lunes, 23 de mayo de 2011

La enana hinchapelotas

Las minitas como yo tenemos esto de ser hinchapelotas. De ser un poco las protagonistas de una novela de la tarde que ni siquiera tiene un guión demasiado interesante. De hacer planteos boludos y de tener siempre la necesidad de hablar: hablar de lo que nos pasa, hablar de la relación, hablar de lo contentas que estamos o de lo tristes y desdichadas que nos sentimos. Las minitas como yo tenemos serios problemas y somos conscientes de eso pero aunque intentamos una y mil veces ponerle una barrera a la enana hinchapelotas, la enana se las ingenia para saltar la barrera o derribar la pared a golpes y salir, oh, al mundo, a hinchar las pelotas. Los tipos, por su parte, perciben este rompedero de huevos, y nos tienen paciencia hasta que un día dejan de tenernos paciencia: no los culpo, yo en su lugar me hubiera mandado, muchísimas veces más de las que me mandaron, a la mismísima mierda. Las minitas como yo sufrimos a la enana hinchapelotas que tenemos adentro. Queremos callarla, queremos golpearla hasta dejarla tarada, hasta que no tenga ninguna herramienta más para molestar y molestar a los otros. Queremos que desaparezca, aunque la mayoría de las veces nuestros intentos son inútiles. Por ejemplo, imaginate que estás con el chico que te gusta en la cama, después de una sesión de sexo desenfrenado, de esas que te dejan con las sensaciones más sensibles que nunca, de esas que si me acariciás el pelo me largo a llorar no sé si de la alegría, la emoción, la felicidad o la angustia. Imaginate, entonces, que en esa montaña rusa de sensaciones alborotadas, sentís algo en la panza, algo parecido a una descompostura, como si necesitaras escupir algo, como si la comida te hubiera caído mal, entonces vomitás un "te quiero" susurrado, casi inentendible, entre dormido y despierto, un hilito de voz. Y te abrazan. O te dan un beso. O te acarician. O sonríen. Las minitas como yo, en una situación como la que acabo de describir, nos angustiamos con todo el alma, el cuerpo y el corazón. Las minitas como yo vomitamos el "te quiero" y necesitamos la respuesta verbal, el "yo también te quiero". Y cuando suceden mil cosas alrededor menos esa respuesta, la enana empieza a taladrarnos en la cabeza, con argumentos infantiloides y estupideces del estilo "no te quiere nada, boluda" o "prefiere abrazarte a decirte gracias". Las minitas como yo nos levantamos de la cama, conteniendo un llanto completamente innecesario, y nos encerramos en el baño hasta que la enana de mierda deje de joder con su novelita rosa y su melodrama bobo, y cuando se pasa el malestar por eso que nunca debió habernos molestado, volvemos a la cama y hacemos como que no ha ocurrido nada. Si nos preguntan qué nos pasa o si estamos bien decimos que no nos pasa nada, que estamos bien. Pero en el fondo, bien en el fondo de la cabeza, la enana sigue tatuándonos frases horribles y pasan uno, o dos, o tres días, y la angustia sigue ahí, como un murmullo molesto que no te deja dormir, como si el silencio frente a tu "te quiero" se transformara en miles de voces que hablan entre ellas y se dicen que está todo mal, que está todo pésimo, que está todo horrible, que no hay solución. A veces aturde tanto ese murmullo que sin darte cuenta, te encontrás sola, parada en un colectivo repleto de almas grises y de olores desagradable y te largás a llorar, desconsolada, y le pedís por favor a la multitud que se calle, que necesitás pensar en otra cosa, que tenés que vivir una vida, que la novela es para la televisión, que por favor hagan silencio, y ellos se callan. Y cuando se callan, te tranquilizás.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta leerte. Seguramente porque yo soy una minita más todo lo que decis me identifica mucho. Y esta entrada no es la excepción.
Queria dejar un mensaje alguna vez, ya que soy una de esas lectoras que solo lee.

Saludos!

Ann dijo...

Me encantó. Tan gráfico... y tan cierto.
Muerte a la enanaaa!!

Srta. T. dijo...

Es muy genuino lo que escribís y te aplaudo por ser tan sincera. Vos sabés que la enana hinchapelotas te está saboteando, no la dejes.

Sentíte feliz por haber encontrado a alguien que te haga emocionar al punto de decirle "te quiero" y de permitir que te sientas así de vulnerable emocionalmente. Saborealo, es algo maravilloso.

Pensá que si decís algo genuino esperando que te correspondan, lo único que lográs es dismunuir eso que realmente sentís; el asunto se vuelve una burda transacción...

Es simple: si lo sentís, lo decís. El timing en la vida real nunca es ideal, solamente en las pelis los amantes siempre llegan al orgasmo en forma sincronizada, se dicen te quiero en el "momento justo", se entienden como si fueran "almas gemelas" y toda esa pedorrada de las novelitas.

No dejes que la enana sabotee lo que tenés con un flaco emocionalmente honesto. Suerte.

Mercedes dijo...

Me sentí identificada lo de llorar sin ninguna impunidad en el colectivo.
Tuve un episodio parecido a principio de año, pura catarsis, nada propio del momento, solo depurando malos recuerdos.
Y si, me agarraban ataques de llanto en todos lados, una locura.

German dijo...

Yo soy un tipo. He estado sólo del otro lado todas las veces y me encanto la descripción... fue como leer a Roberto Arlt en el cuerpo de una mina visceral e incomoda, pero muy real.
Genial como siempre.

Sandra Montelpare dijo...

esa enana traidora, hija de mil puta!! Estimadísima M: gran post gran! Chapeau

Fiorella dijo...

Yo soy alta, pero es prácticamente lo mismo, te juro.

Fiorella dijo...

Igual es como que siempre está la esperanza de que venga ese director de programación, cancele la novela al carajo y te coloque en una sit com divertidísima.

Anónimo dijo...

me siento taaan identificada, convivo con mi enana desde siempre y la odio!! me arruina SIEMPRE todos los momentos ufa.

Honey Blue dijo...

taaan cierto... Espectacularmente escrito