El pollo frito nos conmueve profundamente. Era miércoles y estábamos por salir a comerlo. Antes de apagar las luces y abrir la puerta para después cerrarla y caminar bajo la noche todavía de verano, me pidió que le alcanzara el cepillo de dientes que estaba en el baño de mi casa porque el de su casa estaba hecho mierda y se había olvidado de comprar uno.
Cuando entré al bañó y prendí la luz me largué a llorar.
En el número uno estaba mi nombre.
Por supuesto que dije que sí.