miércoles, 12 de enero de 2011

El mundo se divide entre los que dicen Once y los que dicen El Once

Hay algo de Once que me atrapa: su exceso. Sobreabundancia. Opulencia. Los nombres Al lado del emporio está el reino, al lado del reino la meca, al lado de la meca el rey, la reina, el palacio. Medias, bombachas, bijou, cotillón para las fiestas de quince, los casamientos. Souvenirs. Telas. Kilos y kilos de tela colgando. El sol reflejándose en las lentejuelas de esas telas colgando. Los colores y los olores de Once. Todo, siempre, mucho.

En Once me pierdo. Literalmente: me pierdo. Metafóricamente: también. Once se me presenta como un laberinto y camino en dirección a Pueyrredon pero aparezco en Corrientes y camino por Corrientes, doblo en una y estoy en Lavalle. Es imposible: Lavalle y Corrientes son paralelas. Me pierdo en los miles de rollos de tela, de seda fría, de modal, de raso. En Once hay mucho raso, mucha seda, mucho modal, mucha tafeta, mucho tul, mucha lentejuela. En Once hay mucho. Punto. Mucho. El festival de colores en Once se extiende desde el local mas pequeño hasta el mas inmenso. Canutillos, collares flúor, flores para la cabeza, cinturones de colores estridentes. Jugueterías. Locales de "cosas". Los locales de cosas son mis preferidos. Ahí es donde mas me pierdo. Las cosas son guirnaldas, son antifaces, son plumas y son telas. Mochilas. Gorros. Once es, verdaderamente, el reino del consumo.

Camino por Once y todo me asombra. Los sonidos de Once. Sus olores. Un señor en una esquina grita "Booooooooooo" . Nada más. Lo grita tan fuerte que se escucha desde mitad de cuadra y ese grito tan bestial, tan animal, es enigmático, atrae por su aparente falta de significado. Vende garrapiñadas.

En otras esquinas, o en otras mitades de cuadra, están ellos, los que no tienen para el local, los que ponen su mesita y su maravilla de turno. Casi como si fuera un espectáculo de feria, un señor demuestra las bondades de un mandolín con múltiples accesorios para cortar la papa finita, rallar la zanahoria, cortar bastoncitos ondulados (el señor tiene asándose al sol natural varias papas, alagunas zanahorias, un repollo). "Para el nene, para que el nene coma la papa" dice, y lo repite una dos o tres veces hasta que capta la atención de una señora con tres bolsas gigantes llenas de "cosas". La señora es una señora de las miles que andan por Once con bolsones pesados, con carritos, con unas billeteras minúsuculas en las manos y varios billetes metidos entre las tetas. En Once mandan las señoras. Los señores son vendedores, los señores son promotores de feria que venden un mandolín, un aparato para cortar vidrios o unos moldes para hacer flores de plástico. Las señoras son las reinas del reino del consumo.

Las flores de plástico son un must en Once. En todos los locales hay algún florero gigante con flores de plástico. Decoran o se venden. O decoran y se venden. Las flores de plástico son el emblema de Once, no por su utilidad ni tampoco por su dudosa belleza. Lo son por su permanencia. Porque las flores de plástico siempre van a ser flores de plástico. Porque lo berreta de las flores de plástico contrasta con su existencia infinita. Porque no se marchita, no cambia, no deja de tener olor. Mejor dicho, no deja de tener lo que nunca tuvo. En Once cambian las cosas: las señoras de los bolsones de hoy son otras, diferentes, a las de ayer y son otras, diferentes, a las de mañana. Los vendedores de las esquinas ahora ofrecen moldes para flores de plástico pero mañana ofrecerán bombachas, y pasado volverán al mandolín. Pero Once no. Once siempre va a estar ahí, con sus sonidos, su gente, sus colores y sus negocios. Como una flor de plástico. Inmutable. Permanente. Universal. Ofreciendo el exceso. El reino del consumo. Todo. Mucho.

(En Corrientes, llegando a Pasteur, una galería cuya planta baja está semi abandonada y su primer piso consiste en un restorán peruano con sillas de caño y manteles de hule. En esa galería está acumulado todo el silencio que falta en Once. Locales destruidos, abandonados, caídos, oscuros. Polvorientos. En esta galería todo es polvo y ausencia. Hay gris, hay negro).

