lunes, 20 de octubre de 2008

Abandónica

Absolutamente todas las actividades que empecé en mi vida las abandoné de un día para el otro, en su mejor momento, y sin excusa alguna.

Hice natación durante muchos años, y cuando comencé a competir, cuando nadaba muchísimos metros en una hora, cuando tenía una técnica perfecta, decidí que ese deporte no era para mi. Lo mismo sucedió con otras actividades deportivas tales como handball, hockey y voley. Una vez incluso tuve la feliz idea de salir a correr por lo menos tres veces por semana. Fui un día y me embolé de tal manera que nunca más accedí a jugar siquiera una carrerita de media cuadra.

Toqué el piano durante diez años. Sabía temas hermosos y los tocaba de memoria. Tenía talento y mi profesora siempre me felicitaba por todo lo que transmitía al tocar. Sin embargo, cuando terminé el secundario decidí que nunca más tocaría nada. Es el día de hoy que me siento en un piano y me largo a llorar porque todo ese talento que tenía se perdió en estos años de abstinencia musical.

Hace algún tiempo empecé a escribir algo asi como una novela. Investigué mucho sobre el tema a escribir y cuando llegué a la página treinta y cinco cerré el documento de la computadora y nunca lo volví a abrir.

Así con otros miles de actividades, que quedan en el camino truncas y, con el tiempo, olvidadas. La fórmula se repite durante toda la vida. También hice danza, estudié idiomas y amenacé con empezar otra carrera todos los años desde que terminé la anterior. Me compré libros de cocina para aprender a cocinar mejor y ahí están, abandonados en la biblioteca. No termino nunca nada. Supongo que tampoco terminaré de…