Como buena tilinga de clase media (pelotuda), la aparición de la palabra "gratis" me ilumina los ojos. O sea: cuando existe acceso a algo pago de manera gratuita, me emociono hasta las lágrimas. Sin embargo, cuando mi amiga Andy me llamó diciendo que había entradas "gratis" para el recital de Charly, dudé. Y en esa duda estaba escondido mi peor temor: soy una vieja chota. Y además de ser una vieja chota, llovía a cántaros. Y además de ser una vieja chota y de estar lloviendo a cántaros, había prometido no ver nunca a ese que ya no era el músico que yo conocía, a ese que se movía lento y que parecía una marioneta cuyos hilos eran manejados nada mas y nada menos que por el señor Ramón "Palito" Ortega. Pero la reiteración de la palabra "gratis" en el persuasivo discurso de mi amiga, hicieron que finalmente dijera, muy a regañadientes, con un desgano pocas veces visto "bueno, dale, vamos".
La primera vez que vi a Charly fue en 1995 o 1996, en la presentación de Say No More. Aquella vez, el recital duró diez minutos, nos devolvieron la plata de las entradas a todos, salimos del lugar, Charly pasó por al lado mio, comprobé que mide casi dos metros, y listo. Taza taza. La última vez que lo vi, en cambio, fue en el Luna Park, no recuerdo si presentaba algo en particular, pero fue alrededor del 2004. Fui con mi amiga Natalia, y esa fue una de las últimas veces que nos vimos. En aquel recital (y en todos los que transcurrieron desde la primera vez), durante el show se terminaba la vida útil de varios instrumentos, había que rogar para que no se suspendiera luego de dos o tres temas, había que aguantar zapadas eternas que no iban para ningún lado, y había que tolerar parvas de insultos provenientes del músico venido a menos hacia un público que, a pesar de todo, seguía queriéndolo y aplaudiéndolo.
Ayer fui con todo mi cinismo a flor de piel. Me vestí como si fuera a un bar, porque ya no estoy para amontonamientos ni mucho menos pogos, y le di paso a la parte mas conchuda de mi personalidad. Apenas llegué al recinto, empecé a con eso de "el rock ha muerto" mientras veía que mi supuesta elegancia era nada al lado de las mujeres en musculosas con lentejuelas y los hombres de traje. "El rock ha muerto" repetí varias veces para mi, mientras esperaba que la tardona de Andy llegara de una vez. Y en eso estaba, pensando de qué manera me burlaría de la marioneta que vería un rato mas tarde sobre el escenario, cuando la veo a ella: mi amiga Natalia, la misma con la que había visto a Charly por última vez, la misma que no veía hace un par de años. Y volví a dudar.
Cuando entramos seguí pensando maldades. En parte estaba tratando de prepararme para ver un show pésimo que iba a ser lento, aburrido y angustiante. Estaba preparándome para cenar las sobras recalentadas de la comida de ayer. Y nada me decía lo contrario: el telón cerrado era una tela blanca que de un extremo estaba a punto de caerse, y sobre la tela blanca una proyección de un telón de terciopelo rojo: cache total. La gente estaba relajada por demás y por los parlantes el único mensaje que se oía era: "Se les informa que queda terminantemente prohibido fumar en el establecimiento". Me prendí un cigarrillo después de la hamburguesa que me devolvió parte de la vida que había perdido durante un día complicado, y esperé. Supuse que la pasaría mal. Rogué que se suspendiera y nada me obligara a ver a Charly convertido en una señora mayor. Rogué desmayarme al comienzo del show como la última vez que pisé el Luna Park, en el 2006. Me imaginé en pantuflas en mi casa y lo disfruté. Pero nada de eso sucedió. En cambio, se apagaron las luces, y hubo un juego de luces que me hicieron pensar que todo iba a ser mucho peor de lo que imaginaba. Hasta que se levantaron las telas blancas, aparecieron los instrumentos tapados, se destaparon, aparecieron los músicos con un traje de tela blanca que no sé por qué me hizo recordar al robot del Mago de Oz, y aparecieron unos acordes que como varita mágica transformaron lo que pensé el peor infierno que iba a vivir en mucho tiempo en una noche maravillosa. Empezó a sonar "Demoliendo hoteles" y tuve (tuve) que dejar de lado mis prejuicios de burguesita pelotuda que toca de oído y mira por televisión al monigote que no es monigote.