22 comentarios:

Anónimo dijo...

Te amo Ramera!! Me hacés reír mucho. Ahora no voy a poder andar por el Once sin pensar en esto!

Miss Bgui dijo...

Los que no conocían El Once, leyendote, es como si lo vivieran ao vivo.

sofía dijo...

Hoy a la mañana fue la primera vez que escuché decir EL once. Fue raro.

Nuri148 dijo...

AMO el Once (a veces le pongo artículo y a veces no) y por eso me encantó el post... El Once es lo más.

Anónimo dijo...

Concuerdo, no lo podías haber descrito mejor.
Lo que me molesta de ese barrio es el olor. Tiene un olor raro, a desesperación, a velocidad, a peligro. No sé, me da miedo, será por que no lo conozco mucho...
Besos!

Anónimo dijo...

¿Es muy malo decirle "el Once"? Yo siempre lo dije así porque se lo escuchaba a mi viejo desde chico... así que cuanod lo escucho sin artículo es que me suena raro a mí.

Sandra Montelpare dijo...

Estimadísima M. casi cinematográfica descripción de esta romería. Colores, olores, empujones, todo en exceso. Eso es lo que satura de caminar por ahí. Seguramente los vendedores dirán laburo en Once o tengo un negocio en Once, pero las señoras dirán 'Mirá lo que me compré en EL Once?' saludos!

Mona Loca dijo...

Por cuestiones que no vienen al caso, ando frecuentando Liniers...ahicito nomás del shopping.

Si usted se siente agobiada por El Once, no sabe la experiencia que es ir por Liniers.

Un día vaya.
Y me cuenta.


Besos

nadie dijo...

pero lo más lindo de toda esta historia, es lo que le falta contar. justo justo el único silencio en toda esa romerío... acá falta un capítulo

Anónimo dijo...

faa, creo que metiste uno de los mejores posteos, espectacular.

Lucía dijo...

Yo las que no me banco son las minitas que están tratando de imponer la "tendencia" de decirle ELEVEN !!!

La Criatura dijo...

vivi dos años ahi metido en el medio, y fue una experiencia... religiosa

huy, lo dije, que feo.

con tu texto volvi, aunque sea cinco minutos, no sé si te tengo que agradecer, pero me gustó.

Paul Maril dijo...

Once es solo un número. "El Once" es todo y mucho más.

Mar dijo...

Amo Once, Flores, todo lo que signifique comprar a mitad de precio o al por mayor, "cosas" en la que otros se gastan la vida, si es lo mismo!!!

Mar dijo...

Ahhh, Eleven queda mas top!!!

Unknown dijo...

Once es el barrio, la estación...
EL Once es exactamente eso que describís. El perderse, el encontrar casi cualquier cosa. Las calles que se mueven de lugar (no sabés las veces que pensé exactamente eso, mirando los carteles como si estuvieran escritos en Chino).
El ruido. El olor...
Lo mucho.

Excelente post.

Unknown dijo...

Aguante Once!!
Genial este post M., me encanto, lo lei y fue revivir todas las veces q fui una reina del consumo alli!!
Exitos!!!!
Aye

Anónimo dijo...

Para mi el mundo se divide entre los que dicen fluo y los que dicen fluor.
Los colores fluo tienen fluor como el dentifrico?
Muy bueno el post, me encanto lo de las flores berretas e infinitas, me las imagine dentro de 500 anios asi, iguales.
Saludetes,
Tina

Wuchi dijo...

te faltaron los pungas! esos que impunemente le meten la mano en la cartera / mochila o similar a los distraidos, mientras la gente a su lado no dice ni mu...

N dijo...

También estamos los que decimos Wans, y creemos que algún lugar en NY debe ser igualito a Corrientes y Paso.

Eduardo dijo...

Ufa!! Pensé (como casi siempre) que yo era el único que le decía "Eleven"

Anónimo dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=YXfb5RZ6KM8

una cosa me llevo a la otra.
claramente, El Once.