bailás en la isla, pisás los diarios que están tirados por ahí, das vueltas, te mareás, y como quien no quiere la cosa, te volvés a reir.
1 comentario:
¿Qué? ¿Qué? ¿Qué? ¿Cuál es el logro? ¿Qué levantó ese ánimo rastrero? ¡No podés dejarme con esta intriga! Jajajaja.
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