Fue impecable. Sonó excelente. Estaban todos de buen humor. El toque festivo, sobre el escenario, lo daba Hilda, con su camisa plateada y corbata roja, que no paraba de bailar y saltar y tocar la pandereta. ¿Charly está lento? Sí, está mas lento de la última vez que lo vi. Tiene una panza que nunca le había visto y la piel de sus brazos es color piel y no color aerosol dorado. ¿Charly es una marioneta, un monigote? No. De ninguna manera. Charly se para frente a los seis músicos que lo acompañan y actúa como un director de orquesta del carajo. Mueve los dedos y hace marcaciones musicales. Marca el ritmo y señala quién tiene que tocar. Se sienta en el piano y no toca: hace magia. Bromea. Me encanta la gente que bromea sobre sí misma, que está tan mas allá de todo que puede decir cualquier cosa sobre si mismo sin ponerse colorado. En uno de los primeros temas esbozó un "habla del faso". Pidió luces sobre el estadio y nos miró a todos. Dijo "Está bueno eh, ustedes están todos bien, todos menos yo". Cantó y bailó y en ningún momento hubo peligro de suspensión del show. El único instrumento que revoleó fue la pandereta de Hilda, que mirando al que la había atajado, le pidió por favor que se la devolviese. Tocó un tema nuevo y, mientras abría la partitura, confesó que no sabía bien la letra. Promediando el tema, la tiró al piso y cantó. Hizo chistes sobre los presentes: "Acá son todos chetos, ¿no?. Nadie del pueblo debe estar acá".
No pude caretearla. Tuve que cantar y bailar y emocionarme con algunos temas que me recuerdan a mi infancia. El momento ñoño de la noche fue un mensaje de texto que le envié a mi hermano, en el que le agradecía por haberme hecho conocer a Charly cuando tenía cinco años. El cierre fue perfecto: Pedro Aznar en el escenario. Cuando terminó todo, practicamente nos echaron del lugar. Me fui a casa pensando justamente en todo esto: cuántos de nosotros habremos dicho que Charly era las ruinas de lo que había sido alguna vez, cuántos de nosotros nos habremos reido de su recuperación y de su panza, cuántos habremos dicho que por qué no se muere de una vez. Me fui pensando que tenía que meterme en el orto todas las burradas que había dicho desde la comodidad de mi hogar, mirándolo en la televisión. Me fui pensando cuántas veces mas me habré equivocado de semejante manera. Ayer no hubo marioneta, ni ruinas ni comida recalentada. Ayer hubo rock. Y yo estuve ahí.
La primera vez que vi a Charly fue en 1995 o 1996, en la presentación de Say No More. Aquella vez, el recital duró diez minutos, nos devolvieron la plata de las entradas a todos, salimos del lugar, Charly pasó por al lado mio, comprobé que mide casi dos metros, y listo. Taza taza. La última vez que lo vi, en cambio, fue en el Luna Park, no recuerdo si presentaba algo en particular, pero fue alrededor del 2004. Fui con mi amiga Natalia, y esa fue una de las últimas veces que nos vimos. En aquel recital (y en todos los que transcurrieron desde la primera vez), durante el show se terminaba la vida útil de varios instrumentos, había que rogar para que no se suspendiera luego de dos o tres temas, había que aguantar zapadas eternas que no iban para ningún lado, y había que tolerar parvas de insultos provenientes del músico venido a menos hacia un público que, a pesar de todo, seguía queriéndolo y aplaudiéndolo.
