Mamá Culpa, luego de escucharme casi sin voz y moqueando como una condenada, resolvió regalarme un acolchado. Resulta que ahora mi cama es una prolongación del cielo. Tengo una nube gigante y suavecita, toda blanca y rellena de plumas chiquitas. Además, papá me dio un ramo de veinticinco rosas rojas: supongo que le pareció divertido jugar con el paralelismo edad/ cantidad de rosas, aunque le haya errado (casi) por dos. Yo nunca elijo rosas rojas, no me gustan demasiado. Pero el ramo que trajo papá es hermoso. Las puse en un estante, arrriba de mi cama. Son casi el único toque de color en ese rincón de ropero blanco, computadora blanca, acolchado en forma de nube. Planeo convertir ese rincón. Me cansé del blanco inmaculado. Sale conjunto blanco, celeste y rojo. Vamos a hacer convivir al cielo y al infierno. Porque no sé ustedes, pero para mi, el cielo y el infierno son lo mismo.
PS: Hoy me desperté con olor a rosas clavado en la nariz. Casi les doy un tarascón, de lo rico que se sentían.
5 comentarios:
este Post debe cerrar con una foto. Daaaaaale.
hermoso relato besos m
El cielo y el infierno, dice BOrges, son la eternidad con un rostro delante.
Esa eternidad con ese rostro, será para algunos, el infierno y para otros, el paraíso.
Que lindo despertarse así!
I want the picture!
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