lunes, 24 de octubre de 2016

No se puede hacer más lunes

Estudié piano doce años. Un día dejé. Estudié alemán. Dejé. Tuve un período de coser, otro de hacer origamis, otro de tener blogs, otro de querer ser cronista de viajes, otro de querer hacer crítica de cine. Todo lo dejé. Estudié cine porque me gustaba ver películas y porque era un poco canchero. En el primer rodaje dije esto no es para mi. Entonces me encerré en una isla de edición. Terminé la carrera hace diez años y nunca tramité el título. Empecé una segunda carrera que dejé porque no me gustaba la facultad donde se cursaba. Porque me quitaba demasiado tiempo de vida, porque ya estaba grande para pasar noches enteras sin dormir, estudiando. Y porque me había enamorado y el espejismo fue más fuerte que todo lo que estaba detrás: ahora estaba bien, no necesitaba estudiar nada más.

Me lleno de trabajo. Trabajo entre doce y catorce horas por día aunque si le restamos el tiempo que paso procastinando la cantidad de horas debe ser menor. Pero la ilusión es esa: trabajo entre doce y catorce horas por día. Mi trabajo me gusta cada vez menos. Ya me lo sé de memoria. Cada dos meses, seis o un año tengo la misma crisis: quiero cambiar de rumbo. Voy por lo que creo que me gusta: escribir. Escribo. Hago una lista de contactos a los que podría pedir trabajo. Pienso ideas de notas para presentar en revistas. Activar eso me da la sensación de estar haciendo algo, de estar moviéndome. Y caigo siempre en mi propia trampa: después del subidón de la planificación abandono todo. Me amigo con la edición, pienso que no es tan terrible, que hay trabajos peores, que ya me va a tocar algo mejor, que al menos gano bien.

Tengo planes por la mitad. Proyectos que empiezo y nunca termino. Libros de diez cuentos de los que tengo una línea escrita de cada uno. Una novela terminada, abandonada por la desidia que me provocó buscar un editor y no conseguirlo. Otra novela casi terminada que me recuerda a la peor época de mi vida y que no puedo retomar. La idea de una tercera novela, de una cuarta y hasta de una quinta. La idea de dos cortos y tal vez de un largo. La fantasía de que en algún momento se me va a dar. La fantasía de que cuando se me de, voy a ser feliz. La certeza de que no hago nada para obtenerlo. La creencia de que escribir es lo mio. ¿Es lo mio o lo convertí a la fuerza en un refugio?

Cada vez que en terapia resuena la palabra depresión me estremezco del miedo. Y cada vez resuena con más frecuencia: desorientación, falta de deseo, abandono, termino encallada en un sillón. Estoy muy dañada, mucho más de lo que pensaba. Hoy me fui de terapia con una verdad: no sé qué quiero hacer con mi vida.

Me hicieron creer (y yo me lo creí sin problema) que era genial. Que podía hacer lo que quisiera. Que era inteligente. Práctica. Resolutiva y obstinada. Pero no. Yo soy vaga, tengo poca voluntad, si genera esfuerzo no me interesa. Y así estoy, boyando de una isla de edición a seguir editando en mi casa. Sin ganas de hacer lo que hago pero haciéndolo porque lo único que sí soy es responsable, quizás demasiado. Me gustaría en algún momento convertirme en esas personas que tienen una historia que contar. Que tocaron fondo y se salvaron. Se entendieron. Se dieron cuenta de lo que querían y fueron a conserguirlo. Y lo consiguieron. Por ahora soy esto: una estatua hundiéndose en el barro. Cada vez que quiero salir me muevo un poco y con eso es suficiente: saco la cabeza para respirar y puedo seguir un poco más, todavía no me hundí del todo.

7 comentarios:

Leticia dijo...

