domingo, 1 de junio de 2014

Praga 2/4 - De la idea a la ejecución

La idea
Caminamos hasta el Letná Park, que queda cerca de casa, cruzamos al otro lado y caminamos para ir a los puntos turísticos más conocidos: Reloj Astronómico, Old Town Square, Church of Our Lady before Týn, Old Jewish Cemetery, Klementinum (no vale la pena que ponga links). Este año estamos más preparados: tenemos mapas encima, tenemos objetivos claros, podemos optimizar el tiempo.

La ejecución
Imposible.

Cuando llegué al Letná Park vi una panorámica de la ciudad y le dije a Juan: “Qué bien, uno puede tomar conciencia de cómo es la ciudad desde acá antes de conocerla”. Un rato más tarde me daría cuenta de que tener ese pantallazo global de la ciudad no me había servido para nada porque no tardé más de diez minutos en perderme por completo. Justo antes de perdernos vimos un niño con hidrocefalia chapoteando en un charco, unos dinosaurios para treparse y un beer garden cerrado y yo pensé: dónde nos vinimos.




No sé en qué momento nos desviamos, creo que apenas cruzamos el parque nos metimos por una callecita en lugar de ir adonde teníamos que ir, así que todo terminó siendo una confusión de lugares, cortadas, calles que cambiaban de nombre o dirección porque sí. Recorrimos unos pasajes muy pintorescos por los que apenas pasaba un auto. Llegamos al centro y ahí vimos todo lo que hay que ver aunque no podría hacer una enumeración: todo es mucho, todo está lleno, todo es ruidoso, todos los carteles indicadores están en checo y los nombres en el mapa, en inglés. Pero precioso, eh.





En Old Town Square, como pasa por ejemplo en Alexander Platz en Berlín, hay mucha gente, muchos shows callejeros, mucha estafa. La estafa más grande en la que casi caemos: había una pata de cerdo asándose al spiedo, se veía riquísima, nos fijamos el precio, decía “100 gs CZK 90” (alrededor de U$S 4,5), nos pareció un muy buen precio para el producto y cuando estábamos por pedir Juan se dio cuenta de que era un engaño, que una vez que pedías te cortaban un pedazo de chancho enorme y ahí lo pesaban y calculaban el precio final, que siempre subía al menos a CZK 400 (U$S 20). Huimos despavoridos pero también canchereando: ¿A un argentino querés estafar, papá?

unos cositos en una puerta

los checos no escatiman en deco

Vimos todo lo que hay ahí, St. Nicholas, Church of Our Lady before Tyn, el Reloj Astronómico (incluso nos quedamos para el simpático cambio de hora, en el que unos muñecos de no sé qué año desfilan por ahí: un esqueleto toca una campana, un pirata mueve la cola y unos apóstoles –o santos- se asoman a una ventana y se mueven mecánicamente y con muy poco swing mientras cientos de personas fotografían el espectáculo, señalan uno o varios detalles para, después de un minuto de espectáculo, retirarse a seguir comiendo salchichas).



En Praga no hay locales o, mejor dicho, los locales están más allá. Mires para donde mires hay una casa de cambio, alguien con un mapa, alguien desorientado o alguien comprando un souvenir de la Petrin Tower a un precio exorbitante. Después hay locos, muchos locos: unos yanquis bailando una música imaginaria, un turco que reparte volantes y te habla como si te conociera, una señora que va caminando y se queda parada mirando la nada y pensando vaya a saber uno qué. Y después está el gran loco: en el medio del Charles Bridge, mientras entre la lluvia y la oscuridad trataba de distinguir algo, un chico se acerca y antes de que pueda hablarme yo me corro pero lo agarra a Juan, le habla en un inglés muy básico, casi no se entiende lo que dice pero habla de que nadie lo quiere, de que para qué es todo esto. Juan le dice que él lo ve muy bien pero el pibe insiste, quiere tener otro tipo de charla aunque es imposible adivinar de qué quiere hablar. A Juan le cuesta sacárselo de encima, yo creo que un poco está disfrutando el momento.

En el itinerario hay al menos cinco bares que visitar pero ya sé que vamos a tener que elegir uno y me apuro a gritar el nombre de uno para no tener que relegar Lokal, un bar que me recomendó un amigo y que cuando vi en fotos me recordó a la película Drinking Buddies aunque al final, cuando fui, nada que ver.

1. En la mayoría de los bares de Praga se puede fumar.
2. Los mozos son persuasivos: apenas ven que te estás quedando sin nada para tomar te ofrecen otro vaso, no te preguntan sino que te afirman, te dan una milésima de segundo para contestar y si dudás te dicen “One more” y te apoyan el vaso lleno y listo, lo tomás.
3. Todos toman mucho. Al lado nuestro había una mesa de seis o siete tipos que se tomaron incontables chupitos de absenta, sola, mezclada con cerveza, de una jarra, como venga.



La vuelta a casa, después de todo este larguísimo primer día en el que tenemos jet lag y no entendemos un carajo, es durísima: llueve y hace frío y estamos lejos y no queremos tomar un taxi. Caminamos húmedos y con las manos duras y aunque sabemos hacia dónde tenemos que ir la casa siempre parece alejarse un poco más. Atravesamos de vuelta el Letná Park, nos mandamos sin saber si es peligroso de noche o si está iluminado. Ni es peligroso, ni está muy iluminado. Quiero llorar del dolor de pies, del cansancio, de esta escalera interminable, de todos los senderos en subida, de nunca llegar. Pero llego.

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