martes, 15 de agosto de 2017

Sueño con tequila

Estoy en un after (¡yo! ¡en un AFTER!) con mis compañeros de trabajo, que no son mis compañeros de trabajo de ahora ni de ningún trabajo que haya tenido sino unos compañeros de trabajo de sueños, compañeros de trabajos jóvenes y viriles, de esos que van a afters.

Tomamos cerveza en un local profundo y angosto, con piso de paja, luces amarillentas, mesas altas de madera. Es tan feo y tan ruidoso que no entiendo bien quién habla y de qué, pero las cevezas circulan con entusiasmo y sin pausa, un poco se vuelca pero está todo bien, estamos todos contentos. ¿Comemos algo?

Me gusta un chico. Es un cheto carilindo mucho más joven que yo. De esos que son graciosos en su universo de niño de papá, un chacarero sin conciencia social pero con buenos chistes. Lo miro y no entiendo por qué me gusta, cómo me va a gustar ese pibe, ¡está bronceado por el sol del invierno de cuando fue a esquiar! Eso es lo mismo que decir: ¡es de otro planeta!

Estamos festejando un cumpleaños, pero en algún momento todo se distorsiona y empieza lo más movido: shots de tequila. Con lo que odio el tequila. No sé qué hacer en medio de este tequilazo. No sé cómo protegerme de esta lluvia de tequila.

El pico más alto del festejo involucra fuego y boludos. La paja está empezando a prender, los boludos le tiran tequila puro, las explosiones son festejadas con gritos y más alcohol. ¡Que se avive el fuego! ¡Que se prenda todo! Yo, que estoy en el fondo del local, quiero irme pero qué pena irme sola, por qué el nene de papá no me da cabida, ¿tengo que prender un fuego yo también? ¿qué hay que hacer? ¿cómo te gustaría que me rebaje para que me des un poquito de amor?

Las llamas crecen y mis compañeros de trabajo y mi cheto gracioso y su padre (que también anda por ahí) se han convertido en unas bestias de ojos rojos, unos incendiarios gritones, excitados como chicos en un pelotero, rojos por el calor, las ropas empapadas de sudor y alcohol. ¡Yo lloro! Atravieso los fuegos tapándome la cara con el brazo derecho mientras se me caen las lágimras y los mocos. Esquivo flamas y esquivo también los tequilazos que me tiran encima mientras corro hasta la salida, un camino interminable y una puerta a la que nunca llego porque me despierto.

Me da pena no saber si en el sueño escapaba, cierro los ojos y trato de sentir esa misma desesperación y por un segundo creo poder largarme a llorar nuevamente, meterme en el incendio y tratar de zafar pero no. Creo que me pongo a soñar otra cosa. O nada.

1 comentario:

f dijo...

estabas en el lugar equivocado,
mirando al pendejo equivocado,
tomando algo que no te gustaba...