sábado, 31 de mayo de 2014

Viajar en avión

En el avión de ida me sorprenden tres cosas:
-La enorme cantidad de gente elongando durante el vuelo.
-La enorme cantidad de niños que viajan.
-La enorme cantidad de tiempo que una madre mira a su bebé.

Del primer punto agrego: me dieron envidia y quise saber qué ejercicio tenía que hacer para que me dejaran de doler las piernas pero lo quise saber naturalmente, como si alguien me lo hubiera enseñado hace muchos muchos años cuando todavía no tenía memoria y todavía pudiera recordarlo. Es decir: soy muy vaga para ponerme a buscar ahora qué elongar o qué hacer para que el cuerpo descanse un poco durante un vuelo.

Sobre el segundo, fácil: temí que los niños rompieran mucho las pelotas pero por suerte no.

Del tercero: la joven madre se pasó el vuelo mirando fijo a su bebé que se portaba de mil maravillas. Se quedaba parada al lado de la cunita y lo miraba, si se le cerraban los ojos se tomaba un café, si el marido estaba sosteniendo al chiquito ella se sentaba en el apoyabrazos y los miraba, fijos, como si con la mirada pudiera controlarlo todo.

No conocía el aeropuerto de Londres. Es enorme y, como en todos los aeropuertos, tiene un tiempo propio que no tiene nada que ver con el tiempo que vivimos día a día. En los aeropuertos la hora es indefinida siempre y por eso siempre hay un desfile de cosas que en cualquier otro lugar no podrían estar juntas: alguien tomando un café y desayunando mientras otro come caviar en la barra de un restorancito bastante lujoso. Unas señoras pitucas comprando en Prada, en Hermes, en Jo Malone, en Harrods, en Chanel. Unos mochileros durmiendo en unas sillas, las azafatas impecables, los demás con ojeras, el freeshop de bebidas lleno de asistentes con delantal, cara de borrachos y con consejos sobre qué whisky comprar, las de la perfumería, impolutas. Un reventado con cara de resaca durmiendo la mona apoyado en una pared, todos conviviendo ahí, hermanados en una gran sala de espera donde se puede hacer cualquier cosa porque total nunca se sabe bien qué hora es.

2 comentarios:

Amapola dijo...

Me gusta cuando conviven cosas tan distintas en un mismo lugar y permanecen en armonía. No conozco ningún aeropuerto aún.
Ansiosa por leer de tu viaje!

Un abrazo :)

Hiperbólica dijo...

El amor que debe sentir esa madre por su hijo es algo que nunca voy a entender hasta que lo viva, ahora mismo me parece algo de otro planeta. Y el aeropuerto también, qué lindo que hayas andado por esos lugares siendo una habitante más del no-tiempo... a mí me pasó la única vez que viajé, que nos subimos al avión y era el día anterior al cumpleaños de mi papá y cuando llegamos a destino me preguntó por qué no le decía feliz cumpleaños; ya había perdido la noción del tiempo jaja.
Espero leer más de tu viaje :)