Eran mas tenebrosos los tirones que daba el carrito que los monstruos que se aparecían. Había una mano, una cabeza, un fantasma informe que parecía se iba a caer encima tuyo, un drácula, un frankenstein que besaba al cadáver de su novia, telas de araña hecha con algodón, arañas de plástico, olor a encierro, paredes negras. Desde el primer tirón (repito: los tirones daban miedo y era violentos y si yo hubiera tenido un hijito seguro que salía partido en dos) me largué a reir. No podía parar. Me reía con cada tirón y me reía mas con cada aparición monstruosa. Me reía porque no entraba bien en el carrito y me reía porque, man, ¡estaba en un tren fantasma!. Fueron dos minutos, como mucho. El recorrido terminaba con un último tirón y un choque contra las puertas que te llevaban afuera: las puertas tenían pintado un micro, o algo similar. Me bajé del carrito y me reí, no podía parar, no podía hablar bien porque quería que comentáramos la experiencia pero solamente me salían balbuceos entrecortados.
4 comentarios:
Jajaajajajaja te puedo imaginar.
LADIVERSION!
Besoooooooooo
qué lindo Montevideo
Tentarse de risa es lo MÁS. :)
mmm, Rosario?
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