En la cola del banco, mientras buscaba el documento en el bolso, me acordé: lo soñé. Era un sueño demasiado real: soñaba que estaba durmiendo con quien, en efecto, estaba durmiendo. Sonaba el despertador que, en efecto, iba a sonar en algún momento. Lo despertaba, en el sueño, cosa que también sucedió en la realidad. Cuando lo despertaba, le decía "mi amor". En el sueño. En la realidad, le dije "son las ocho". No soy, lo que se dice, una derrochadora de cariño.
Y lo bien que hago.
2 comentarios:
menos mal que lo soñaste
sino para partirle el despertador y las 8 en la cabeza
brillante.
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