Hace algunas semanas, cuando les cociné a mis amigos la cena multicultural, nuestro estómagos estaban tan abarrotados de comida que ya no quedaba espacio para la torta y aunque hicimos el esfuerzo de comerla, no hubo forma: quedaron dos o tres pedacitos que puse en un platito y pensé comer al día siguiente.
Al día siguiente estábamos con Juan en la cama mirando no me acuerdo qué serie y aunque yo seguía llena de la noche anterior y de la cena de un rato antes, tuve la brillante idea de buscar el platito con la torta. Así, a oscuras, caminé hasta la cocina y como a mi cocina la conozco de memoria, también caminé por ella a oscuras, agarré el platito con la torta que estaba en la mesada y volví a la cama. Con la mirada fija en la computadora manoteé un pedazo de torta y le di el mordisco más grande del mundo con mi bocota más grande que un buzón. Sentí un leve sabor alimonado que nada tenía que ver con mi torta de manzanas pero pensé que seguramente se había salpicado con un poquito de jugo de limón en algún momento. No le di importancia porque soy una gorda mental que come sin pensar. Tragué, tranquila, y le di un segundo bocado a la torta y el gusto alimonado seguía ahí y yo soy una descontrolada con la comida pero no para tanto, entonces acerqué el platito con las porciones de torta a la pantalla de la computadora y las vi: decenas de hormiguitas caminaban confundidas y supongo que aterradas porque un gigante les estaba destrozando el banquete y la vida a pura mordida. Iban de un lado para el otro, corrían desesperadas por sus vidas en círculo, chocando unas con otras, agradeciendo la suerte que tenían de no haber ido a parar a mi boca. "Hormigas" grité con la boca llena de torta y hormigas y corrí al inodoro a escupir todo lo que tenía adentro y a enjuagarme la boca varias veces con agua y después dentífrico y después enjuague bucal. Y cada vez que escupía salían algunos cadáveres de hormiguitas con sabor a limón.
Salí del baño.
Tiré lo que quedaba de torta con hormigas dentro de tres bolsas y las sellé herméticamente como si eso pudiera borrar el hecho de que me había comido unas hormigas de postre.
Durante la noche me desperté varias veces.
Todavía quedaban algunas hormigas desorientadas dando vueltas por mi cama.
15 comentarios:
jajaja, hecha toda una marley eh
que garrón!! y bueno, si Marley se come todo tipo de ser vivo y sigue super sonriente... qué tan malo puede ser unas hormiguitas?
lei tu entrada al grito de: NOOOOOOOOOO!
terrible, pero bue, pensa q Marley se gana la vida asi, tan malo no es
Y ahroa sabemos que las hormigas tienen gusto a limón!
Mi primer recuerdo es de cuando yo no tenía ni dos años, una pesadilla que tenía con hormigas.
Te odio.
perdon, pero lo único que cabe decir después de leer eso, es
jajajajajajaajajajajajajajajajaja
Pensá que las hormigas estaban rellenas de torta! No es tan malo.
Ahhhhhhhhhhhhhhhhh!!!!
qe ricura
GOMITO TODO.
JJJJJJJJJJUUUUUUUUUUUUUUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!
Sísí, así de exagerada la risa, porque a mi me hubiera pasado lo mismo, POR GORDA!
Pensá que en otros lugares del mundo, las hormigas se comen.. (PTUAJJ!!)
Nonono, que manera de reirme!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Y esas cosas que pasan cuando se camina a oscuras!
Un placer leerte!
Besos!
Me encantó.
Hormigas con sabor a limón.
Lindo blog.
Saludos.
Ay lloré de la risa
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