sábado, 21 de enero de 2012

Del cinco al veintiuno




Los highlights de este verano son demasiados.
Uno de los mejores fue una ensalada hipercalórica que preparé el otro día, con higos, jamón crudo, queso brie y rúcula. El balance fue raro, mucho jamón y poco queso, estuve toda la noche soñando que tomaba litros y litros de soda de la cantidad de sal que había quedado dando vueltas en el organismo.
Otro fue el traslado de una Santa Rita en la bicicleta, fueron siete cuadras de pura adrenalina, en cada pocito saltaba la bicicleta, saltaba la planta, saltaba yo y saltaban unos pedazos de tierra que serán debidamente repuestos para que la planta no sufra de desabastecimiento. Su nuevo hogar es una terraza, tiene algunos amigos nuevos: un ficus, una glicina, un perejil, una que tiene unas flores muy lindas y no sé cómo se llama. La Santa Rita está muy contenta en su nuevo hogar.
Convivir sin convivir es lo más divertido del mundo. Tener dos lugares felices e ir alternando entre uno con patio y gatos y novio y otro con aire acondicionado y novio es fácil. Trasladar bolsos con ropa de una casa a otra no, no es fácil ni divertido, pero todo no se puede.
Tener trabajo es alienante cuando el trabajo demanda tantas horas y tanta concentración y cuando lo que se edita es un reality show de latinos en Miami que la pasan mal y después la pasan peor. Los veo y me deprimen un poco: tenían sus happy places en sus países amados y largan todo para aventurarse al sueño americano al que llaman insomnio americano. Tres trabajos, deudas, hipotecas, querer llegar a las grandes ligas y no tener tiempo ni para mirar una película. No entiendo por qué eligen lo que eligen.
Tuve dos entrevistas para dos trabajos en dos lugares muy diferentes pero iguales entre sí: feos. Uno en un edificio súper canchero con recepcionista, otro en una casa antigua sin aire acondicionado y con mucho olor a chivo. De las dos entrevistas volví bajoneada: no quería trabajar en esos lugares. Después me tocó éste, que está por terminar, en una casa antigua preciosa con aire acondicionado y gente que fuma todo el tiempo. Volví a fumar con ellos. Trabajo doscientas horas por día y a las once de la noche estoy bostezando y tardo tres noches en ver una película porque siempre me quedo dormida. Y aun así estoy feliz: de todos los lugares donde me tocó trabajar, éste lugar me recuerda a mi primer trabajo, el mejor trabajo que tuve.
Esta semana fui en bicicleta tres días seguidos y al cuarto tuve que abandonar porque las rodillas me hacían crac crac crac. Como las viejas. Crac crac. Pero a pesar del dolor de rodillas la bicicleta es lo más lindo del universo. Cuando todavía vivía en Ramos me manejaba en bicicleta absolutamente para todos lados, después vine a Capital y Capital es un terreno hostil para los ciclistas: los colectiveros siempre tocan bocina porque sí, los peatones cruzan como se les canta el orto y los taxistas siempre están frenando y acelerando cerca de la vereda sin poner balizas. Post aparte merecen los hijos de punta que no ponen la luz de giro.
El otro highlitgh del verano y tal vez del 2012 es la mudanza de Juan. Nunca en mi vida viví una mudanza con tanta alegría y entusiasmo, seguramente porque la mudanza no es mia y ayudar en una mudanza no tiene nada que ver con mudarse uno mismo: le dugiero directivas de organización y él cumple porque sabe que yo soy sinónimo de practicidad. Lo ayudé también a elegir el color de la pared, fue un trabajo muy minucioso y difícil: no hay nada peor que un indeciso. La pared quedó de un rojo un poco oscuro con un poco de rosa que es un fuegor de hermosura. Lo obligué a pintar un mueble de celeste diciéndole que confiara en mis instintos básicos de decoración y, bueno, mis instintos nunca fallan y el mueble es otra locura de hermosor.
Con el tiempo he recolectado datos sobre arreglos de la casa que me salvan a mi y salvan a otros. Recomendar un pintor y que sea un gran pintor es toda una satisfacción. Recomendar alguien que plastifica pisos. Ir a Easy y saber qué hay que comprar y qué no. Saber instalar cosas, arreglar, reparar, darse mañan. Se lo debo a mi papá y a todas nuestras jornadas de trabajadores de taller: él me enseñó a pelar cables, a armar lámparas, a cambiar cueritos y a pintar.
Es un tiempo de felicidad absoluta y mucho cansancio. Me da muchísima pena no tener tiempo para cocinar, coser o armar origamis. Me da mucha pena no poder dormir más de seis horas o tener que estar encerrada todo el día. Me da pena haber vuelto a fumar y tener un montón de deudas y no poder gastar un peso de más porque ese peso de más significa un poco más de deuda. Me da pena no tener tiempo para pintarme las uñas o no tener tiempo para tirarme en la cama a escuchar música. Me da mucha pena no estar viendo a mis amigos y ni siquiera ser capaz de mandarles un mail. Me da pena pero al mismo tiempo tengo que decir que éste fue el mejor enero de toda mi vida.

2 comentarios:

nomesalelapalabra dijo...

Convivir sin convivir. Casualmente (o causalmente) hoy pensaba en eso.- Primero me pareció demasiado extraño. Y después imaginé todas las variantes posibles que hay de vivir esas tres palabras que encierran una misma situación. Acá encontré una variante más.

Hija del mundo dijo...

Lo lindo es que fue el mejor enero de tu vida...
Beso.