Llegué va este post por un link que compartieron en Twitter, justo hoy pensaba (sentía) lo que escribiste acá. Pusiste en palabras lo que hace un tiempo no quiero enfrentar pero me choca esa realidad todos los días. Que feo es que nos hayan hecho creer q podíamos todo no? Hoy me siento un fracaso total, y mañana, seguramente continuaré en la nebulosa de la rutina. Gracias por el post! Saludos

Anónimo dijo...

Dos cosas.
A mi me gusta mucho lo que escribís, no es de ahora, desde hace mucho.
La única forma de saber que tocaste fondo es cuando salís, mientras estas cayendo no sabes cual es el fondo.

Anónimo dijo...

Solo voy a decir una cosa: wow. Estaré pensando en esto todo el día, qué bien lo expresaste y cuantas veces me pasa lo mismo. No tengo claro a donde estoy yendo, solo voy.

Anónimo dijo...

Creo que siempre escribimos mejor cuando estamos mal, cuando estamos tristes, cuando sentimos que nos falta algo. Empezá por ahí, por plasmar todo lo que te pasa ahora y ver en qué se convierte, capaz hasta te sorprendas de lo que pueda salir.

Un beso grande.

c. dijo...

Mnn, me gustaría dejar un comentario que no suene a manual de autoayuda ni a lección de vida...espero no lo tomes a mal pero no abogo la victimización, una cosa es ser compasiva con una y con su proceso y otra es volverse autodestructiva. Lo digo porque me parece que pasé mucho tiempo adosándole responsabilidad al resto sobre lo que me pasaba. Creo que el bienestar, en gran medida y en muchas circunstancias, es una elección y un trabajo.
Leo tu blog desde hace mucho tiempo y no te conozco, pero algo de esta virtualidad íntima me hace creer que sí, y esa ilusión me hace pensar que estás viendo las cosas con un lente deformado (como todos) pero que encima en este caso te juega en contra. No creo sinceramente que tengas poca voluntad y que te rindas ante todo lo que implique esfuerzo...a veces uno pasa mucho tiempo haciendo algo y eso lo lleva a una inercia de pensamiento, que va forjando la idea de que las cosas no cambian, pero las cosas sí cambian, y pueden cambiar, solo que hay que trabajar para ese cambio.
Es un buen comienzo no saber lo que uno quiere, porque eso te puede llevar a probar cosas que no hubieras imaginado, qué sé yo...a veces uno piensa que ciertas cosas que le pasan son un problema, un punto débil, y tal vez no, tal vez todo lo contrario, puede ser una fortaleza, una virtud.
Ojalá algo de esto te sirva. Si no te sirve, dejalo. Tomá y quedate con las cosas que te ayuden, ese es el mejor consejo que puedo dar.
un beso :)

Lola Carman dijo...

Fue un viaje leerte porque en muchas cosas coincide con mi vida..

Me esforcé mucho para obtener una beca para estudiar audiovisual, fui en contra de mis padres, soporté pila de cosas, tuve que ponerme a laburar para seguir estudiando, creia que era lo que mas quería en el mundo, hasta que llegué a la organización de un rodaje y a la paja masiva de trabajar con gente que no tira para el mismo lado, la paja de la organización, de las noches de edición. Tuve las mismas crisis que vos, quise largar todo a la mierda, creía que era una capa escribiendo, y a mi blog lo tuve que abandonar por falta de tiempo. Ahora lo releo y me quiero matar. Quiero volver a escribir y me cuesta. De lo único que estoy orgullosa es de un guión, que ni siquiera eligieron para rodar en la facultad, pero sé que lo voy a hacer.

Estoy a poco de recibirme, pero no quiero trabajar de eso, todavía no me encontré. No estas sola.

Anónimo dijo...

Tomar decisiones duele.

Eso me anote en mi pizarron de la cocina este año, y empecé la búsqueda de lo que todos perseguimos, el bienestar con uno mismo.

Los que tenemos dialogos internos de este tipo, sabemos en el fondo , que solo hay que animarse.

Asi que animate a seguir buscando, hasta que lo encuentres. Se responsable con eso también.