Cuando me duermo sabiendo que dejé algo sin hacer no porque no tenía ganas de hacerlo sino porque no tenía la capacidad intelectual para hacerlo, duermo mal. Me despierto transpirada, acelerada, como si hubiera dormido cinco minutos y me despertaran de un grito o como si me hubiera quedado dormida cuarenta y ocho horas seguidas y se me hubiera pasado el horario de entrega. Duermo y sueño que me va mal, que no logro escribir nunca mas nada sobre los objetos y la iluminación y la música y las secuencias y la puesta en escena. Al día siguiente, ese día "no te preocupes, todavía te queda un día", se convierte en el día de las ojeras, el mal humor, y la incapacidad absoluta.
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