Te doy lo que sea, te lo juro, no me importa, pedímelo y ya está, ahí lo tenés, no ofrezco resistencia, no te pregunto los por qué, vos pedime, yo te doy. Hagamos eso, juguemos a eso, copate querido, sé buena onda, hagamos cualquier cosa, pedime lo que sea, pero por favor, te pido, te ruego, te imploro: no me humanices.
Manteneme ahí, en el terreno divino, perfecto, inhumano. Manteneme ahí, hagamos pausa en ese lugar, y no descubras mis defectos. No sepas que soy celosa y mucho menos que soy insoportablemente insegura. Que cualquier cosa que digas "voy a lo de mi mamá" "salgo con mi hermano" "me voy a quedar en casa" voy a escucharlo como otra cosa, horrrible, tan pero tan fea que ni siquiera voy a escribírtela acá. Me da miedo que se cumpla.
Manteneme ahí, en el terreno divino, perfecto, inhumano, y no te enteres que cada vez que me llamás para salir a último momento mi vida se convierte en una batalla en la que limpio, ordeno, me depilo y cocino a la vez. Ni se te ocurra darte cuenta de eso, quedate pensando "qué organizada, una barbaridad".
Manteneme ahí, en el terreno divino, y fijate, concentrate, memorizá, cómo te hago reir. Fijate qué buenos chistes, qué comentarios tan irónicos, qué lindo todo lo que digo. Lo demás no lo escuches, tapate los oídos y andate, date vuelta. No me veas angustiada ni triste ni llorando porque cuando me angustio y estoy triste y lloro no hago reir a nadie y mis comentarios parecen el pésame del velatorio de alguien que nunca conocí.
Y no, no mires la televisión conmigo, porque vas a saber que a veces miro Tinelli, y que cualquier reality show me engancha y que siempre lloro en las películas de marginales con talentos extraordinarios, que las películas con juicios me-pue-den y que los dibujitos son mi programa preferido. Y no, ya que estamos, manteneme también en el terreno divino musical y no te fijes, no, por favor, sacá la mano de ahí, no veas mis listas llenas de cumbia y no abras esa carpeta, no, dale, esa carpeta dejala cerrada, no te va a gustar lo que hay ahí, no lo vas a entender. Dejá, mis libros no los toques, están escritos, como esos cuadernos rivadavia de tapa dura, pero no podés mirar lo que dicen, porque si los mirás te vas a dar cuenta de mis imperfecciones, de mi insoportable sensibilidad rosa, de mis miedos y mis tristezas y de todo eso que tan alejado está de ese terreno divino, perfecto, inhumano, donde me tenés ahora.
Pero si de verdad querés ver todo eso, si de verdad querés humanizarme, imperfeccionarme y mandarme de una patada del cielo a la tierra, hacelo. Conoceme, sentate a mirar la televisión conmigo, fijate la grasada que escribí en ese cuaderno, bancate diez minutos de Tinelli porque lo único que quiero ver es quién baila y qué baila, dale, miremos dibujitos, y el reality de los peluqueros, el de los cocineros, el de las inmobiliarias y el de los diseñadores (sí, los de indumentaria y los de interiores), vení, si te animás vení, yo te hago un lugarcito y te digo al oído que anoche te llamé a tu casa y no estabas y me habías dicho que ibas a quedarte y exijo una explicación.
Está bien, hagámoslo, si te animás, pero con una condición, una solita y te juro que ya está, no me importa: yo te muestro todo, mis defectos y mis virtudes, y mis pelitos un poco crecidos y mis listas de cumbia y los programas pedorros de televisión, pero vos me prometés, con una mano en el corazón, que después de ver todo eso, después de humanizarme e imperfeccionarme e instalarme en la tierra mas terrenas, me querés menos, y me amás mas.
¿Qué hacemos?