sábado, 8 de junio de 2013

09 / Mallorca. Día 06

A mí me gusta viajar muchos días en la ciudad para llegar al punto en el que me siento un poco parte de ella y puedo pasar una tarde sin hacer absolutamente nada. Al mismo tiempo, estar en una ciudad que no conocía y llegar a ese punto en el que puedo hacer nada significa que tengo que irme. Algo así me pasó este día, tan inadvertido como tranquilo como cotidiano como cómodo.

Salimos a comer una ensaimada que es a Mallorca lo que la torta frita al conurbano. Hacía casi una semana que no tomaba café con leche así que quería eso: café con leche con ensaimada. Pero cuando salís en un pueblo después de las doce del mediodía, un día de semana cualquiera, no es tan sencillo. Y en este caso no sólo no fue sencillo sino además imposible: ya nadie tenía ensaimadas.


Tomamos dos cafés con leche y comimos un bocadillo de pan con manteca y jamón de York (por los cuatro cafés con leche y los dos bocadillos nos cobraron 10 euros) y después caminamos un poco el pueblo. Estaba nublado y sin quererlo nos habíamos despedido el día anterior de las playas del Mediterráneo. Juan se quedó leyendo en una plaza y yo caminé y caminé. Entré en una especie de Farmacity que había ahí (se llamaba Müller) y por módicos 10 euros me llevé: un chocolate, una latita con caramelos, dos paquetes de pastillas, varias cremas miniatura, papel para origami, unos sobres. También me probé un perfume carísimo y un labial fucsia con el que después anduve papeloneando por todo el pueblo.


Le hice una estrella de origami a los chicos de Mallorca y no mucho más, tomé cerveza, comí pan con queso de cabra, fuet, más cerveza, más pan, alioli, cerveza, pan, etcétera. Preparamos los bolsos porque cuando José volviera de trabajar nos llevaría al aeropuerto de Mallorca donde pasaríamos toda la noche hasta tomar el vuelo a Mallorca a las 6: 25.

En el aeropuerto de Mallorca había dos viejas y nosotros dos. Intentamos ver un capítulo de Mad Men pero nos quedamos sin batería. Yo intenté leer pero el lugar vacío me deprimía y me hipnotizaba por igual, así que no pude concentrarme. Caminé y grabé videitos de toda la ausencia que había ahí y después dormí dos horas tirada en cuatro sillas. De a ratos me despertaba, pasaba uno de mantenimiento en un carrito, pasaba una de las viejas en silla de ruedas, un español gritaba, un gordito llegaba y dormía ahí, compartiendo silla conmigo.

2 comentarios:

Nuri148 dijo...

AMO Müller. Es una cadena alemana (oh sorpresa, en Little Germany). Tienen de todo y baratísimo. Y podés creer que en todo Frankfurt no hay ni uno?

Marian dijo...

Llevaste el labial que te regalé?