Ayer en Parque Chacabuco estaban dos de los hermanos Pauls y muchas chicas disfrazadas de Sailor Moon (¿se dice "disfrazadas" o ese es un término burlón?). Nunca me gustó Sailor Moon ni mangas ni animé ni cómics ni novelas gráficas y envidio bastante a los que saben, conocen o gustan de. Tampoco es que lo intenté demasiado. En el parque también estaba Luis Zamora haciendo campaña por sí mismo. A la noche vi The warriors y lamenté haber demorado casi treinta y cuatro años en llegar a ella y también quise que fuera posible viajar al pasado para viajar a mis diecipocos y verla por primera vez siendo una adolescente. Quisiera ser adolescente de nuevo para hacer muchas cosas diferentes. Almorcé chipa traída directamente de Posadas, merendé una empanada frita cuando volvía del parque y cené un sushi bastante flojo que venía con rolls de cosas fritas y salsa de mostaza (¡salsa de mostaza!). Antes de dormir empecé un libro y lo cerré cuando llegué al segundo capítulo pensando: ¿por qué acabo de empezar otro libro cuando tengo tantos sin terminar?
Cada vez me cuesta más terminar libros. No, no es que me cueste, es que los considero leídos cuando llego a la mitad aunque objetivamente considere que eso no es haber leído el libro. Los abandono sin darme cuenta y los retomo como si nada y los vuelvo a abandonar. En este momento tengo empezados y considero que voy a terminar en algún momento y recomiendo como si hubiera terminado:
Jajaja de Inés Acevedo. Ella me hace reír mucho, creo que no la comprendo del todo, se mueve en una sintonía que me encanta. Me compré este libro de cuentos incluso antes de haber leído su novela anterior, Una idea genial. No sé bien por qué me arrisgué así, creo que me hablaron de ella con tanto entusiasmo que me contagié. La novela me la morfé una tarde de domingo y pensé que sucedería lo mismo con los cuentos de Jajaja pero el libro está ahí en una pila de libros empezados, esperando que lo retome y yo lo quiero retomar porque tengo el reuerdo de haber pasado un momento muy divertido mientras duraron esas pocas páginas que leí.
Alias Grace y El señor de las muñecas y otros cuentos de terror, ambos de Margaret Atwood. Es así: por algún motivo empecé a seguir a Margaret en twitter. Me sonaba su nombre y me parecía que era alguien a quien había que admirar aunque nunca había leído nada suyo. Me cayó mil puntos. Es una divina graciosa amante de los gatos que se la pasa subiendo fotos del lugar donde vive. Me gusta mucho la gente que profesa cierto amor por su hogar (cierto amor porque tampoco sea cosa que lleguemos al fanatismo, cómo me deprime el fanatismo). Arranqué el de cuentos de terror y me venía gustando un montón, me angustiaba demasiado y después soñaba, por eso dejé de leerlo justo antes de dormir y por eso lo tengo en pausa (un día soñé que me violaban en mi casa, extensión directa de uno de estos cuentos). En el medio leí casi de un tiró El cuento de la criada porque justo empecé la serie y la ansiedad de saber qué venía en uno y otro fue un impulso que no falló. Y como ahora van a hacer una serie sobre Alias Grace, lo empecé y leí dos o tres capítulos y me quedé dormida. Seguramente lo retome cuando arranque la serie.
Florentina de Eduardo Muslip. Lo considero LEÍDO porque sé que me resta sentarme cuarenta minutos a terminarlo. Es adorable de principio a fin (sí, a FIN), me hizo pensar mucho en mi madre y en mi abuela y en ese proyecto que tengo de escribir alguna vez un todo sobre mi madre.
Fóllame de Virgine Despentes. Leí más de la mitad pero no puedo explicar de qué va. No es que no lo haya entendido, simplemente me di ese saque de un tirón un viernes, sola, en un bar, tomando muchas cervezas y pensando y llorando por algo muy triste que me habían contado la noche anterior (¡qué linda imagen!) Yo leía y avanzaba las páginas pero lo único que volvían a mi cabeza eran las palabras tristes que había escuchado menos de un día antes.
Cómo se hace una chica de Caitlin Moran. Lo empecé anoche y no puedo creer haber pensado que era de ensayos, como el otro que leí (Cómo ser mujer). En fin, ya me enganchó: historia familiar de familia numerosa pobre en Londres, padre músico frustrado, madre depresiva y creo que alcohólica, chica de catorce, obesa, virgen y jamás besada. Ay, las coming of age.
La casa de los eucaliptus de Luciano Lamberti. Lo que tienen los libros de cuentos es que tranquilamente uno puede eternizar su lectura y nunca sentir que realmente lo abandonó. El cuento uno me gustó mucho, el cuento dos me gustó demasiado, el tres me gustó para un corto, el cuarto lo salteé y el quinto lo abandoné porque la segunda persona siempre me agobia un poco. Pero el terror me gusta, Lamberti me encanta, no hay chance de que no lo termine en una o dos sentadas más que pueden suceder esta misma semana o el año que viene.
Todo cuanto amé de Siri Husvedt. De toda esta lista, este es posiblmente el único que considero haber realmente abandonado. Me resulta lento y un poco tedioso o no tedioso pero sí solemne. O ampuloso. O vueltero. O algo que no identifico del todo pero por momentos me hace bostezar. Es un mambo mio, no tiene nada que ver con el libro, al punto que le diría a cualquiera que esté leyendo esto que VAYA Y LO LEA.
Maniobras de evasión de Pedro Mairal. También lo empecé ayer y estoy tan fascinada que creo haber vuelto al blog por el subidón que me dio leerlo a Mairal. Estúpida y sensual literatura del yo.
Este fin de semana también: vi la de Francella enano (el otro día me di cuenta que lloro con cualquier película, ésta no fue la excepción), vi la de Suar y los swingers, me teñí el pelo de rosa, entre sábado y domingo caminé catorce kilómetros e intenté revolear una llave desde una planta baja hasta la ventana de un primer piso, fallando como una campeona y estableciedo, posiblemente, un récord en mala puntería.
1 comentario:
Mairal!!! Leí solo la Uruguaya pero fue adictivo... 2 dias tarde solo porque no tuve tiempo 👍
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