Doña Rosa a la mañana no es Doña Rosa. A la mañana de cualquier sábado es vaga. Se queda en la cama, duerme, se despierta, mira la hora, se velve a dormir. Desayuna tapada por el acolchado blanco inmaculado y siente que está bien, que hay que quedarse en la cama, que hay que hacer fiaca, mirar películas repetidas, leer algún libro, tomar mate y nada mas. Nada mas. Pero de repente, Doña Rosa aparece y no puede ser este desorden, cómo se me cae el pelo, mirá esas cajas desde enero todavía sin desarmar. Los restos de la mudanza, los fósiles del cambio de domicilio enterrados en cajitas con motivos navideños. Ay, esto no puede seguir asi, piensa Doña Rosa, y se levanta y se pone a ordenar.
Hace pausas, Doña Rosa, cada vez que siente que la cantidad de papeles puede ahogarla. Esto lo tiro. No, ésto no lo tiro nada. No tiro nada, tiro todo. Nunca, jamás, voy a revisar estos papeles. ¿Para qué voy a guardarlos? Melancolía estudiantil. Eso es. Los restos de la facultad terminada hace cuatro años. Los fósiles enterrados de ina época en la que vivía con mamá y papá y hermano. Cuando tenía señor que vivía conmigo aunque todavía no vivía conmigo. Era otra, en ese momento, Doña Rosa. No sabía cocinar mas que unos fideos que siempre terminaban pegoteados y pasados. El tiempo pasó, esa que era no estaba mas, y ahora quedan esos restos, esos fósiles que conservo como piezas de museo, como diciendo "esa también fui yo". Tiro todo. No, mejor no tiro nada.
Y asi, después de dos horas de revisar papeles y leer viejos trabajos prácticos en los que no decidía si hablar en primera persona individual o plural, tengo el piso lleno de montoncitos de papales que suponen un orden pero no son mas que montoncitos inútiles separados por materia, papeles escritos a mano, apuntes de clase, libros fotocopiados, hojas cuadriculadas colorinches y prolijas que eran la envidia de aquellos que no saben elaborar un cuadro sinóptico.
Aburre. Ordenar de esta manera aburre. Querer entender para qué se guardan las cosas aburre. Cansa. Es agotador. A veces, es inútil. Entonces, Doña Rosa, rendida, junta todos los papeles de nuevo, los vuelve a colocar en las cajitas con motivos navideños y viene a la computadora, escribe un poco, escucha una musiquita pedorra, y se pone a leer el diario. Y cuando empieza a leer el diario, se encuentra con el horror de la prehistórica gente conservadora que debería guardar sus pensamientos prehistóricos en cajas navideñas, como fósiles, como restos de algo que fueron y no quieren volver a ser, no como un gesto melancólico, sino como un ayuda memoria. Qué barbaridad, unos preocupándonos por el orden del hogar, por cosas banales y estúpidas, y otros publicando falacias y mentiras y cosas horrendas en diarios. Qué barbaridad.
Para entender un poco mas, no se pierdan el vergonzoso editorial de hoy del diario La Nación.
10 comentarios:
Estoy trabajando en mi monografía, que trata sobre las minorías sexuales. Estoy en la recta final, donde decidí hablar justamente de esta barbaridad. Admito que me estaba escapando un poquito de la responsabilidad de terminar con este trabajo, y vine a chusmear blogs. Al primero que llegué fue al tuyo. Voy a incluir esa nota en mi trabajo, y me parece que voy a dejarme de joder mirando blogs y voy a terminar de una buena vez esta monografía, porque evidentemente aparte de mi fuerza interna, hay una fuerza externa (?) que quiere que lo haga.
Un beso.
Yo tambien lo leí, y me pareció horrible, retrogado y sin fundamentos. Patético.
Resabios de otra época que no avienen a una muerte digna.
Por suerte no son mayoría. ¿O sí?
Me gusto el post, beso
Violento. Sin sentido. Agresivo y prehistórico.
Lo tratan como a una enfermedad contagiosa, que te llevará a la muerte psicológica.
Sin palabras.
La verdad que los odio con toda el alma a estos mogólicos retrógrados que andan diciendo y escribiendo ese tipo de cosas en medios de tamaño calibre. La Nación y es un clásico de la retrogradéz (se dirá así?), pero este tipo de pensamientos los encontramos en todas partes, en todo tipo de gentes. Y lamentablemente, a veces siento que no necesariamente son ideas que vayan en vías de extinción. La gente más jóven suele ser más moderada y en lugar de pensar que a los gays, bi, lesbi, trans, raros, negros, pelilargos y no sé que más habría que matarlos de una, suelen conformarse con que se les "pegue un poquito".
"Mientras no afecten los ideales de mi hijo y su correcta formación heterosexual, todo bien con los gays...".
Siento un odio visceral por esa manera de pensar. Se amparan en supuestas verdades científicas que ni ellos pueden explicar, en un "sentido común" que sólo ellos parecen compartir, en la idea de que el mundo ideal debería tener sólo gente ideal: o sea, gente como ellos.
Para colmo de males, tengo que soportar todos los benditos días ese tipo de comentarios de parte de mis viejos. Y con el tema de que ahora está en los medios el matrimonio homosexual, ya no se puede ni mirar televisión junto a ellos, si quiero evitar sus supuestos "sermones moralizantes". No sea cosa que el día de mañana, aprovechando que ahora está permitido, su hijito se haga homosexual. No me extraña que lean La Nación y se jacten de ser unos blancos, héteros, derechistas pro-golpe pero "muy abiertos".
esxcelente post besos m
¿Cuando escribieron el editorial (es EL editorial, LA editorial es la empresa que edita) estarían pensando en Luis Mitre, hermano del director del diario, que era más gay que Zulma Lobato?.
Pasa en las mejores familias...
yo tengo debajo de mi cama dos cajas;
una llena de apuntes de la facvultad. No los quiero tirar porque deliro que algun dia podria necesitarlos...
la otra esta llena de cosas que guarde en mi adolescencia. tengo hasta un paquete de galletas que me regalo mi primer noviecito cuando todavia ni me habia mirado...muy de mina, no???
genial el blog...
No había visto esta editorial. Empiezo la mañana indignada con estos hdp. Gracias ramera!
Si en algo no me parezco a Doña Rosa es en el guardado de cosas. Yo sí que no tengo esas dudas sobre qué tirar o no, habiendo llegado a arrojar por la borda (lágrimas) hasta la garantía de algún objeto que después fue muy necesaria...
Soy de mochila liviana, interiormente siento que si dejo atrás con más facilidad, con más alegría y expectativa recibo lo que viene, sin miedo.
Y no sé a quién carajo le puede interesar esto, ni si alguien lo va a leer, jaja
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