Ayer fui con todo mi cinismo a flor de piel. Me vestí como si fuera a un bar, porque ya no estoy para amontonamientos ni mucho menos pogos, y le di paso a la parte mas conchuda de mi personalidad. Apenas llegué al recinto, empecé a con eso de "el rock ha muerto" mientras veía que mi supuesta elegancia era nada al lado de las mujeres en musculosas con lentejuelas y los hombres de traje. "El rock ha muerto" repetí varias veces para mi, mientras esperaba que la tardona de Andy llegara de una vez. Y en eso estaba, pensando de qué manera me burlaría de la marioneta que vería un rato mas tarde sobre el escenario, cuando la veo a ella: mi amiga Natalia, la misma con la que había visto a Charly por última vez, la misma que no veía hace un par de años. Y volví a dudar.
Cuando entramos seguí pensando maldades. En parte estaba tratando de prepararme para ver un show pésimo que iba a ser lento, aburrido y angustiante. Estaba preparándome para cenar las sobras recalentadas de la comida de ayer. Y nada me decía lo contrario: el telón cerrado era una tela blanca que de un extremo estaba a punto de caerse, y sobre la tela blanca una proyección de un telón de terciopelo rojo: cache total. La gente estaba relajada por demás y por los parlantes el único mensaje que se oía era: "Se les informa que queda terminantemente prohibido fumar en el establecimiento". Me prendí un cigarrillo después de la hamburguesa que me devolvió parte de la vida que había perdido durante un día complicado, y esperé. Supuse que la pasaría mal. Rogué que se suspendiera y nada me obligara a ver a Charly convertido en una señora mayor. Rogué desmayarme al comienzo del show como la última vez que pisé el Luna Park, en el 2006. Me imaginé en pantuflas en mi casa y lo disfruté. Pero nada de eso sucedió. En cambio, se apagaron las luces, y hubo un juego de luces que me hicieron pensar que todo iba a ser mucho peor de lo que imaginaba. Hasta que se levantaron las telas blancas, aparecieron los instrumentos tapados, se destaparon, aparecieron los músicos con un traje de tela blanca que no sé por qué me hizo recordar al robot del Mago de Oz, y aparecieron unos acordes que como varita mágica transformaron lo que pensé el peor infierno que iba a vivir en mucho tiempo en una noche maravillosa. Empezó a sonar "Demoliendo hoteles" y tuve (tuve) que dejar de lado mis prejuicios de burguesita pelotuda que toca de oído y mira por televisión al monigote que no es monigote.
Fue impecable. Sonó excelente. Estaban todos de buen humor. El toque festivo, sobre el escenario, lo daba Hilda, con su camisa plateada y corbata roja, que no paraba de bailar y saltar y tocar la pandereta. ¿Charly está lento? Sí, está mas lento de la última vez que lo vi. Tiene una panza que nunca le había visto y la piel de sus brazos es color piel y no color aerosol dorado. ¿Charly es una marioneta, un monigote? No. De ninguna manera. Charly se para frente a los seis músicos que lo acompañan y actúa como un director de orquesta del carajo. Mueve los dedos y hace marcaciones musicales. Marca el ritmo y señala quién tiene que tocar. Se sienta en el piano y no toca: hace magia. Bromea. Me encanta la gente que bromea sobre sí misma, que está tan mas allá de todo que puede decir cualquier cosa sobre si mismo sin ponerse colorado. En uno de los primeros temas esbozó un "habla del faso". Pidió luces sobre el estadio y nos miró a todos. Dijo "Está bueno eh, ustedes están todos bien, todos menos yo". Cantó y bailó y en ningún momento hubo peligro de suspensión del show. El único instrumento que revoleó fue la pandereta de Hilda, que mirando al que la había atajado, le pidió por favor que se la devolviese. Tocó un tema nuevo y, mientras abría la partitura, confesó que no sabía bien la letra. Promediando el tema, la tiró al piso y cantó. Hizo chistes sobre los presentes: "Acá son todos chetos, ¿no?. Nadie del pueblo debe estar acá".
