miércoles, 18 de febrero de 2009

Enquilombada

¿Hasta qué punto uno tiene que aceptar al otro cuando lo que es el otro está lastimándolo a uno? La pregunta tiene un poco de olor a frase pedorra, mal construida, confusa y de libro de autoayuda.

Pero anoche, en una de las tantas veces que me desperté, me pregunté eso. Y tal vez la mala formulación responde, justamente, a que estaba recontra dormida y cuando estoy en estado somnoliento no puedo pegar dos palabras juntas sin armar líos gramaticales. Más allá de la mala construcción, el tema de la aceptación del otro me quita el sueño. Pero no fue hasta hace un par de años, en el que conocí a una persona que es muy egoísta y complicada. Igualmente ese no es el tema central del día de la fecha.

El poder del otro sobre mi tal vez sí lo es. Quiero decir: ayer me prometí que no hablaría de mi relación en el blog porque no, ni da, no sé quién lo lee, bla bla bla. Y no sé cómo, de repente estoy hablando de lo mismo, de nuevo, una vez más. Supongo que es el poder que otro tiene sobre mi. Me canso.

Trato de ocupar la cabeza en mil cosas al mismo tiempo, y por momentos lo logro. Me anoté en la facultad, estoy leyendo un libro buenísimo, viendo series y películas geniales, trabajando un montón, escribiendo más, pensando en todo y nada a la vez. Pero de repente vuelve a aparecer el tema recurrente y mis mil cosas se opacan y se convierten en lágrimas que escupo no sé bien por qué.

Anoche, antes de dormir y empezar a pensar en eso de la aceptación del otro, hablamos de todo un poco. Y es cierto: las cosas están como siempre, nada cambió, no hay nada nuevo que yo tenga que aceptar. ¿Será que nunca terminé de aceptar en realidad cómo es el otro y de a ratos esa no acpetación vuelve para complicarme la existencia? Si de él nada cambió, ¿entonces soy yo? ¿Qué es lo que me anda pasando?

Estoy cansada. Aburrida. Enquilombada. Confundida. Contracturada.

Y muy, pero muy sensible. Insoportablemente sensioble. Y vulnerable.

Todo eso me pasa.

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