martes, 6 de julio de 2010

Me pegué un viaje

En los últimos días, últimos es domingo lunes martes, pensé en otros lugares. Me pensé, a mi misma, en otras situaciones, en otros espacios, sintiendo otros olores, respirando un aire que no es este. Supongo, en realidad supuse hasta hoy a la mañana, que el deseo de estar en otro lado, se debía al confuso veranito que vivimos en los últimos días. El veranito sumado a una necesidad inevitable de mirar fotos de: Córdoba 2006, Córdoba 2005, Migueletes 2007, Migueletes 2008, Conesa 2005. No me reconozco. No me acuerdo casi nada de esas fotos, solamente una sensación de: extrañeza o alegría o felicidad o tristeza o algo similar. Pero sólo una sensación. Nada mas.

Y esa sensación de extrañeza o alegría o felicidad o tristeza o algo similar es lo que me sucede cuando me veo en otros lugares diferentes. No sé si son lugares donde estuve o escenas que viví. Por ejemplo: el domingo hacía calor y yo tenía puesta una pollera gris y una remera con un dibujo de un tucán y el viento veraniego me hacía pensarme, un poco menos de dos años atrás, en el patio de mi antigua casa. Estaba respirando el aire que se respiraba en ese patio, con esa ropa puesta y era todo felicidad. Ese patio era siempre felicidad, aun en los momentos mas angustiosos de mi vida.

Ayer salí a fumar. Respiré profundo y olí invierno de 2009. Pero no 5 de julio de 2009 sino un poco mas adelante. Respiré agosto de 2009. Era igual. La sensación era igual: estar esperando noticias de alguien que no me daba pelota. Qué aburrido. Esas incertidumbres de los primeros tiempos de una relación son desesperantes pero a la vez atrayentes. Ese no saber si va a llamar, si va a escribir o si va a contestar. Esperar con el corazón latiendo fuerte que parece que se te va a salir. Y es salir a fumar para que pase el tiempo un poco más rápido, para dejar de pensar al menos por cinco minutos. Todo eso respiré ayer cuando salí a fumar. Pero lo respiré como un simple recuerdo, casi con melancolía. Aquello que pasó hace un montón y que todavía no sé bien para qué pasó. Cuál era el punto de esperar y casi casi escupir el corazón en la espera. Me alegra haber dejado de esperar tanto tiempo atrás.

Recién me vi: hacía calor. Estaba en un jardín grande. El pasto era de un verde profundo y no había ningún lugar amarillento ni descuidado. Tampoco era un jardín de ensueño lleno de flores silvestres o parvas de lavanda o jazmines asfixiantes. No. Había pasto y mas pasto verde oscuro y prolijito, y un árbol. Y ese árbol tenía una copa frondosa llena de ramas fortachonas que se cruzaban unas con otras y hojas preciosas y brillantes. Debajo de la sombra del árbol no había pasto: era el único lugar donde no había pasto. Y debajo de esa sombra había, además, una mesa de esas que se hacen con piedras, con bancos semicirculares que hacen juego con la mesa y que son tan típicamente bonaerenses del jardín de la abuela. Yo estaba sentada ahí. Respiraba tranquilidad. Y sonreía.

4 comentarios:

querés melón? dijo...

Me hizo acordar a strange memories on this nervous night in Las Vegas. Has it been five years? Six? It seems like a lifetime, the kind of peak that never comes again. San Francisco in the middle sixties was a very special time and place to be a part of. But no explanation, no mix of words or music or memories can touch that sense of knowing that you were there and alive in that corner of time in the world. Whatever it meant.

La mente es un objeto peligroso. Be careful.

Vane en kiwilandia dijo...

Cuantas veces he viajado así! Aún acá, lejos de todo y todos, a veces me encuentro recordando un patio, unas vacaciones, una fecha a partir del olor de una crema o un auto que pasa.
A veces esos paseos traen recuerdos lindos, pero casi siempre me dejan los ojos llenos de lágrimas.
Que peligrosa es la mente, en serio!

Vicky* dijo...

la magdalena de Proust... en busca del tiempo perdido

María Virginia dijo...

Saudade que le dicen....