viernes, 27 de mayo de 2011

Sangrado

De ese verano no me acuerdo demasiado. En realidad, lo que me sucede es que todos los veranos en la casa de Transradio se me mezclan un poco. Supongo que debe ser la edad.

Yo no tendría más de tres o cuatro años, y ese verano estaban construyendo en el fondo del jardín un cuartito que iba a ser a la vez un lugar para guardar cosas (me encanta el genérico “cosas”) y el taller de mi papá. Lo construyeron mi papá con algunos de los hermanos de mi mamá, uno de ellos está de nuevo trabajando con mi papá, después de un período muy largo y oscuro lleno de alcohol y otras cosas que nadie quiere recordar (papá y mamá en este sentido siempre fueron, de alguna manera, los papás de todos los hermanos de mi mamá: los trajeron a todos desde Misiones y se los llevaron a vivir con ellos, los obligaron a estudiar, a trabajar y a hacer todo lo que debería hacer una persona de bien, aunque después, como siempre pasa, las vueltas de la vida hacen que cada uno haga de su vida lo que se le canta).

Estaban todos instalados en casa o al menos yo lo recuerdo así (quisiera no justificarme pero hay algo de sinceridad en lo que cuento, quisiera decirles que las cosas fueron así y punto, pero temo estar equivocándome muchísimo), y cuando digo todos estoy hablando de tíos, tías, primos y primas. Yo dormía con una de mis primas, me divertía muchísimo tener tantas visitas y movimientos en la casa, aunque no sé qué comíamos o cómo era el sistema para bañarse cuando éramos tantos. Me despertaba y por la ventana de mi cuarto podía ver el jardín del fondo y todo el ir y venir que había allá: montañas de arena, mezcla de cemento, ladrillos, señores en cuero y transpirados y muchas, pero muchas, botellas de cerveza.

Por esos días me sangraba la nariz. Todos los días a la tarde. Mamá decía que era por mi larga exposición al sol. Yo no sé qué sentía cuando me sangraba la nariz y como hace años que no me sangra tampoco sé cuál debe ser la sensación de tener algo rojo saliendo de ahí (con el correr de los años aprendí cuáles eran las sensaciones cuando sale sangre una vez por mes y no me divirtió en lo absoluto y siempre que pienso en la menstruación se me vienen a la cabeza las palabras de mi ex jefa, que decía que desde la primera vez que le había venido estaba esperando ansiosa la menopausia). Las primeras veces que me sangró la nariz, además del algodoncito, mamá me obligaba a mantener la cabeza para arriba un largo rato y eso debió haber sido el momento más deprimente de toda mi infancia: todos mis primos jugando y yo como una mamerta congelada con la cabeza mirando, no al cielo, sino al techo de la cocina.

El cuartito lo estaban construyendo detrás del ciruelo, exactamente en el vértice opuesto donde estaba construido el cuartito anterior. Y acá sí que tengo una laguna inmensa: no sé qué pasó con ese cuartito, que era minúsculo y que, por supuesto, había pasado a ser el cuartito una vez que dejó de ser baño y el baño pasó a estar dentro de la casa. Ese cuartito, el viejo, el de la otra punta del jardín, era chiquito y tenebroso. Tenía, como el que estaban construyendo ahora, techos de chapa y millones de cosas amontonadas dentro. Me daba miedo ese cuartito, aunque ese cuartito también guardaba el elemento más feliz que recuerdo de toda mi existencia: la pelopincho.

Las primeras veces que me sangró la nariz mamá hizo de mamá y me cuidó, con el algodoncito y la cabeza para atrás y luego me controló para que no corriera demasiado o no estuviera tanto tiempo al sol. Después de algunos días de sangrado repetido, mamá estaba un poco cansada de todo el procedimiento de limpiarme y cuidarme y yo estaba avergonzada porque sabía que eso que me pasaba no estaba bien y no quería que me volviera a pasar. La última vez que me sangró la nariz (me refiero a la última que recuerdo), sé que sentí que estaba pasando algo (aunque, repito, no sé exactamente cuál era la sensación) y corrí al baño porque me creí capacitada para tratarme y cuidarme a mi misma. Me paré frente al espejo del baño (un baño que tenía azulejos amarillos) y empecé a hacer lo que creía iba a parar el sangrado: sonarme la nariz. Pero en lugar de sonarme la nariz tomando un pañuelo, papel higiénico o una toalla, lo hice sin nada, y creo que también sacudí la cabeza, porque sino no se entiende cómo fue que cuando mamá entró, los azulejos y el espejo estaban manchados de sangre, al igual que mi ropa, la pileta y el piso, con algunas gotas medio resecas y pegoteadas.

No exagero. Las gotas del piso estaban resecas porque había pasado un tiempo considerable entre mi entrada, mi sonada y la entrada de mamá, y estoy segura que la llegada de mamá se debió a mi larga ausencia y a eso que dicen todos los padres de niños chiquitos: “si está tan callado, en algo andará”. Mamá me retó muchísimo ese día, me mostró infinidad de veces el lío que había hecho en el baño y siguió retándome mientras limpiaba los azulejos, mientras me cambiaba la ropa, mientras me ponía el algodoncito y mientras me sostenía la cabeza para atrás tratando de parar la sangre. Yo debo haber llorado. En esa época lo único que hacía frente a un conflicto era llorar. Bueno, esto último no cambió en lo absoluto.

4 comentarios:

Nuri148 dijo...

"mi ex jefa, que decía que desde la primera vez que le había venido estaba esperando ansiosa la menopausia"

¿Si nunca tuve empleados ami cargo cómo puedo haber sido jefa tuya? :D
El día que me llegue la menopausia hago una festichola tremenda.

Canela dijo...

Y pensar que a mí nunca en la vida me sangró la nariz...

(Una más que reacciona llorando a todo)

Unknown dijo...

Esta bueno esto de pensar como ante la cosa mas estupida (porque quizas uno ahora lo ve asi, un sangrado de nariz frente a la venida de la menstruacion- detesto la palabra- caada mes, no es nada) reaccionaba de igual forma que lo hace ahora ante dilemas vitales, diarios, cotidianos, estresantes, de esos que te queres pegar un tiro en medio de la frente, levantarte y tirarte otro en el pecho. Somos malditos animales de costumbre que no evolucionamos frente a lo que nos abruma..porque solo con racionalizar las cosas, no hacemos naada.
Genial tus entradas, me copo leyendote. Exitos en tu nueva etapa ;)

Lula Fenomenoide dijo...

Me encantan estas anécdotas tuyas. Me da la sensación sinestésica de que el blog es una película.