No pude caretearla. Tuve que cantar y bailar y emocionarme con algunos temas que me recuerdan a mi infancia. El momento ñoño de la noche fue un mensaje de texto que le envié a mi hermano, en el que le agradecía por haberme hecho conocer a Charly cuando tenía cinco años. El cierre fue perfecto: Pedro Aznar en el escenario. Cuando terminó todo, practicamente nos echaron del lugar. Me fui a casa pensando justamente en todo esto: cuántos de nosotros habremos dicho que Charly era las ruinas de lo que había sido alguna vez, cuántos de nosotros nos habremos reido de su recuperación y de su panza, cuántos habremos dicho que por qué no se muere de una vez. Me fui pensando que tenía que meterme en el orto todas las burradas que había dicho desde la comodidad de mi hogar, mirándolo en la televisión. Me fui pensando cuántas veces mas me habré equivocado de semejante manera. Ayer no hubo marioneta, ni ruinas ni comida recalentada. Ayer hubo rock. Y yo estuve ahí.
16 comentarios:
Me paso exactamente lo mismo cuando lo vi en Velez, no lo veía desde el 2004 que se mandó cualquiera.
Por suerte compre la entrada un rato antes y el señor se mando un show del carajo.
Qué buena crónica, Maru!
Levantarse y aplaudir de pie. A Charly y a M que escribió semejante pedazo de texto.
Wow!!! Yo soy uno más de los pelotudos que lo defenestraban desde la casa... pero me tapaste la boca.
Tendré que comprobarlo personalmente!
Gracias por la muy bien desarrollada data!
Salute!
Muy bueno, Maru!
A mi me todavía me da miedo ir a verlo prefiero recordar un gran show que dio en el 99 en un teatro de Rosario.
Beso! m.-
PD, guarda con confundir al mago con aquel detestable personaje de nuestra historia argentina!
Charly fue es y sera lo mas grande del rock nacional, él es el que enciende y el que apaga la luz, él realmente no esta loco, es solo una manera de actuar, a pesar de que algunos crean que no es muy listo el toca el piano como un animal, y porque su capricho es ley.
male: gracias!! ahí cambié la burradita que me había mandado
besos!
Con esa chorrera de juicios previos fui el año pasado a una cena laboral, con fiesta posterior.
Le dije a mi marido, cumplo un rato y vuelvo, en una hora a más tardar me tenés acá.
Todo lo que sabía e imaginaba cómo iba a ser, me parecía mal, un fracaso anticipado.
¡¡Lo que fue esa fiesta, por dió!! Ya con los regalitos que nos esperaban, los tragos, los bocaditos, las sorpresas ¡¡la música!!. Me tuvieron que arrancar a la mañana y me fui porque me dolían las patas a más no poder, jaja
Jajaja Me encantó ese relato, es practicamente todo lo que me pasó a mi.. Me regalaron la entrada, y juzgué ese recital a mas no poder y después, aún con las luces prendidas, no me quería ir! Lo único malo fue que a 5 asientos de diferencia estaba mi ex.. pero bueno.. no todo es perfecto. (:
Sos una genia.
yo también estuve ahí!, mientras leía tan impecable relato.
idola totalllllllllll
HDP!!! Se me puso la piel de gallina maaal!!! Verlo a él es ser testigo de una parte de la historia, de esa que nunca se borra. Y pensar que la única vez que lo ví, rompió todo, puteó a todos, y sólo cantó 5 temas... lo de siempre, pero yo también quisiera vivenciar a éste nuevo Charly.
Con una envidia sana, me voy a hacer de comer. Un beso!
me pasó lo mismo en Velez
y me enamoré otra vez de su música
me alegra tanto pero tanto pero taaaanto leer esto
el 3 toca de nuevo, te espero ahi
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