sábado, 23 de julio de 2016

Para vos, que pensás que soy luminosa

Son tres versiones casi iguales y en las tres versiones hago lo mismo: nada.

Me acuesto en la cama, es de madrugada, estoy un poco mareada. Ya me despinté, me encremé, me miré al espejo esa arruga que empezó a salirme en la entreceja. Voy a parecer enojada desde ahora que tengo treinta y dos hasta que me muera. Qué desgracia. Me acuesto boca arriba, en esa posición en la que nadie duerme, ni siquiera yo, ni siquiera sé por qué me acuesto así. Cuando cierro los ojos el colchón se hunde justo donde estoy yo, en la mitad. Se hunde, me hundo con él, me atrapa y yo me dejo atrapar. Me envuelve hasta hacerme desaparecer. Podría abrir los ojos pero estoy bien así.

Tengo un buzo negro con cierre. Empiezo a subirlo despacio. Cuando llego al cuello no paro, sigo subiendo hasta que el cierre pasa por delante de mi boca y empiezo a sentir mi propio aliento, mi respiración caliente. El paisaje empieza a achicarse: un fundido a negro. Antes de llegar a los ojos, paro. Miro por última vez y no lo dudo más de un segundo: cierro hasta taparme la cabeza por completo.

Estoy en una camilla. Alrededor no hay nada ni nadie o no registro qué hay o prefiero no recordarlo. Me muevo y escucho un plástico y no necesito más para saber dónde estoy. En breve estaré encerrada en esta bolsa negra y aquí no ha pasado nada.

3 comentarios:

Amapola dijo...

Uff... tengo 15 poemas que podrían ir bajo el mismo título.
En este momento comprendo cada versión, y en el fondo (en algún otro fondo que no es este) odio hacerlo.

Abrazo.

pasivo-agresiva dijo...

welcome back...
todos volvemos a este terreno por lo mismo

raquel jazmïn dijo...

tengo versiones parecidas. comento con la frase del cartelito sincero: todos tenemos problemitas