La Isla Margarita es una isla de dos kilómetros de extensión que sale del medio del puente del mismo nombre y llega hasta el siguiente puente, el Árpád Híd. Llegar no es nada complicado y estar ahí mucho menos.
Nos recibe una fuente de aguas danzantes y decenas de personas alrededor, mirando cómo las aguas suben y bajan, se menean y giran en círculos y dan golpecitos, escupen más agua o se quedan quietas. Pronto descubrimos que el patrón que siguen es siempre el mismo aunque la música vaya cambiando pero aun así yo no puedo moverme de mi lugar. Además de las aguas que bailan, la atención se la lleva un borracho que está casi metido en la fuente y mueve las manos como si fuera un director de orquesta y el agua sus músicos. Está muy concentrado en la tarea y muy entretenido, ojalá nadie lo eche.
Caminamos, huelo las rosas del rosedal, comemos en el pasto, descalzos. Acariciamos unos perros. Pasa el tiempo como pasa el tiempo de la inactividad, cuando uno hace cosas porque no tiene nada que hacer.
Vamos decididos a Palatinum, unas piletas en el medio de la isla. Están cerradas lo agradezco (para mis adentros) porque hoy estoy bien así, quieta y callada, tirada en el pasto, mirando cómo se mueven las hojas de los árboles y como corren los perros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario