miércoles, 21 de enero de 2009

Una idea perdida

A veces me encantaría tener un enano en la cabeza que vaya tipeando lo que pienso en momentos donde me siento creativa o, al menos, minuciosamente observadora.

No quiero decir con esto que considere que las ideas que vienen a mi cabeza sean especialmente geniales, creativas o de minuciosa observación. Solo tengo la extraña sensación de que todas esas ideas que alguna vez pasaron por mi cabeza y no fueron exteriorizadas, luego quedan perdidas en el cráneo sin saber bien de dónde vinieron, o para qué.

El fin de semana fui a un lugar espatosamente atractivo, y se me vinieron al menos diez ideas para cuentos o divagues. Anoté algunas frases que se me pasaron por la cabeza, pero esta maldita costumbre de tener computadora a mano todo el tiempo hizo que mis dedos se atrofiaran a la hora de escribir con lápiz y sobre papel. Me cansaba.

Ahora esas ideas resuenan en mi cabeza como ecos de unas campanadas que el domingo sonaban nítidas y cercanas. Ahora simplemente son ecos. Están ahí, dan vueltas por mi cabeza, pero no logran saber de dónde vinieron ni para qué. Y, lo peor, yo las persigo pero no logro alcanzarlas.

No hay comentarios: